Entrevista a Iñaki Gil de San Vicente: “Desde la crisis del 2007 el capital potencia más al fascismo, y con la Covid-19 lo emplea con astucia”

“EH Bildu ha cambiado de barco y destino, lo que ha desorientado al grueso de la tripulación antigua que cree que sigue en la misma trainera”

“La importancia de la lucha antifascista en la calle, a pie de obra, se multiplica cuando vemos el fracaso estrepitoso del parlamento vascongado que sólo obtuvo el 50,88% de legitimación en las elecciones de julio de 2020”

Juanjo Basterra, kazetaria eta m. soziala * E.H 

Iñaki Gil de San Vicente, pensador marxista vasco, analiza la situación política y económica actual. Ante el apoyo incondicional de EH Bildu a los presupuestos del Gobierno español, presidido por Pedro Sánchez (PSOE), destaca que “EH Bildu ha cambiado de barco y destino, lo que ha desorientado al grueso de la tripulación antigua que cree que sigue en la misma trainera”. Ve una clara interrelación entre el capital y el fascismo al señalar que “desde la crisis del 2007 el capital potencia más al fascismo, y con la Covid-19 lo emplea con astucia” y, ante ello, destaca “la importancia de la lucha antifascista en la calle, a pie de obra, se multiplica cuando vemos el fracaso estrepitoso del parlamento vascongado que sólo obtuvo el 50,88% de legitimación en las elecciones de julio de 2020”. Añade que “esperanza y lucha se alimentan mutuamente”. Por último, anuncia nuevos trabajos “entre manos”  sobre “las lecciones que para el antiimperialismo actual puede ofrecernos la historia de las resistencias de los pueblos explotados, y sobre cómo se entrelazarían con las luchas contra el imperialismo post-Covid-19”.  Forma parte de “un proyecto tendente a la creación de una Internacional Antiimperialista, cuya necesidad es urgente. Es un estudio que además tiene un contenido antifascista innegable”. 

– Una y otra vez leo y nos dicen que el capitalismo está en crisis, pero la realidad, lo que vemos, es que esa parte pequeña del total de la población acumula ingentes cantidades económicas y de poder. ¿Qué hacemos mal para no parar este capitalismo avaricioso?

Me parece muy bien que empecemos la entrevista con la actualidad de la teoría de la crisis que es lo que está en juego en tu pregunta. No hay contradicción alguna entre la tremenda crisis actual y el enriquecimiento de una minoría: de hecho, esto es lo que sucede en todas las crisis, y la distancia entre el empobrecimiento de la mayoría y el enriquecimiento de la minoría se acrecienta en la medida en que la crisis es más grave, más abarcadora y prolongada, y en la medida en la que la clase obrera y el pueblo trabajador no logran imponer una salida política y social en detrimento de la burguesía. La crisis actual no es sólo sociosanitaria, que también, sobre todo es una crisis de acumulación, es decir, que afecta a la esencia misma del capitalismo que es un vampiro que necesita más y más sangre humana para seguir acumulando capital. Uróboro es un monstruo serpentiforme que se devora así mismo para sobrevivir, como hace el capitalismo: devorar la vida humana y la naturaleza para acumular ganancia. Esta contradicción insoluble ha llegado con la Covid-19 a su nivel más destructor por ahora de autofagia, o sea de convertir el trabajo vivo, la vida, en trabajo muerto, en capital. Durante este proceso la humanidad trabajadora es empobrecida más de lo que estaban y el capital se concentra en menos manos, se centraliza políticamente y se enriquece más que antes. 

Una de las cosas que hacemos muy mal y que nos impide vencer es despreciar la teoría, no estudiar los puntos débiles del capital para atacarle por ahí, despreciar el valor práctico de la teoría revolucionaria, creer que podemos vencerle con sus armas melladas, con sus tramposas instituciones burocráticas, ser crédulos con sus promesas, despreciar las lecciones amargas de la historia, de nuestras derrotas… luego volveremos sobre esto en la pregunta acerca de la utopía y la esperanza. 

– Está constatado a lo largo de las crisis económico-sociales que el capitalismo/neoliberalismo las utiliza para recortar derechos sociales y laborales, ¿la crisis de 2020 nos llevará a nuevos recortes en esta próxima década como ocurrió en 2008, aunque esta historia de recortes viene ya desde la crisis del petróleo? 

Los ataques habían comenzado antes de 2020, ya en 2010 con el PSOE de Zapatero por no retroceder más en el tiempo, y se endurecieron en 2012 con el PP de Rajoy, etc. Fue así porque la crisis venía desde 2007 pero golpeó al capitalismo español con mayor crudeza desde 2009. Fue más dura en el Estado porque su economía arrastra fallas estructurales que van agravándose con el tiempo: baja productividad del trabajo, baja-media tecnología, desindustrialización lenta pero continuada, mucha pequeña empresa, dependencia del exterior, economía sumergida y corrupción… Cuando la economía internacional va bien, la española crece bastante por el impulso externo, pero menos que otras más productivas lo que hace que aumente el retraso en el mercado mundial: cuando estallan las crisis o empeoran las que ya se sufren, como en la actualidad, el capitalismo español se desploma más hondo y más rápidamente que otros que resisten más. 

Como cualquier burguesía, para salir de este agujero sólo tiene tres métodos: aumentar la explotación y el empobrecimiento; cerrar empresas obsoletas, endeudadas o zombis; y endurecer el saqueo de los recursos y riquezas de otros pueblos, para transferir los recursos así obtenidos a las pocas empresas rentables. El «gobierno progresista» está haciendo exactamente eso. El aumento de la explotación y el recorte de derechos permitió al capital recuperar algo los beneficios desde 2014, a la vez que se daba una tenue recuperación laboral basada en la precarización, el despido fácil y el miedo a perder el trabajo, pero desde 2020 todo vuelve a hundirse y más que antes. 

– La verdad es que este año 2020, que dejamos atrás, nos ha descubierto a nivel político, económico y social de enormes sorpresas. Nunca se había producido un apoyo desde la Izquierda abertzale Oficial a unos presupuestos hechos bajo la batuta de Madrid con apoyo a la inversión en armas, al ejército, a la monarquía, al TAV, etc. ¿Qué piensas de este cambio de rumbo oficializado por EH Bildu? 

Ha habido un cambio de rumbo, desde luego, y que además se veía venir. Pero sobre todo ha sido un cambio de barco y de puerto de llegada. Un movimiento sociopolítico puede reorientar tácticamente su rumbo puntual dentro de una estrategia sostenida hacia el puerto al que se dirige. Pero EH Bildu ha cambiado de barco y destino, lo que ha desorientado al grueso de la tripulación antigua que cree que sigue en la misma trainera. Otra mucha tripulación ha dejado la militancia y se limita a votar, y lo que pierde por la izquierda en el aspecto electoral lo compensa por el centro-progresista. 

A la vez, diversos colectivos de izquierda abertzale crecen fuera de EH Bildu enfrentándose a retos como actualizar nuestra historia de lucha al «nuevo» capitalismo, tras la época abierta con la Covid-19; impulsar la auto-organización  de la juventud y el pueblo trabajador desde y hacia la independencia política de clase; engarzar en las peleas concretas con la militancia adulta desilusionada, reactivando movilizaciones abandonadas; teorizar en la práctica la necesidad de un Estado Socialista vasco como parte de un proceso revolucionario internacional, etc. Y  desmontar la falsa imagen de tranquilidad, espíritu de acuerdo y consenso, normalidad, etc., que EH Bildu y el Gobierno español quieren dar de la «vida parlamentaria», que es lo mismo que decir de la vida sociopolítica y económica en el Estado. Dentro de la explotación, dominación y opresión, cualquier normalidad no puede ser otra que la del explotador, dominador y opresor, a no ser que asumamos que la injusticia es normal. Y pedir tranquilidad es pedir pasividad y obediencia. 

– ¿Qué balance haces de los gobiernos de la CAV y de Nafarroa a nivel político, económico y social en 2020? 

Les llamamos «gobiernos» pero no lo son. Son aparatos burocráticos descentralizados sujetos al mando centralizado del Estado, o sea, al mando del capitalismo tal cual se reproduce en el espacio estatal español. Por definición, el Estado es la forma política del capital en cuanto que relación social de explotación, por eso los «gobiernos» de la CAV y de Nafarroa son simples burocracias regionales del capital defendido por el Estado. Desde esta perspectiva, la realidad vasca sólo es comprensible desde los parámetros de la lucha de clases, y en 2020 desde la actuación de los Estados: 

Primero, desmantelando las sanidad pública sin atender los crecientes avisos sobre previsibles pandemias; segundo, siendo sorprendidos por el Covid-19 pero, de inmediato, desoyendo la información de China y de científicos; tercero, perdiendo tiempo y tranquilizando a la población para no agravar la crisis ya existente; cuarto, imponiendo una cuarentena en detrimento del proletariado, de auto explotados y de sectores de la pequeña burguesía, y en beneficio del gran capital; y quinto, recortando libertades, aumentando el control, potenciando el chivatazo y la delación… Mientras, el empobrecimiento, la incertidumbre y el malestar golpeaban al pueblo trabajador y a otros sectores. Bien pronto, desde finales de marzo de 2020, surgieron las primeras resistencias revolucionarias que, con altibajos, han terminado este año en mejores condiciones que al comienzo de la pandemia. 

– La realidad es que, una vez más, se “tapará” el agujero de la crisis con una lluvia de millones desde las arcas públicas para las grandes empresas y proyectos. ¿Qué esperas de 2021?

Se tapará el «agujero» de la crisis durante un tiempo, pero no se logrará detener los cataclismos tectónicos que una y otra vez abren nuevos «agujeros» en la superficie. Para paralizar durante un período las contradicciones del capital, la burguesía ha de imponer una salvaje solución política de sobreexplotación, destrucción masiva de fuerzas productivas y de infraestructuras, e imposición a cualquier precio de una nueva jerarquía imperialista. Los estrategas occidentales están diseñando un modelo doble: primero y sólo en el centro imperialista, un neokeinesianismo conservador con ingentes gastos públicos para rearmar sus ejércitos, reactivar su economía, sobornar a sectores alienados y reprimir a los «subversivos»; y simultáneamente, una mezcla de «guerra económica», guerras regionales por los recursos, provocaciones y desestabilizaciones internas contra los pueblos y Estados resistentes, mientras se evalúan posibles conflictos político-militares flexibles de media y alta letalidad pero que no degeneren en un incontrolable holocausto. 

– A nivel más político, ¿la entrada de Vox en los parlamentos español y vasco, abre el camino a las tesis ultraderechistas edulcoradas con la supuesta Democracia? ¿Cómo ves 2021 desde esta perspectiva política? ¿Tendrían que tener en cuenta que la mitad de los votantes se abstuvieron en las últimas elecciones al Parlamento Vasco o, como siempre, esa institución hace oídos sordos a la calle, al pueblo?

A nivel estrictamente político, 2021 marca el inicio de esta estrategia imperialista: los grandes Estados deberán limar sus diferencias; controlar en la medida de lo posible al capital transnacional y a las grandes corporaciones que están obteniendo beneficios inconcebibles; negociar y poner orden en facciones burguesas debilitadas y casi arruinadas para que el reparto de las masas de capital público se haga en beneficio de la alta burguesía pero manteniendo una apariencia de «justicia»; controlar al movimiento obrero, atar en corto al fascismo para que muerda cuando el capital se lo ordene, etc. Los gobiernillos vascongado y navarro se arrastrarán a Madrid mendigando más dinero al Estado, y los parlamentos de Gasteiz e Iruña les apoyarán con fervor público los aliados de PSOE-UP, y con protestas cínicas los del trifachito. Veremos cosas incluso más llamativas que las vistas hasta ahora. 

El fascista VOX, y los neofascismos más o menos encubiertos, PP y Cs, son débiles en Hego Euskal Herria en comparación con el Estado, pero las derechas de PNV y UPN,  la pasividad del resto de fuerzas parlamentarias en combatir a los primeros, y el sobredimensionamiento mediático, multiplica su influencia política. No se quiere combatirlo en la calle, en la producción/reproducción, en la cultura…, que es el espacio decisivo para aplastarlo, mientras que el parlamento es un altavoz del fascismo por mucho que se le aísle.  Sólo lo combaten en serio, incluso a costa de represión, las organizaciones, movimientos, sindicatos, colectivos, etc., de izquierda revolucionaria. 

La importancia de la lucha antifascista en la calle, a pie de obra, se multiplica cuando vemos el fracaso estrepitoso del parlamento vascongado que sólo obtuvo el 50,88% de legitimación en las elecciones de julio de 2020. Parte de ese fracaso es debido al miedo e incertidumbre causado por la Covid-19, y es sabido que esos sentimientos potencian la necesidad irracional de un líder, caudillo, lehendakari… fuerte, autoritario. Otra parte es debida a la radicalización de sectores obreros y populares cansados de tantas promesas incumplidas y de que el parlamento vascongado no sirva más que para legitimar el orden establecido, en vez de para combatirlo. La urgencia antifascista se acrecienta cuando vemos que, según un sondeo, el 42,5% de los y las vascas de toda Euskal Herria votarían que sí a un Estado vasco si se realizase con la vía escocesa, lo que ya de por sí y al margen de otras consideraciones, supone una amenaza para el imperialismo franco-español, para sus extremas derechas e idearios fascistas. 

– ¿El capitalismo/neoliberalismo utiliza el fascismo para perpetuarse en la élite económica? Porque en el Estado español quienes están al frente de las grandes empresas (en una amplia mayoría) provienen de la época franquista, como se ha escrito bastante, ¿verdad? 

El fascismo como tal irrumpió en 1923, pero sus síntomas fueron apareciendo desde la mitad del siglo XIX. Desde entonces se ha convertido en una herramienta polivalente del capital contra la revolución socialista, o sea, le vale para varios objetivos sin tener que aplicarlo en su brutalidad genocida al estilo nazi. Los neofascismos impulsados por D. Trump, por ejemplo, aumentan la fuerza material de la reacción dentro de EEUU pero también la fortalecen a nivel imperialista, y aunque tenga que dejar la Casa Blanca los va a seguir impulsando; otro tanto sucede en muchos países. A una parte de la burguesía española le convino reactivar el fascismo duro al ver que a la crisis socioeconómica se le unía la del PP y que Cs no tenía la ferocidad suficiente. El dictador Franco reconoció en plena guerra de exterminio que aquella masacre enriquecía a quienes ya eran ricos. Tras su muerte y ya en la «democracia», el fascismo dentro del PP ha servido para dar confianza a las ‘grandes familias’ más allá que la que siempre les ha dado el Estado y el Gobierno, aunque en este estuviera el PSOE. Tampoco el PCE y otros reformismos eurocomunistas hicieron algo por acabar con la burguesía. 

De cualquier modo, las grandes empresas han pertenecido casi siempre a núcleos muy pequeños de ‘grandes familias’ estrechamente relacionadas entre ellas, que en la medida de lo posible han evitado el intrusismo de los ‘nuevos ricos’, o en el peor de los casos los han integrado en su núcleo. Con la irrupción de las nuevas tecnologías informáticas, biotecnológicas, de servicio, etc., ha aparecido una facción nueva que ya ha sido integrada en ese núcleo por la ley tendencial a la concentración y centralización de capitales, ley tendencial que tiene unas repercusiones directas en la lucha de clases que no podemos analizar ahora. 

– ¿Europa ha fracasado desde el momento en que ha dado la espalda al socialismo, ha adoptado la socialdemocracia y, sin embargo, ha vuelto a recibir a la ultraderecha de infaustos recuerdos?

Europa está partida por la lucha de clases, por la opresión nacional y por el patriarcado: existen por tanto dos Europas irreconciliables. La Europa trabajadora ha hecho muchos intentos revolucionarios y logrado victorias, que fueron derrotadas por la Europa burguesa debido a una conjunción de causas que no podemos resumir ahora, pero hubo muchos más intentos que los que reconoce la historiografía burguesa, empeñada en negarlos. Aun y todo así, aquellas luchas forzaron a la burguesía a hacer concesiones sociales y democráticas que sin ellas, sin el pavor que le causaron, nunca las hubieran hecho. Los fascismos fueron y son armas contra la Europa obrera, y se basaban y basan en buena medida en sectores pequeño burgueses, en franjas obreras decepcionadas, en la llamada «clase media», etc., todos ellos arruinados o al borde de la ruina, que de pronto reciben el apoyo de la gran burguesía que los emplea como carne de cañón. Desde la crisis del 2007 el capital potencia más al fascismo, y con la Covid-19 lo emplea con astucia: potenciándolo en algunos sitios, vigilándolo en otros e incluso reprimiéndolo cuando le interesa mantener una fachada democrática. La alta burguesía ha aprendido mucho desde los años ’30 del siglo pasado sobre cómo tratar y manejar al monstruo y después de la «era Trump» va a redoblar sus tácticas y métodos, pero siempre lo tendrá como última reserva. 

– A nivel mundial, América Latina parece que vuelve a despertar, aunque Cuba y Venezuela siguen plantando cara al imperialismo norteamericano y al neoliberalismo, ¿cómo ves la situación en América Latina y el resto del Mundo? 

En Nuestramérica coge impulso una oleada en ascenso en la que bastantes colectivos han aprendido del error de confiar en las promesas del llamado «socialismo del siglo XXI» que les dio pan pero no les dio armas, de modo que cuando sobrevino la devastadora crisis desde 2007 y sobre todo desde 2013-14 y a la vez contraatacó el imperialismo, casi todo se fue al traste. Solamente se salvaron Cuba y Venezuela porque la defensa armada está en manos del pueblo obrero. Bolivia también confirma esta especie de ley histórica: el Gobierno de Evo hizo reformas en el Ejército pero no lo radicales que exigía la situación y se impuso el golpe que no fue terriblemente efectivo por la fuerza del pueblo pero también por la existencia de una parte del Ejército que no quería asesinar al pueblo porque le habían gustado las reformas de la época de Evo: de cualquier modo, el problema sigue abierto porque EEUU intenta organizar otro crimen pero ahora mejor que el anterior. Con nuestras limitaciones y con todo nuestro respeto, debemos ponernos a las órdenes que quienes allí reivindican el derecho inalienable a la rebelión contra la injusticia, explicando por ejemplo el error estratégico de la rendición de armas de un sector de las FARC-EP, que está costando torrentes de sangre. 

– ¿Hay tiempo para la esperanza, para la utopía, de un futuro mejor para la clase trabajadora y todos los pueblos que luchan por su libertad?

La utopía tiene límites insuperables, pero la esperanza es lógica y necesaria, y debe ser inagotable. La utopía impulsa muchas luchas desde la antigüedad hasta hoy, sobre todo en sectores sociales en los que tienen cierta fuerza aún versiones justicialistas y comunitarias de las religiones. Algunos defienden las llamadas utopías rojas, o concretas, etc., pero también se enfrentan a dos grandes problemas: tienden al idealismo o lo son abiertamente, y minusvaloran la decisiva importancia de la objetividad del conocimiento crítico, de la ciencia como fuerza revolucionaria confirmada otra vez por la Covid-19. El pensamiento crítico llega al fondo de las contradicciones mostrando qué vías de futuro surgen de ellas, sugiriéndonos cual y cómo impulsar. La utopía no nos exige ese duro esfuerzo que, dada la brutalidad del capital, nos enseña de manera desnuda la crudeza de la vida. 

El materialismo de la praxis crítica nos enseña que todo se mueve por la unidad y lucha de sus contrarios, por su inmanencia, alimentando nuestra esperanza de mejora mediante el aprendizaje autocrítico permanente. La esperanza se alimenta de la praxis autocrítica, de la lucha teórica, científica, filosófica, siempre en la sala de calderas a máxima presión, allí donde los hornos de la inhumanidad enriquecen a la minoría y torturan a la mayoría. Es imposible refugiarse en lugares idealizados que no existen; no aprendemos de lo que no existe, sino de la injusticia material que sí existe. Y aunque parezca que nada se mueve, que todo es estático y que nada liga internamente  a las partes del todo, no es así, al contrario. Hablan de la «extinción de la lucha de clases», pues bien, incluso en las multinacionales más poderosas  –Google, Amazon, etc.–  han nacido sindicatos que mundializan las resistencias. Esperanza y lucha se alimentan mutuamente. 

– Sare Antifaxista ha reeditado “Tesis contra el fascismo (2005-2018)” y “psicología de masas del fascismo”, de Wilhelm Reich, que cuenta con una introducción escrita por ti, ¿tienes algún libro entre manos para estos próximos meses?

Tengo varios trabajos entre manos, uno sobre las lecciones que para el antiimperialismo actual puede ofrecernos la historia de las resistencias de los pueblos explotados, y sobre cómo se entrelazarían con las luchas contra el imperialismo post-Covid-19. El estudio forma parte de un proyecto tendente a la creación de una Internacional Antiimperialista, cuya necesidad es urgente, además de obvia. Es un estudio que además tiene un contenido antifascista innegable. 

Fuente: Sare Antifaxista

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2 Respuestas

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