Japón reinicia la caza de ballenas. Se ampara en razones histórico-culturales, pero “buscando revitalizar la industria ballenera”

Japón reinició este lunes la caza comercial de ballenas en sus aguas territoriales, después de tres décadas de suspendida esa práctica y pese a las críticas internacionales, confirmaron las autoridades locales. La Agencia Pesquera nipona anunció que desde ahora y hasta el fin de año sus embarcaciones capturarán 227 cetáceos con fines comerciales, en lo que representa el regreso a esa práctica detenida en el país desde 1982.

Dos barcos balleneros y un buque factoría zarparon desde el puerto de Shimonoseki, en la costa oriental de Japón. Otros cinco pesqueros partieron desde Kushiro, en la isla septentrional de Hokkaido, para iniciar una campaña ballenera que durará un semestre, tras una ceremonia en la que varios representantes electos reivindicaron la legitimidad de esta tradición. Al menos una de las embarcaciones regresó por la tarde y descargó sus presas, dos ballenas, constataron periodistas de la AFP.

“Hoy es el día más hermoso. Pudimos atrapar una ballena grande. Va a estar deliciosa. Valió la pena esperar 31 años”, celebró Yoshifumi Kai, presidente de una asociación de pescadores de ballenas, observando al cetáceo de 8,3 metros de largo. “Es una industria pequeña, pero estoy orgulloso de cazar ballenas. La práctica existe desde hace más de 400 años en mi ciudad”, explicó, emocionado por hacerse de nuevo a la mar. Un fuerte olor escapa de la boca abierta del cetáceo, cuyo vientre fue abierto en el mar para vaciarlo de sangre. La ballena fue limpiada con chorros de agua, y luego los pescadores derramaron vasos de sake sobre el animal, en un gesto ritual de celebración y purificación.

Tokio ha establecido una cuota de 227 cetáceos hasta finales del año, según ha informado el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca (MAFF, por sus siglas en inglés). Los balleneros japoneses podrán cazar en las aguas territoriales y en la zona económica exclusiva de Japón. Según la entidad pesquera de la nación asiática, los ejemplares que capturará su flota serán 52 de la especie Minke, 150 de rorcual Bryde y 25 de rorcual común, “garantizando la sustentabilidad de esos cetáceos”. “A partir de hoy, me gustaría que los balleneros realizaran la captura observando la cuota y buscando revitalizar la industria ballenera”, ha indicado el titular de Pesca, Takamori Yoshikawa.

Japón comenzó a cazar ballenas para la investigación científica un año después de la prohibición de la caza comercial de ballenas en 1986, con el objetivo de recopilar lo que denominó datos poblacionales cruciales, y abandonó la caza comercial de ballenas en 1988. Los ecologistas denunciaron que el programa era simplemente una caza comercial de ballenas disfrazada, después de que la carne de los animales capturados terminara en los estantes de las tiendas y en los restaurantes.

En diciembre pasado, el Gobierno japonés abandonó oficialmente la Comisión Ballenera Internacional para emprender nuevamente la pesca de esas especies y zanjar la moratoria que aplicó durante tres décadas. Con esa decisión, los barcos del país asiático no podrán cazar ballenas en la Antártida como lo venían haciendo hasta la fecha con fines científicos y tendrán que concentrarse en torno a las aguas de Japón y su zona económica exclusiva.

Organizaciones ecologistas y de protección de animales criticaron esta medida del archipiélago e incluso afirman que la actividad ballenera que Japón desarrolló en los últimos años con “supuestos fines científicos”, se trataba de pesca comercial encubierta. De acuerdo con los grupos ambientalistas y detractores de la práctica nipona, existen métodos no letales para llevar a cabo experimentos.

“Innecesario, inadmisible que en el siglo XXI Japón haya reabierto la caza comercial de ballenas, 33 años después de la prohibición mundial y evadiendo las normas internacionales que protegen estos colosos del mar, a pesar de la presión social”, señala la organización ecologista WWF. “Este es un triste día para la protección de las ballenas a nivel mundial”, afirmó por su parte Nicola Beynon, de Humane Society International.

Tokio firmó la moratoria total de caza de esos animales con fines comerciales establecida en 1986 para tratar de conservar la especie, pero por años se sirvió de un fallo del texto que autoriza programas de capturas para estudios.

La “tradición y la historia” son los argumentos esgrimidos por las autoridades de Tokio para romper el acuerdo de la CBI y volver a pescar grandes cetáceos. Parte de la población del país asiático, sobre todo la que se crió en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, recuerda que la carne de ballena era uno de sus alimentos básicos debido a su alto contenido proteínico.

No obstante, aunque la carne de ballena supuso una fuente de proteínas fundamental en los primeros años de la posguerra, la mayoría de los japoneses aseguran que ya casi no la consumen o solo en contadas ocasiones. El consumo de la carne de ballena en Japón se redujo de unas 233.000 toneladas anules en 1962 (el equivalente de unos 2,4 kilos per cápita) a unas 5.000 toneladas en los años recientes, según las estadísticas oficiales.

Pero el gobierno japonés no oculta el trasfondo económico de la decisión. “Consideramos que las ballenas son recursos marinos como los peces y que pueden utilizarse siguiendo criterios científicos”, explicó a la AFP un responsable del ministerio de Agricultura, Bosques y Pesca. “Determinamos cuotas con el fin de no perjudicar a las especies”, precisó a modos de justificación ambientalista.

“Japón está abandonando la caza ballenera en alta mar, no es una interrupción completa todavía pero es un paso enorme hacia el fin”, consideró Patrick Ramage, director del programa de conservación marina del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW). Él ve en la reanudación de la caza comercial y en la interrupción de la pesca científica en la Antártida una suerte de última batalla para Japón.

(Fuentes: Prensa Latina / Reuters / AFP)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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