13 de Agosto de 1976: Asesinato de Javier Verdejo
El joven almeriense Francisco Javier Verdejo Lucas fue asesinado la noche del 13 al 14 de agosto de 1976 por miembros de la Guardia Civil mientras intentaba realizar una pintada en los muros del Balneario de San Miguel, en el barrio almeriense del Zapillo, junto a la playa de la capital. Era un estudiante de 19 años que militaba en la Joven Guardia Roja (JGR), las juventudes del Partido del Trabajo (PTE), organizaciones marxista-leninistas maoístas pocos años después desaparecidas.
Su intención era pintar en aquella pared una triple exigencia: “Pan, Trabajo, y Libertad”, pero sólo pudo pintar “Pan, T…” antes de ser descubierto y asesinado. El lema escogido por Javier y sus compañeros no era anecdótico o banal, la Almería de aquella época era una de los territorios más pobres y marginados tanto de Andalucía y como del Estado Español impuesto, contando con unos altísimos índices de paro y emigración.
Los compañeros de Javier, que estaban vigilando mientras el realizaba la pintada, le avisaron de la presencia de la Guardia Civil y salieron corriendo en distintas direcciones. Javier huyó en dirección a la playa, pero allí fue abatido a tiros junto a una caseta de bañistas donde se refugió. El disparo que acabó con su vida se había efectuado a corta distancia, apenas a seis o siete metros, además la bala había entrado a la altura del cuello. Algunos compañeros que visitaron la caseta de baño días después aseguraron que era como si hubieran abierto la puerta y hecho muchos disparos, porque la pared de atrás estaba llena de sangre.
Todo ello negaba las conclusiones del precipitado e interesado informe oficial que hablaba de un desgraciado “accidente”. Las diligencias eximían de toda responsabilidad a los miembros de la Guardia Civil. Según el Gobierno Civil se habría tratado sólo de la consecuencia de un simple tropezón. Un agente descubrió al joven pintando con spray un lema político y él, junto a sus acompañantes, salieron corriendo. La versión oficial sostiene que el agente dio el alto, pero no pararon. Entonces el guardia “tropezó y su arma, un Z-62, se le disparó causando la muerte de uno de los que huían”.
El entonces Presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, se encontraba disfrutando de unos días de descanso en el cercano Cabo de Gata, a unos escasos veinte kilómetros donde murió Javier. Allí pasaba unos días de asueto, rodeado de toda la fauna política almeriense del momento. Una de sus hijas había sido coronada esa misma noche como reina de las fiestas. El “demócrata” presidente ni se interesó por lo acontecido ni pidió responsabilidades al respecto.
Desgraciadamente, el padre de Javier, Guillermo Verdejo, farmacéutico, era un franquista recalcitrante que había sido Presidente del Colegio de Farmacéuticos almeriense, Procurador (parlamentario) en las Cortes fascistas y Alcalde de Almería. Cuando los guardias civiles que habían asesinado a su hijo se presentaron ante él para ofrecerle sus excusas, intentando explicarle que lo ocurrido ha sido fruto de un accidente, el padre de la víctima les contesta que sólo “habéis cumplido con vuestra obligación”. La familia jamás denunció el asesinato y en ello se parapetó el régimen para tapar el crimen.
Entonces era Gobernador Civil de Almería, el franquista Roberto García-Calvo, posteriormente premiado con una notable carrera jurídica. Fue ascendido a magistrado del Tribunal Supremo y luego al del Tribunal Constitucional, para así seguir “defendiendo” al régimen continuador borbónico desde la magistratura, como lo hizo con ocasión del asesinato de Javier.
Durante los trámites parlamentarios previos a su entrada en el Tribunal Constitucional, nadie preguntó por el asesinato y su encubrimiento. Nadie de todos los diputados demócratas pregunto a García Calvo por la represión en la huelga de pescadores, y peor aún, nadie pidió explicaciones por lo que había ocurrido para que un guardia civil, bajo su mando, disparase contra el joven Javier Verdejo causándole la muerte por hacer una pintada.
García-Calvo llegaría en los momentos posteriores al crimen a ponerse en contacto con los dirigentes de las organizaciones de izquierda de aquel tiempo presentes en Almería para amenazarles acerca de que no se podía acusar a un guardia civil sin pruebas y de las consecuencias de hacerlo. El objetivo de García-Calvo era impedir que Javier Verdejo se convirtiera en un símbolo.
Peor cuando se conoce la noticia, la JGRE y el PTE contactaron con el resto de fuerzas políticas de la izquierda, que acordaron actuar de forma unánime en solidaridad. Pese a los intentos de la familia y las “autoridades” por ocultarlo y hacerlo pasar desapercibido, el entierro de Javier Verdejo fue multitudinario impresionante. Una masiva demostración popular de rabia e indignación.
La tensión se palpaba en las calles y durante los funerales se mantuvo acuartelada a La Guardia Civil. Miles de personas se concentraron en la Plaza de San Pedro exigiendo justicia por el asesinato. Al terminar el funeral la masa de gente impidió que el féretro fuese introducido en el coche fúnebre y fue llevado a hombros por las principales calles de Almería entre lágrimas de dolor, puños en alto y rabia contenida.
La improvisada manifestación fue disuelta por la policía, como había amenazado García Calvo, y hubo multitud de detenidos. Muchos de ellos fueron además sancionados con multas que llegaron hasta las 30.000 pesetas. Lo mismo ocurrió en Granada, ciudad donde estudiaba Javier. En otros muchos lugares de Andalucía y del Estado hubo concentraciones y manifestaciones.
El 18 de agosto se convocó una jornada de lucha consistente en paros generalizados, boicot a mercados y autobuses y concentraciones que también acabaron con varias detenciones. Los actos de protesta también se extendieron al resto de Andalucía así como a múltiples lugares del Estado español. Al año siguiente se realizó en el actual Estadio de la Juventud un homenaje al que acudieron más de cuatro mil personas.
Los homenajes a Javier realizados se sucedieron en los años siguientes, hasta la disolución del PTE y la JGRE en 1980. Con posterioridad, la izquierda del régimen dio la espalda al recuerdo de Javier Verdejo, como de tantos otros luchadores antifascistas cuyo asesinato impune contradecía el discurso oficial de la la supuestamente pacífica y modélica “transición democrática”. No obstante, la izquierda andaluza soberanista y revolucionaria sigue rememorando cada año el crimen y continúa la estela de aquellos almerienses que exigían justicia en 1976.
“Pan y trabajo,
siempre se escapa el tiro
pá los de abajo.
¡Qué mala pata
no les saliera el tiro
por la culata!”
(Juan de Loxa)
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