La retirada de EE.UU. del Acuerdo de París es sólo la punta del iceberg para complacer a los grandes capitalistas


De las muchas medidas ambientales de Trump, la titulada “Poner a Estados Unidos primero en los acuerdos ambientales internacionales” es quizás la que mejor representa toda la visión de la nueva administración para el área. Es cierto que con Biden EEUU ha recurrido al llamado “greenwashing” para ocultar sus verdaderas acciones, pero con Trump los grandes capitalistas admiten que no les importa y que no tienen tiempo que perder.
Esta medida supone desde el principio de su texto que “Estados Unidos debe hacer crecer su economía y mantener empleos para sus ciudadanos”. Para la nueva administración, “a lo largo de las décadas, con la ayuda de políticas sensatas que no gravan la actividad del sector privado, Estados Unidos ha hecho crecer simultáneamente su economía, ha aumentado los salarios de los trabajadores, ha aumentado la producción de energía, ha reducido la contaminación del aire y del agua y ha reducido “emisiones de gases de efecto invernadero”. El argumento se basa en mentiras, ya que la reducción de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero por parte de Estados Unidos está vinculada a recortes de producción y no a “políticas sensatas”.
“En los últimos años, Estados Unidos ha buscado adherirse a acuerdos e iniciativas internacionales que no reflejan los valores de nuestro país ni nuestras contribuciones a la consecución de objetivos económicos y ambientales. Además, estos acuerdos dirigen el dinero de los contribuyentes estadounidenses a países que no requieren ni merecen asistencia financiera en beneficio del pueblo estadounidense”. Es de esta manera, al colocar a la última administración como el centro del problema, desde una perspectiva de antagonismo interno y externo, que Trump justifica la opción de ordenar al embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas que “presente una notificación formal por escrito de la retirada de Estados Unidos en el Acuerdo de París». El año pasado, Estados Unidos contribuyó con unos 11.100 millones de dólares. Lo que Trump pretende ahora, sobre todo, es destinar ese dinero a incentivar la industria.
Éste es sólo un ejemplo de esta política estadounidense. Entre las diversas medidas firmadas por el nuevo presidente se encuentra la ley “Unleash American Energy”. En él, se considera que «Estados Unidos está bendecido con una abundancia de energía y recursos naturales que históricamente han impulsado la prosperidad económica», y se considera que “en los últimos años, regulaciones onerosas y motivadas ideológicamente han impedido el desarrollo de estos recursos, limitado la generación de electricidad confiable y asequible redujo la creación de empleo y generó altos costos de energía para nuestros ciudadanos”.
Basándose en el más básico de los populismos, Trump planea “fomentar la exploración y producción de energía en tierras y aguas federales, incluida la Plataforma Continental Exterior, con el fin de satisfacer las necesidades de nuestros ciudadanos y consolidar a Estados Unidos como líder energético mundial por un largo tiempo en el futuro»; “establecer nuestra posición como el principal productor y procesador de minerales no combustibles” porque esto “reducirá la influencia global de estados rebeldes y adversarios”; o “eliminar el “mandato del vehículo eléctrico (VE) y promover una verdadera elección del consumidor”.
La cláusula más central de la medida aprobada es la que ordena a los jefes de todas las agencias revisar todos los reglamentos, órdenes, documentos de orientación, políticas, acuerdos, órdenes de consentimiento y cualquier otra agencia que desarrolle o utilice recursos energéticos nacionales, a saber, petróleo, gas natural, petróleo y gas natural licuado. gas, carbón, energía hidroeléctrica, biocombustibles, minerales críticos y recursos energéticos nucleares.
Una vez más, las medidas están dirigidas a la industria norteamericana, eliminando la dependencia energética extranjera y condicionando a los países dependientes de la producción energética estadounidense. Esta táctica deberá ir acompañada de una estrategia internacional que se aplicará a nivel de confrontación. Biden le hizo el favor a Trump al aislar a Rusia y dejar a la Unión Europea con enormes debilidades en el sector energético.
Junto con esta medida, Trump también aprobó el proyecto “Desbloqueo del extraordinario potencial de recursos de Alaska”. Es importante recordar que en 1867 Estados Unidos compró el territorio de Alaska, que antes pertenecía al Imperio Ruso. En aquel momento, William H. Seward, secretario de Estado, defendió la compra alegando que salvaguardaba los intereses estratégicos estadounidenses.
Su tesis quedó probada por la existencia de reservas de petróleo en la región. Para que os hagáis una idea, la administración Biden, en 2023, aprobó un proyecto de extracción de petróleo en Alaska, conocido como «Willow» y que, según ConocoPhillips, el proyecto podría suponer la producción de 180.000 barriles de petróleo al día.
Un año después, ConocoPhillips, titular de la concesión de una reserva que contiene 8.700 millones de barriles de petróleo, demandó al anterior gobierno de los Estados Unidos de América por haber impuesto restricciones a la extracción de petróleo en esa región.
La nueva medida aprobada por Trump establece que «el estado de Alaska posee un suministro abundante y en gran parte sin explotar de recursos naturales, incluidos, entre otros, energía, minerales, madera y mariscos» y, como tal, es necesario desbloquear este abundancia de riqueza natural para aumentar la prosperidad, “ayudando al mismo tiempo a mejorar la seguridad económica y nacional”.
“Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad es necesario poner fin de inmediato al ataque a la soberanía de Alaska y a su capacidad de desarrollar responsablemente estos recursos en beneficio de la nación. “Por lo tanto, es imperativo revertir de inmediato las restricciones punitivas implementadas por la administración anterior que apuntan específicamente al desarrollo de recursos en tierras estatales y federales en Alaska”, se lee en el documento.
“Aprovechemos al máximo las vastas tierras y recursos de Alaska”; “maximizar eficiente y eficazmente el desarrollo y la producción de los recursos naturales”; “acelerar la autorización y arrendamiento de proyectos de energía y recursos naturales”; “priorizar el desarrollo del potencial del gas natural licuado”; “anular la cancelación de cualquier contrato de arrendamiento en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico”; o “rescindir la declaración final suplementaria de impacto ambiental titulada “Declaración suplementaria de impacto ambiental del Programa de arrendamiento de petróleo y gas de la llanura costera”” son todas órdenes de Trump para el territorio en cuestión.
Con todas estas medidas, queda claro que la supuesta agenda “anticlimática” no es más que un cliché para conseguir votos mediante la desinformación. Trump, inteligentemente, no es antiambientalista. Sí, es pro intereses de clase y parece que esto avanza con medidas antiambientales. Al igual que el lema “Estados Unidos primero”, la nueva administración ha presentado un paquete de medidas para complacer a los grandes capitalistas estadounidenses.
Fuente: Abril Abril.
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