El Estado francés paralizado en protesta por el “plan de jubilaciones” de Macron
Si algo está caracterizando las jornadas de huelga general y protestas que se han producido a lo largo de los últimos meses en el Estado francés es que la última convocatoria realizada siempre termina siendo más extensa e intensa que todas las que se habían celebrado con anterioridad.
La de este martes no ha sido una excepción. La movilización alcanzó cotas considerablemente superiores a la última jornada huelguística.
Resulta evidente que de seguir registrándose el mismo ritmo y extensión de las huelgas y protestas en contra del actual proyecto de jubilación, los franceses lograrán que el Gobierno derechista de Macrón se vea obligado a dar marcha atrás, tal y como hace unos años los trabajadores rusos lograron hacer retroceder al Ejecutivo encabezado por Vladímir Putin, que pretendía igualmente desempeñar el papel de Manostijeras con las pensiones de los vapuleados asalariados de ese país.
Y es que este martes, 7 de marzo, a Emmanuel Macrón le han aflojado el mayor sopapo que ha recibido un presidente francés en el curso de las últimas décadas. Las huelgas en los ferrocarriles, del metro, de la educación, de las refinerías y la metalurgia, a las que han terminado agregándose otros numerosos sectores productivos de la economía francesa, ha logrado poner a Francia “patas arriba”.
A la envergadura de la jornada se ha añadido también la movilización de centenares y centenares de piquetes que prácticamente han bloqueado la vida económica del país, provocando fuertes perturbaciones en la red de transportes y comunicaciones a lo largo de toda la geografía francesa, sacando a la calle la indignación manifiesta de centenares de miles de asalariados, que se han levantado en “pie de huelga” en dura pugna con el Ejecutivo galo.
Este martes, los sindicatos se atrevieron a multiplicar su apuesta. El 31 del pasado enero, los convocantes de aquella “jornada de lucha” lograron sacar a las calles de las grandes y pequeñas ciudades francesas a 2 millones y medio de ciudadanos, – 1,27 millón, según la policía -. En la de ahora, la CGT realizó una doble apuesta: se propuso movilizar a 3 millones y medio de manifestantes. Y lo logró. Se propusieron paralizar al país. Y lo lograron.
Esta no ha sido una jornada más de movilizaciones y huelgas generales para impedir que las jubilaciones pasen de los 62 a los 64 años. Ha sido también, según los convocantes
“una protesta en contra de Macrón, de su manera de pensar y de su ideología, que ya no corresponden ni a los deseos de los franceses ni a los tiempos que estamos viviendo “.
Un maestro veinteañero, que participaba en el evento de protesta, precisó aún más, acerca de cuál estaba siendo el sentir de la sociedad francesa:
“La ideología de este sistema nos obliga a trabajar más para que produzcamos y produzcamos cosas y mercancías que no necesitamos. Su ideología está sirviendo de lubricante para incrementar el aumento de las desigualdades sociales, multiplicándolas en todo el mundo. Es la ideología de la privatización y de la competencia. La ideología que te empuja a competir compulsivamente con aquel que tienes a tu lado , que arrastra a la gente a que compita de manera permanente entre ellos mismos, logrando crear una atmósfera social nauseabunda”.
El objetivo diseñado por los convocantes pretendía superar con creces el número de manifestantes del pasado 31 de enero, cuando salieron a las calles de las ciudades y pueblos 2,5 millones de personas. Ahora las previsiones se han quedado asombrosamente cortas. Según el sindicato CGT se echaron a las calles nada menos que 3,5 millones de ciudadanos.
La clase trabajadora y los sindicatos franceses han conseguido poner sobre la mesa de Macron el mayor desafío que este ha sufrido durante su mandato como presidente. Infructuosamente, el presidente francés ha tratado de justificar el aumento de la edad de jubilación a los 64 años, argumentando el envejecimiento de la población y la supuesta necesidad de equilibrar las cuentas, a medida que haya cada vez menos trabajadores que puedan sufragar las pensiones. Macron sostiene que trabajar dos añitos más es la única fórmula para mantener un “Estado de bienestar”, que está dejando de serlo, si alguna vez llegó a serlo realmente.
Su argumento no cambia una coma el ya utilizado en su día por Putin en Rusia o, ahora, por Pedro Sánchez y su ministro de Trabajo que, precisamente estos días, ha permanecido encerrado en Bruselas con representantes de la Gran Banca, tratando de urdir un “plan de pensiones trampa” para intentar cargarlo luego sobre las espaldas de los futuros jubilados españoles.
Durante las multitudinarias manifestaciones en el Estado francés, quienes protestaban portaban pancartas en las que intentaba expresarse cuál estaba siendo el sentido profundo del descontento, con significativas frases tales como:
– “Quiero jubilarme antes de agarrar un cáncer”.
– “¿Por qué en lugar de subir la edad de la jubilación no suben los salarios?”.
– “Sí, sí… de acuerdo, el sexo está muy bien. Pero ¿y si probamos con la jubilación?”
– “Quiero vivir mejor: y por eso no deseo jubilarme a los 64 años”.
UNA COMPARACIÓN PARADÓJICA MORTIFICANTE: LA MOVILIZACIÓN FRANCESA Y LA QUIETUD ESPAÑOLA
Curiosamente, el plan de jubilación francés, en comparación con el que se pretende aplicar en el Estado español, podría interpretarse como una auténtica “bendición” para los potenciales jubilados españoles. En este extraño país donde dice estar gobernando la” coalición más progresista de su historia” para aquellos que hayan logrado cotizar durante 37 años y seis meses, la jubilación tendrá lugar a los 65 años. Y para aquellos que no hayan cotizado ese número de años, que son la mayoría, será a los 66 años y cuatro meses.
Pero lo que ahora se están proponiendo nuestros “progres” gubernamentales es que, a partir del presente año 2023 y hasta 2027, la edad legal de jubilación se vaya elevando a razón de 2 meses por año, hasta situarse en 67 años, si bien aquellos que hayan cotizado más de 38 años y 6 meses podrán jubilarse a la edad ordinaria de 65 años.
La comparación no deja de resultar paradójica. Mientras en el Estado francés se ha organizado un tumultuoso pandemónium porque Macron está pretendiendo hacer trabajar a los asalariados hasta los 64 años, aquí en el Estado español, los sindicatos de la concertación y el apaño, acompañados por un Ejecutivo supuestamente progresista, han ido logrando apagar con ingeniosos subterfugios la llama de un poderoso movimiento de jubilados y pensionistas que hasta hace poco se atrevía a proclamar aquello de que “gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden”.
“Se defendían”, habría que apostillar a estas alturas.
Fuente: Canarias Semanal.
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