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Okupas, antagonismo y economía transformadora

Andalucía apenas se distingue de Argentina en lo tocante a economía y empleo.

Nuestra crisis de 2008 fue la suya en 2000. Caciques, latifundios, injusticia, desempleo, son elementos protagonistas de nuestras realidades socioeconómicas.

Leo en un artículo de Pía Rius (“De lo político como nacimiento y modos de vida plurales en espacios asociativos”) como el auge de la economía social argentina en la primera década del siglo XXI se articuló en “diferentes procesos: por un lado, el desarrollo de iniciativas de autogestión, impulsadas en el marco de movilizaciones sociales en torno a la demanda de trabajo, ya por la formación de cooperativas a partir de la recuperación de fábricas, así como por experiencias asociativas desarrolladas por las organizaciones de trabajadores desocupados; por otro lado, la implementación a partir de 2003 de una serie de medidas políticas apoyadas en la lógica de la economía social y el desarrollo local, que ha permitido el desarrollo del autoempleo y del trabajo asociativo para las poblaciones consideradas ‘vulnerables’.

En este contexto, la autora realiza una reflexión sobre la experiencia de lo político en la población que vive la crisis de 2001 y “hace de la autogestión un modo de vida alternativo. (…) lo político se ve anclado en lo cotidiano impregnando la organización colectiva, el trabajo, la alimentación o las pro­ducciones y consumos culturales. (…) El artículo restituye distintas dimensiones del involucramiento que ponen en eviden­cia los efectos de compartir un lugar de encuentro, de eventos culturales, de trabajo y militante, en la búsqueda de una puesta en común políticamente informada, en particular por la reivindicación de la autogestión.”

El estudio se concreta en un Centro Social y Cultural situado en la ciudad de La Plata. Este Centro Social y Cultural “bajo el esquema formal de una cooperativa con finalidades múltiples, alberga en esa etapa más de una docena de proyectos sociales y productivos que, a su vez, se vinculan entre sí y con otros espacios territoriales.”

En Andalucía han nacido en las últimas tres décadas diversos tipos de centros sociales autogestionados. Un ejemplo de los más longevos es el Centro Social Julio Vélez, de Morón de la Frontera, que inició su andadura en 1992, como consecuencia de la Okupación de un edificio del Ministerio de Trabajo ubicado en suelo municipal. Desde entonces, este espacio ha sido una herramienta para la cultura crítica, los movimientos sociales y las organizaciones sindicales y ecologistas. No han sido pocos las okupaciones y centros sociales de este tipo que se han desarrollado en Andalucía, en especial en las ciudades de mayor población.

Igual ha llegado el momento de que los centros sociales andaluces con perspectivas autogestionarias se conviertan en espacios sociales donde se crucen y coexistan figuras y actividades que, como ocurre en el caso argentino, “desafían las distinciones ordinarias de lo que acontece en tanto compromiso político, de trabajo como actividad para ganarse la vida, la obra artística o cubrir las ne­cesidades materiales.”

Los centros sociales autogestionados puedan ser espacios para las Economías transformadoras. Olvidar la vieja idea de que la economía es cosa de capitalistas y asumir que la economía o la hacemos o nos la hacen. Es posible hacer otra economía donde el lucro se subordina a la vida; el autoritarismo a la democracia; el trabajo asalariado al trabajo emancipado. Cuestiones básicas para continuar con el objetivo esencial de lo que entendíamos como centros sociales y/u “okupas”: crear antagonismo desde abajo, desde los pueblos y ciudades.

 

Artículo citado: “De lo político como nacimiento y modos de vida plurales en espacios asociativos”. REVISTA TEMAS SOCIOLÓGICOS Nº 23 ∙ 2018 ∙ ISSN 0719-6458 ∙ pp. 147 – 186

Autoría: Pía Rius. Doctora en sociología, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), París. Universidad de la Patagonia, Argentina. Contacto: piavrius@yahoo.com.ar

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Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en el sector de la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (Atrapasueños, 2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (El Bandolero, 2011) a dos manos. He hecho aportaciones a las obras colectivas "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (Hojas Monfíes, 2017) y "Blas Infante: revolucionario andaluz" (Hojas Monfíes, 2019).

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