Francia vuelve a ser el destino de los temporeros gaditanos en agosto, buscando trabajo y mejores condiciones laborales
Las maletas ya están en la puerta. Queda por meter lo que habitualmente se deja para lo último. El cepillo y la pasta de diente, algo de comida, dinero. Los nervios ya se han instalado en el estómago haciendo un nudo que apenas deja pasar la comida. Para los primeros por el temor de no saber lo que se van a encontrar, por cómo serán los próximos meses, mientras que para los expertos porque significa volver a alejarse de la familia cuando apenas la han podido disfrutar un mes.
Pero es el pan de prácticamente cada mes en Alcalá del Valle. Como ellos mismo dicen, el irse en busca de un jornal lo tienen instalado en su ADN. Lo mismo para ir por otras zonas de España como para acudir más lejos, como Holanda o Bélgica. En agosto el destino preferente es Francia, tanto para su vendimia como para la recogida de las manzanas. Precisamente el próximo domingo sale un grupo de 60 personas a Les Barthes en un camino similar al que cogerán cerca de 14.000 españoles, más de 10.000 procedentes de Andalucía. De esos 10.000 el 70% lo aportan Granada y Jaén, mientras que Cádiz se aproxima a los 2.000 como ocurrió el año pasado cuando fueron 10.400 andaluces los que acudieron a la campiña francesa en busca de un jornal asegurado.
Francisco Ponce lleva ya 41 años acudiendo a Francia, pero su familia, suma más de medio siglo acudiendo a la misma finca para recoger manzanas. Toda una vida, ya que Francisco tiene 55 años, realizando un viaje que también han realizado sus familiares e hijos, aunque con la esperanza de que no tengan que volver a hacerlo porque han encontrado un trabajo estable en Cádiz.
Llegó a su casa hace un mes y ya se encuentra en Francia, porque siempre va unos días antes para preparar la casa en la que convivirán los 60 gaditanos, una cifra superior a la del año pasado, quizás porque por mucho que se hable de recuperación y del auge del sector servicios los sueldos no sirven para cumplir las necesidades del día a día y en Francia sí.
Por ello, el 90 por ciento de los vendimiadores suelen repetir al año siguiente, dependiendo del salario que recibirán de la categoría profesional en la que hayan sido contratados (cortador, vaciador o porteador) y del departamento francés en el que trabajen. En todo caso, «nunca será inferior al salario mínimo interprofesional de crecimiento, que está fijado en 9,88 euros por hora», lo cual «contrasta con los 6,54 euros por hora de media que perciben en España», indican desde los sindicatos.
Hay que señalar que la jornada laboral en Francia es de 35 horas semanales y que, al superarlas, se cobran horas extraordinarias. Así, las horas trabajadas que superen las 35 horas semanales mejoran en un 25 por ciento el salario, y las que superen las 43 horas semanales, lo hacen en un 50 por ciento. Otro reclamo lo constituyen las prestaciones familiares que se generan por cotizar en Francia. En general, los vendimiadores permanecerán en el país vecino una media entre 20 y 25 días. Algunos grupos ya se han desplazado para realizar la vendimia más temprana y luego se trasladarán a zonas con recogida tardía, permaneciendo en territorio francés entre 40 y 50 días. En concreto e grupo de Alcalá del Valle no volverá hasta finales de noviembre o principios de diciembre.
Expertos en maletas
Y al poco de regresar se volverán a marchar en este caso a otros puntos de España, para seguir trabajando. Y es que en Alcalá del Valle son «expertos en maleta», al menos así lo asegura Antonio Páez que lleva casi 20 años acudiendo a Francia. «Es una tradición, no sé cómo decirlo, pero en Alcalá del Valle es lo que hay. Es difícil pero lo tenemos asimilado, vivimos de ello y constantemente vienen y van gente del pueblo. Falta trabajo y lo que se consigue aquí no se acerca a lo que conseguimos ganar allí. Por eso compensa partir, pero también hay que valer porque marcharse no es fácil».
Y se crea una especie de bucle porque como expone Francisco Ponce, «cuando uno lleva mucho tiempo en casa también comienza a echar de menos aquello. Resulta complicado de explicar». O no tanto, porque es toda una vida acudiendo, muchos momentos, recuerdos y compañeros conviviendo en un espacio reducido en el duermen y comen. Algunos se encargan de la comida de manera exclusiva, mientras que otros realizan la recogida. Francisco cuenta historias de cartas que iban de mano en mano en busca de personas que supieran leer y escribir. Ahora ha cambiado la tecnología que permite estar en contacto directo casi diariamente con los que más se quieren, pero siempre se echa de menos el calor de un abrazo.
Carlos Badillo se dará cuenta de ello dentro de poco. Acaba de cumplir los 18 años y no ha dudado en embarcarse en esta aventura. No ha entrado en el módulo que pretendía cursar por nota y como bien dice «hace falta el dinero». Por ello y para no estar de brazos cruzados y «comiéndome el coco» se va por primera vez a Francia.
Asegura no tener miedo ni nervios, al contrato quiere que comience ya la experiencia. «Tengo ganas de trabajar. Sé que no va a ser sencillo, que va a ser tres meses duros de trabajo pero cuento con personas que ya saben lo que es estar allí, que me van a ayudar y a guiar y eso tranquiliza también mucho». Ha preferido acudir a Francia que buscar algo en hostelería, porque de todos modos se tendría que ir del pueblo. Al menos espera poder ganar más dinero y recaudar para su casa.
Comienza como muchos otros lo hicieron, por necesidad. Y después de años y años siguen acudiendo porque ya es su forma de vida, porque no han encontrado nada mejor ni más estable. Es el caso de José Manuel Vázquez que suma 30 años. Acaba de llegar de la cereza en Los Alpes y viaja con su mujer, por lo que deja el cuidado de sus hijos a los abuelos. En esta ocasión sube solo a Francia, «ya que los abuelos no tienen tanta fuerza y le he dicho a mi mujer que se quede y ya veremos más adelante».
Tan solo llevaba dos semanas en el pueblo cuando de nuevo se va. No ha podido deshacer mucho las maletas, pues el domingo se debe montar en autobús para partir a recoger manzanas. Y a pesar de todo el tiempo que ha pasado, de su experiencia y de que prácticamente está acostumbrado a marcharse, asegura que siempre es «duro, porque deja a tus hijas detrás y eso se siente, pero no queda otra si queremos darle un futuro mejor».
Es lo que intentan la mayoría que acude a Francia. Buscar un futuro mejor para ellos o para su familia. Pasan los años, las épocas y la historia se repite, al menos en Alcalá del Valle. Parten por las mismas razones por las que lo hacían las personas mayores que ahora se quedan en tierra y ven como vienen y van la gente del pueblo mientras comentan recuerdos, dan recomendaciones y consejos en las plazas y los bares del pueblo.
Ellos están ya cubiertos de espanto. Pero de esta necesidad de trabajar y de la época de vendimia se aprovechan también aquellos que viven del fraude. Tanto es así que los sindicatos advierten de las ofertas de empleo donde se solicitan cuadrillas enteras, con buenas condiciones de trabajo, pero en las que «se reclama una cantidad de dinero en concepto de transporte o para la traducción de documentos, por tratarse de casos que esconden fraudes o explotación laboral». Ante estos casos, los sindicatos reiteran que, para garantizar el cumplimiento de las condiciones socio-laborales exigibles y preservar sus derechos, es necesario que los trabajadores «exijan al empresario francés el contrato en origen y tengan previsto el alojamiento a fin de evitar sorpresas desagradables».
UGT-FICA ya he estado en Alcalá del Valle para informar a los temporeros y como cada año desplazará un equipo a la campiña francesa, para precisamente evitar que haya cualquier tipo de problema durante la estancia de los jornaleros gaditanos. De esta circunstancia advierte el propio Francisco Ponce. En primer lugar advierte de que no todo es tan bonito como lo pintan y expone la «dificultad» de tener que dejar a la familia lejos, de tener que convivir a cientos de kilómetros y el riesgo que se corre al salir del país.
Es por ello que echa de menos mayor atención por parte de las instituciones «ya que en muchas ocasiones los que llegan se encuentran que las condiciones no son las pactadas. Nosotros tenemos suerte y llevamos tiempo con unos patronos que cumplen con todas las condiciones legales y miran por nosotros, pero en otro casos no es así y nadie se preocupa por los emigrantes».
Es una reivindicación histórica que tampoco cambia a pesar del paso del tiempo y del cambio de la época. España ha dejado de sentirse la cola de Europa los españoles se consideran que están al nivel del resto de europeos y presume de cómo los extranjeros envidian y buscan la forma de vida mediterránea. Pero lo cierto es que una gran cantidad debe emigrar para poder vivir y que la sensación de salir de tu pueblo, de tu provincia, de tu país es la misma que sentían en los 70 cuando la necesidad parecía que apretaba más. Pero la necesidad en Cádiz también sigue a pesar del paso del tiempo y de las épocas.
Porque de nuevo los gaditanos se van a Francia en busca de un trabajo, de un mejor salario, de mejores condiciones laborales. Porque los gaditanos siguen emigrando para buscarse la vida.
(Fuente: La Voz de Cádiz)
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