Trump decreta la reanudación de la construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access

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El presidente de los EE.UU., Donald Trump, ha aprobado este martes los planes para retomar la construcción de dos controvertidos oleoductos: el Keystone XL, que transportará crudo desde Canadá hasta las refinerías estadounidenses, y el Dakota Access, que cruzaría el estado de Dakota del Norte, informan medios locales. Ambos proyectos fueron paralizados bajo el mandato de Barack Obama.

Esta acción, llevada a cabo en el cuarto día de presidencia de Trump, está en la línea de sus promesas electorales que hablaban de dar a la industria petrolera más libertad de expandir sus infraestructuras y crear así empleos, a la vez que reducir las limitaciones en el transporte de crudo. Trump, que ha nominado a Rex Tillerson, ex jefe de la petrolera ExxonMobil como secretario de estado, tenía una inversión de un millón de dólares (930.000 euros) en Energy Transfer Partners, la empresa dueña de Dakota Access.

En una comparecencia en el Despacho Oval, Trump aseguró que la construcción de esos dos proyectos, planeados hace años pero paralizados por el Gobierno de Barack Obama, estará sujeta a “términos y condiciones” que su gabinete va a “negociar” con las empresas encargadas de construirlos. Trump aseguró que “de ahora en adelante vamos a empezar a construir oleoductos en Estados Unidos”, declaró, añadiendo que “esto va a generar muchos trabajos en el sector de la construcción”. En otra orden ejecutiva se establece que la tubería necesaria para construir esos oleoductos “debe estar fabricada en Estados Unidos, porque ahora muchas de las tuberías se fabrican en otros países”. “Vamos a construir nuestras propias tuberías, como solíamos hacer en otros tiempos”, subrayó el nuevo presidente. Además argumentó que con la construcción de los oleoductos se crearían muchos puestos de trabajo: ”Serán 28.000 puestos de trabajo. Excelentes puestos de trabajo de construcción”.

La decisión de Trump de avanzar en la construcción de estos dos oleoductos enfurecerá a los defensores del medio ambiente, que han luchado muchos años para frenar ambos proyectos. Trump había prometido durante la campaña electoral que si llegaba a la Casa Blanca daría luz verde al tramo XL de Keystone. Y en su primera semana en el cargo ha dado el primer paso para ello. “Queremos arreglar nuestro país, nuestros puentes, nuestras carreteras. No podemos estar en un proceso de revisión ambiental por 15 años si el puente se está cayendo o la carretera se rompe en pedazos. Vamos a acelerar la revisión y aprobación ambiental”.

Los grupos ambientalistas y las tribus indígenas estadounidenses que llevan años combatiendo ambos proyectos se comprometieron a desafiar al mandatario. “El presidente Trump vivirá para lamentar las acciones que tomó el día de hoy”, dijo Michael Brune, director ejecutivo del grupo ambientalista Sierra Club. “Involuntariamente está empezando a construir un muro… un muro de resistencia. Esta lucha está lejos de haber concluido”. Por su parte, la organización Amigos de la Tierra dijo que Trump dio muestras de su “alianza con grupos petroleros y los bancos de Wall Street” en detrimento “de la salud pública y el medio ambiente”.

El gobierno de Barack Obama rechazó el proyecto del oleoducto Keystone XL en noviembre de 2015 al considerar que no servía “al interés nacional” y a finales del año pasado negó un permiso para construir el proyecto Dakota Access. Obama argumentó entonces que la construcción del tramo XL del Keystone “no supondría una contribución significativa a largo plazo para nuestra economía” y hubiera “socavado el liderazgo” a nivel mundial de Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático. La razón del rechazo de Obama fue que ese oleoducto transportaría petróleo, en cuya extracción, por métodos no convencionales, se generan enormes cantidades de gases que causan el cambio climático.

El tramo XL, de 1.897 kilómetros de longitud, tiene previsto transportar 890.000 barriles de petróleo diarios desde los yacimientos de arenas bituminosas de Fort McMurray en la provincia de Alberta (Canadá) hasta el pueblo de Steele City (Nebraska), donde conectaría con el resto del oleoducto Keystone.

Además, activistas ambientales y la tribu sioux de Standing Rock realizaron protestas para bloquear la construcción del oleoducto Dakota Access, de 1.825 kilómetros, que llevaría petróleo pesado extraído por medio del controvertido método del “fracking” desde Dakota del Norte hasta el estado de Illinois.

Los detractores del proyecto argumentan que la construcción del oleoducto de Dakota del Norte pasaría cerca de su reserva en una zona en la que hay cementerios y lugares de culto tradicionales y podría potencialmente dañar su abastecimiento de agua si se produce una ruptura del oleoducto, al pasar por debajo del lago Oahe. En cambio, las autoridades de Dakota del Norte y del Sur y la empresa constructora consideran que este oleoducto no presenta riesgos medioambientales.

(Fuente: agencias AFP /Reuters / Infobae / Ria Novosti)

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La última batalla de los Sioux

La reserva india de Standing Rock, en Dakota del Norte y del Sur, es casi tan grande como Asturias pero sólo tiene 8.000 habitantes. Entre ellos no está la persona más famosa de la reserva: Toro Sentado, que yace en el centro de la reserva, en la parte de Dakota del Sur, bajo un gran busto de piedra blanca, con el nombre y la fecha de nacimiento, en inglés y en lakota – el idioma de los indios sioux, una de las tres tribus que viven en la reserva -. A su lado está la tumba de Sacagawea, la esclava india que guió a los exploradores Meriwether Lewis y William Clark cuando éstos cruzaron lo que hoy es Estados Unidos en un viaje organizado por el entonces presidente William Jefferson. Les llevó dos años. Y sobrevivieron al invierno cerca de donde está la tumba, gracias a la hospitalidad de los indios de la tribu Mandan. Una tribu que ya entonces estaba diezmada por la viruela que le habían transmitido los tramperos franceses, que patrullaban la cuenca del río Mississippi cazando castores.

Toro Sentado y Sacagawea miran al cielo rodeados por un paisaje que es una sucesión de páramos desolados. Porque al natural la gran pradera de Estados Unidos es poco más que un semidesierto azotado por un viento que no cesa nunca. A los pies de las tumbas arrancan los acantilados por los que pasaron Lewis, Clarke, Sacagawea y los tramperos. Las cuestas y los cortados acaban en el río Missouri, que aquí forma el embalse de Oahe.

Este embalse anegó el 90% de los bosques y las tierras cultivables de la reserva de Standing Rock y de la de Cheyenne River, que está en la otra orilla del río. Cuando en los años 50 los sioux y los cheyenne trataron de contratar a un abogado que los protegiera de los planes del Gobierno de EEUU, la Oficina de Asuntos Indios se lo prohibió. ¿Para qué iban a tener abogado cuando legalmente no podían ni siquiera votar en parte del país ya que legalmente estaban “bajo el tutelaje” del Estado?

Todo Standing Rock tiene un aire de pobreza desolador: los alcohólicos tumbados en medio de las calles de casas prefabricadas a las 11 de la mañana; el triste casino de Grand River, a apenas 10 minutos en coche de las tumbas de Toro Sentado y Sacagawea; las personas de apenas 50 años que parecen de 80 por los estragos de la metanfetamina, la droga de los pobres de las zonas rurales de EEUU; y hasta las carreteras de rectas kilométricas que van de ningún sitio a la nada.

La reserva, como las demás de las dos Dakotas, es tan pobre que los únicos actos electorales que se celebran allí son las “alimentaciones” (feeders) y que consisten, literalmente, en que el Partido Demócrata ofrece comida a la gente junto a los colegios electorales, a ver si así se animan a votar. El Partido Republicano, como no tiene votos entre los indios, trata de prohibir las “alimentaciones”, alegando que es compra de votos.

Un hombre, una hamburguesa, un voto. En Standing Rock se comprende la frase de otro famoso caudillo sioux, Nube Roja: “Nos prometieron muchas cosas. Tantas que no recuerdo. Pero una sí la cumplieron: quitarnos la tierra”. También les quitaron el nombre. Sioux -pronunciado ‘súu’ – procede de como los llamaban sus enemigos ojibwa: “nadoiessoux”, que significa, ni más ni menos, “serpiente”. Dado que los ojibwa y los sioux llevaron a cabo entre sí una guerra de exterminio en busca del genocidio mutuo, es de imaginar que justo la palabra que les ha hecho famosos les enfurezca.

La única cosa que no les quitaron a los lakota fue la dignidad. Porque, en pleno 2016, la tribu ha organizado una rebelión para defender su estepa. Desde julio, cientos de activistas de 200 tribus están bloqueando la construcción de un oleoducto de 1.825 kilómetros cuya obra va a costar 3.800 millones de dólares (3.500 millones de euros) a través de un territorio que roza su reserva, y llevará el petróleo pesado extraído por medio del controvertido método del fracking desde Dakota del Norte hasta el estado de Illinois. Es la mayor concentración de tribus desde la época de las guerras indias del siglo XIX.

El rechazo de los indígenas de Standing Rock tiene motivos tanto tangibles como psicológicos. Los primeros son los oficiales, están expuestos en la web de los sioux de Standing Rock y son de carácter medioambiental y cultural. Porque el oleoducto no pasará por la reserva, aunque sí a menos de un kilómetro de ella, en una zona en la que hay cementerios y lugares de culto tradicionales. Una cuestión muy delicada para los indios de las praderas, que están hartos de encontrarse en sus territorios a gente que entra a violar tumbas y llevarse los ornamentos que éstas tienen, bien como recuerdo, bien para vendérselas a coleccionistas.

También está la cuestión de la salud pública. La tubería cruzará el Missouri a pocos cientos de metros río arriba de la reserva, a través del lecho del pantano de Oahe. Si se produce una rotura, los primeros afectados serán los habitantes de Standing Rock y los de Cheyenne River. Antes de que la contaminación llegue a Pierre, la capital de Dakota del Sur -que apenas tiene 6.000 habitantes y que se llena al atardecer de ciervos que cruzan las calles como Pedro por su casa-, habrán sido los indígenas los que la sufran.

Pero, además, hay un factor adicional: el agravio comparativo. Hace justo un año, el Gobierno de Barack Obama negó el permiso para construir una tubería de 525 kilómetros, el llamado Tramo XL del Oleoducto de Keystone, a través de Montana, Dakota del Sur y Nebraska. La razón fue que esa obra transportaría petróleo de la provincia canadiense de Alberta y de Dakota del Norte, en cuya extracción, por métodos no convencionales, se generan enormes cantidades de gases que causan el cambio climático.

El Partido Republicano estaba a favor del XL, como lo está Donald Trump (aunque, que se sepa, no tiene inversiones en TransCanada, que es la empresa que iba a construirlo). Pero no es menos cierto que ese partido sólo aceptó la obra una vez que las autoridades de Washington y TransCanada dieron garantías adicionales de que, en caso de rotura de la tubería, ésta no contaminaría el acuífero del que obtienen agua los ganaderos del estado de Montana, en su inmensa mayoría republicanos. Un acuífero que, encima, se llama Ogallala, una palabra que es una corrupción del nombre de otra tribu lakota, los oglalla.

Tratado del siglo XIX

Ninguno de esos argumentos es válido para la Justicia, para las autoridades de Dakota del Norte y del Sur, y para la empresa constructora. Según ellos, el oleoducto no presenta riesgos medioambientales y, además, el terreno por el que pasa no está cubierto por ningún tratado del siglo XIX entre Washington y los indios. Finalmente, arguyen, los indios de EEUU han hecho del litigio por sus presuntos cementerios una bella arte -y, en ocasiones, muy rentable-. Eso ya quedó de manifiesto cuando los indígenas de Massachusetts bloquearon, alegando que sus antepasados tiraban sus restos mortales allí, un parque eólico en el mar.

Para hacer más rocambolesca la historia, su principal apoyo fue la familia Kennedy, que no quería que las vistas al mar desde su mansión de Cape Cod quedaran alteradas por la presencia de decenas de aspas flotantes. Así que para los indígenas está claro: lo que es necesario para las personas de origen europeo no lo es para ellos. Por eso, los descendientes de Toro Sentado se han lanzado a ocupar la pradera.

Primero lo intentaron en los tribunales, dado que la ruta del oleoducto es una flagrante violación del Tratado del Fuerte Laramie de 1851. Perdieron. Lo cual no es una sorpresa, porque los tribunales tienden a entender los tratados de forma asimétrica: cuando benefician a los indígenas, no valen; cuando ayudan a los descendientes de los colonos, sí. De hecho, el golpe de gracia al proceso legal de los indios lo dio un tribunal de Washington el 8 de octubre, la víspera del Día Mundial de los Pueblos Indígenas.

Entretanto, Dakota Access compró el terreno en el que se estaba realizando la protesta, y el campamento tuvo que moverse a otro sitio a varios kilómetros. Así que la controversia parecía camino de ser ignorada por los medios de comunicación de Estados Unidos, para los que los indígenas son un tema de mínimo interés. A fin de cuentas, ¿qué cabe esperar cuando el equipo de fútbol americano de Washington tiene un nombre tan inconfundiblemente racista como Pieles Rojas (Redskins)?

Pero los lakotas y sus aliados tienen en el siglo XXI una ventaja de la que carecían Toro Sentado y Nube Roja: internet. El vídeo de siete minutos sobre las protestas de septiembre colgado por Goodman ya cuenta con más de 14 millones de visitas. Y la semana pasada un juez de Dakota del Norte rechazó los cargos en contra de la periodista. Al mismo tiempo, la estrella de rock Neil Young y los sospechosos habituales de este tipo de causas en Hollywood -Susan Sarandon, Leonardo DiCaprio, Ben Affleck- se han pronunciado a favor de los indios. Los disturbios del sábado fueron difundidos a través de Periscope, el servicio de vídeos de Twitter, y de Facebook Live, y esas retransmisiones han tenido decenas de miles de visitas cada una. Los indígenas también han creado la organización ReZpect Our Water, cuya grafía es claramente alternativa (sería el equivalente de emplear la letra k en lugar de la c en español), a través de la cual se han coordinado con una amplia gama de grupos de izquierda dentro y fuera de Estados Unidos.

Los indios de Standing Rock serán pobres, pero no tontos. Igual que sus ancestros dominaron la guerra de guerrillas en la pradera, ellos están aprendiendo la guerra de guerrillas mediática. Y, del mismo modo que los europeos sólo se impusieron a los indígenas por medio del uso de la fuerza, las autoridades locales y los guardias de Dakota Access están empleando todos los medios a su alcance contra el ingenio de los indios. Así, el sábado la Policía de Dakota del Norte abatió a tiros los drones de los manifestantes que estaban filmando la dureza de las fuerzas del orden.

Y así los indios rebeldes de Standing Rock han conseguido romper la indiferencia de la sociedad de Estados Unidos. No han parado las excavadoras, pero han elevado la apuesta. El lunes bloquearon la autopista 1801, que cruza Dakota del Norte de lado a lado. Es la nueva guerra india del siglo XXI. Como ha declarado a la cadena de televisión ABC Cody Hall, el portavoz del campamento que ha bloqueado la autopista 1801: “Vamos a luchar hasta el final”. El espíritu de Toro Sentado, que fue asesinado después de haberse rendido y aceptado vivir en la reserva, sigue vivo en Standing Rock.

(Fuente: El Mundo / Autor: Pablo Pardo)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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