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20 de julio de 1873: Proclamación del Cantón granadino

La I República proclamada en febrero de 1873 se mostraba reticente en cumplir, como era coherente con su carácter de república española, con la promesa de establecer un poder político desde los pueblos y ciudades hacia instancias mayores mediante la libre federación de sus integrantes. Las medidas que iba tomando no eran precisamente en ese sentido sino todo lo contrario, buscaban arrinconar a los republicanos “intransigentes” (aquellos que no aceptaban un proceso constituyente centralista, es decir desde las altas instacias políticas hacia el pueblo) estableciendo la destitución de los mandos militares “intransigentes” por ejemplo.

A estas alturas ya había acontecido la Comuna de París (1871) y con ella se había establecido la forma revolucionaria de construir poder para el pueblo: partiendo de la insurrección y las soberanía locales hacia formas federadas de poder popular.

Los federales cantonalistas de Granada eran de los más organizados; desde primeros de junio de 1873 ya mostraban su inquietud por conseguir cierto grado de autogestión política, ante la falta de respuestas de las Cortes constituyentes de Madrid. El 10 de junio, una disputa entre un oficial del Cuartel de la Merced y un republicano intransigente acabó con la muerte de éste; el hecho había ocurrido en una tasca junto al Arco de Elvira. Un numeroso grupo de compañeros del muerto rodeó el cuartel de carabineros y exigió que se disolviera el cuerpo; se entabló un tiroteo entre ambos bandos cuyo resultado fue de más de veinte muertos entre contendientes y la rendición de los acuartelados.

Los republicanos intransigentes, enardecidos y armados, rompieron su paciencia el 20 de julio y decidieron declarar la república o cantón independiente de Granada. En principio, el flamante Estado era de carácter sólo provincial, pero declaraba su simpatía y cordialidad con los nuevos estados vecinos que por aquellos días también se estaban declarando. En Andalucía todas las capitales se declararon repúblicas independientes. Pero las repúblicas independientes también fueron declaradas en varios municipios, caso de Loja y Motril. A imitación de la Comuna de París se crearon Comités de Salud Pública que actuaban como gobiernos con todos los poderes en sus manos (en la actual provincia de Granada también crearon Comités de Salud Pública independientes en los siguientes municipios: Gualchos, Sorvilán, Polopos, Almuñécar, Pulianas, Arenas del Rey, Ogíjares, Santa Fe, Guadahortuna, Benalúa de las Villas, Nívar, Lújar, Dólar, Albuñol, Molvízar, Algarinejo y Güevéjar).

Lo primero que hizo el Comité de Salud de Granada fue adueñarse de los poderes civil, militar y económico puestos por Madrid. Fue nombrado un gobierno interino, presidido por Francisco Lumbreras Sáez, dos vicepresidentes, dos secretarios y una docena de correligionarios. Todo ello sin dar un solo tiro ni sin que se produjera muerte alguna. Se incautaron del Boletín Oficial de la Provincia (que editaba la imprenta Viuda de Morell) y comenzaron a legislar. La primera medida fue, lógicamente, declarar independiente a la provincia y nombrar al Comité de Salud como único poder provincial. Al día siguiente fue publicado un extenso bando (4.000 ejemplares repartidos por toda la ciudad) conteniendo las nuevas normas del Cantón Granadino: se adoptaba como bandera la misma de la I República española; la separación iglesia-Estado era una realidad, prohibiéndose todo culto fuera de las iglesias y secularizando los cementerios; se eliminaron todos los impuestos y se liberalizaron estancos y puertos; los sueldos máximo y mínimo se fijaron, respectivamente, en 12.000 y 4.000 reales; se suspendieron las pensiones; se incautaron de todos los fondos del Banco de España; se abolieron privilegios regios; se revisarían todos los títulos de propiedad; todos los empleados públicos de la capital quedaban suspendidos hasta nueva orden, etc.

Pero la primera medida financiera fue solicitar un “empréstito forzoso reintegrable de seis millones de reales que se repartirán entre los mayores contribuyentes de esta localidad”. Un préstamo que se solicitaba a las clases adineradas para sufragar el naciente cantón granadino.

En el aspecto militar, tras apropiarse de todo el material de guerra que había, organizaron fuerzas para perseguir y combatir a los carlistas; aprobaron una partida para comprar armas a otras potencias; y obligaron a todos los ciudadanos entre 18 y 40 años a tomar las armas para defender el cantón.

Organizaron batallones armados para ayudar a levantarse, consolidar o defender a cantones vecinos. Enviaron una columna a Loja con la intención de que prosiguiera a Bobadilla y Montilla, pues Córdoba era la única provincia en que el movimiento cantonal estaba fallando, sobre todo porque por allí estaban llegando las tropas del gobierno de Madrid bajo el mando del general Pavía, con la intención de doblegar a todas las repúblicas independientes de Andalucía.

Pero el batallón granadino, de casi 1.200 efectivos, regresó pronto a Granada deibdo a que la línea férrea Córdoba-Sevilla había sido interrumpida (la línea Antequera-Granada estaba todavía en obras).

Tanto el Comité de Salud Pública como el alcalde de Granada habían decidido incrementar los trabajos de demolición de monumentos antiguos. El fin no era otro que mantener ocupadas a las clases obreras, llenar sus estómagos y acallar otras demandas. Aceleraron el derribo, desescombro y limpieza de edificios que, en su mayoría, ya venían siendo demolidos desde la revolución de 1868. El alcalde envió, el 2 de agosto de 1873, a cientos de braceros para que derribasen la iglesia de la Trinidad, acabasen de desescombrar su convento y abrir la plaza del mismo nombre que existe desde entonces.

Los cantones andaluces decidieron unir fuerzas para enfrentarse al ejército de Pavía, pero los dos batallones enviados por Granada no llegaron a presentarse para el combate. El fin de la república granadina llegó el 12 de agosto de 1873. Las tropas centralistas del general Pavía llegaron a Loja y Granada tras sofocar los cantones similares de Sevilla y Cádiz. Los militares enviados por el presidente centralista Nicolás Salmerón se presentaron en la explanada del Triunfo rindiéndose las fuerzas cantonales granadinas sin oponer resistencia. El general nombró a un nuevo gobernador civil, Francisco Arias de Reina, que recogió las armas y se empleó con mano dura. El cantón, que no llegó a cumplir el mes de existencia, se desarticuló con el desarme de los voluntarios republicanos y la destitución de los diputados que habían intervenido en este movimiento. Los ricos y las autoridades comenzaron a regresar de nuevo a la ciudad y Granada “pacificada” volvió a someterse al Estado español.
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Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en el sector de la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (Atrapasueños, 2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (El Bandolero, 2011) a dos manos. He hecho aportaciones a las obras colectivas "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (Hojas Monfíes, 2017) y "Blas Infante: revolucionario andaluz" (Hojas Monfíes, 2019).

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