Gil de San Vicente: “Si en Euskal Herria se olvida la historia de lucha y resistencia de nuestro pueblo, corremos el peligro de que triunfe definitivamente la normalidad capitalista”

Iñaki Gil de San Vicente es hoy por hoy uno de los más prestigiosos intelectuales del País Vasco, que además tiene amplia proyección internacional. Sus ideas revolucionarias e independentistas, y su clara apuesta por una Euskal Herria socialista generan ampollas en la partidocracia burguesa vasca, pero también fronteras afuera, su pensamiento hace mella en quienes abrevan en atajos socialdemócratas, “posibilistas”, neodesarrollistas y reformistas. Esos, que finalmente se inclinan por seguir sosteniendo la actual estructura capitalista.

Conversamos con Gil de San Vicente en el reciente marco de un Seminario Internacional convocado por el MST de Brasil, y estas son sus interesantes reflexiones sobre la crítica situación que se vive en el País Vasco.

¿Se puede decir que esta crisis actual ha generado pobreza en el País Vasco?

El concepto de “pobreza” es engañoso y está cargado con elementos ideológicos medievales y burgueses, todos ellos justificadores y defensores de la explotación social. Por esto es muy importante, muy esclarecedor, que el colectivo Elkartzen, inserto en el movimiento popular vasco, insista en la necesidad de definir qué es la pobreza en el capitalismo actual, cual es el umbral de pobreza. Es sabido que existen diversos métodos para medir la pobreza, para definirla, etc., y que la mayoría de ellos apenas tienen en cuenta la totalidad de las condiciones de vida, trabajo y explotación. El grueso de tales métodos busca suavizar y reducir el impacto social de la pobreza.

En realidad, definir la pobreza es un problema de metodología sociopolítica y de crítica a la propiedad privada de las fuerzas productivas: hay que hablar de empobrecimiento más que de pobreza. Y el empobrecimiento hay que verlo tanto en su forma relativa como en su forma absoluta. La primera, la relativa, existe cuando la riqueza de la clase dominante aumenta más que los recursos de las clases explotadas, incrementándose la distancia que les separa. El empobrecimiento absoluto, la segunda, se produce cuando las clases explotadas tienen menos recursos hoy que ayer, es decir, empeora cuantitativa y cualitativamente en todos los sentidos si se compara su presente con su pasado.

El empobrecimiento es absoluto cuando, por ejemplo, conlleva el desahucio, o la pobreza energética y alimentaria, o restricciones culturales y sanitarias por incapacidad de comprar medios de estudio, medicinas, etc. Las mujeres, la infancia y la tercera edad son los grupos sociales más afectados dentro del pueblo trabajador. El empobrecimiento va unido a la precarización e inseguridad vivencial. La precariedad vital es una constante capitalista que se multiplica con el neoliberalismo y, sobre todo, con la mundialización de la ley del valor y del mercado.

La precariedad y el empobrecimiento generan dos grandes bloques de sentimientos contrarios: uno es el de izquierdas cuando existen organizaciones revolucionarias que explican sus causas e impulsan la lucha para recuperar los derechos perdidos según una estrategia orientada a la toma del poder por el pueblo trabajador; y el otro es el del reformismo o centro-derecha con una variante de extrema derecha y neofascismo que crece manipulando en su beneficio la inquietud, la ansiedad y hasta el miedo por el futuro que se alimentan de la precariedad vital, de la inseguridad por el futuro. Todas las formas de racismo y patriarcalismo reaparecen en este segundo bloque.

Cuando decimos que definir el empobrecimiento es un problema sociopolítico es porque, entre otras razones, pesa mucho el poder global del Estado capitalista, de su aparato cultural, de su modelo territorial, de la opresión nacional que practica sobre pueblos oprimidos a los que divide y fracciona. Estos y otros obstáculos dificultan sobremanera que las y los vascos dispongamos de un sistema estadístico único y fiable para toda Euskal Herria porque los Estados español y francés nos han dividido en tres trozos. Por falta de espacio, en el caso de la pobreza voy a recurrir a los datos de Elkartzen, lo más fiables sobre uno de los tres trozos en que nos han dividido a vascos y vascas, el de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV).

En un informe del marzo de 2016 Elkartzen indicaba que en la CAV el 1,67% de la población controla el 44,78% de la riqueza, mientras que el 8% sobrevive con ingresos inferiores a 500 euros al mes, y el 36,33% se situaba por debajo del Umbral de Pobreza (37,5% del PIB per cápita). O sea, el 44,33% malvive por debajo del umbral de pobreza mientras que menos del 2% controla casi el 45% de la riqueza. Según un informe de Cáritas el 45% de la población de la CAV se encontraba en “riesgo de exclusión social” en 2014, existiendo una cronificación de la pobreza.

En otro informe de junio de 2016, Elkartzen indica que en 2015 ha aumentado un 15% las circunstancias de exclusión social en la CAV; al pasar del 15,3% en 2014 al 17,6% en 2015. A esto hay que sumar que el 11% de la población se encuentre en riesgo de pobreza; con carencias materiales severas, un 4´6%; y un 14´3% con dificultades de acceso a un empleo. O que el 18% de las personas trabajadoras perciben salarios por debajo del umbral de pobreza. Es decir, más un tercio de las familias vascas padecen entornos de pobreza severa. Elkartzen denuncia que la eliminación de la Prestación Económica de Vivienda (PCV) y las Ayudas de Emergencia Social (AES) afectará a 37.000 familias: las 30.000 que percibieron la PCV; y las 7.000 familias las AES, en el año 2015. Este recorte empobrecerá aún más, si cabe, a amplios sectores sociales; dejando desatendidas sus necesidades básicas de acceso a una vivienda digna.

En otro informe más reciente, de septiembre de 2016, Elkartzen indica que los recortes que se han ido aplicando en los últimos años en el acceso a las prestaciones sociales están conllevando un incremento de las situaciones de marginación en nuestros pueblos y barrios: más de un tercio de las familias vascas padecen entornos de pobreza grave. En concreto, en 2015 aumentaron en un 15% las circunstancias de exclusión social en la CAV según los datos de la última “Encuesta de Condiciones de Vida” del Instituto Nacional de Estadística. Elkartzen se refiere al Instituto Nacional español, no vasco. Según este estudio, un 4´6% de la población se encuentra en una situación de carencia material severa. Además, el 11% de las familias se encuentran en riesgo de pobreza. A su vez, cerca del 15% de las familias tienen dificultades de acceso a un empleo. A tener en cuenta que el 18% de las personas trabajadoras perciben salarios por debajo del umbral de pobreza.

La desindustrialización y el aumento del desempleo en este sector primero son decisivas en el empobrecimiento y precarización de la vida. Según otros datos, en 2008 el empleo industrial aportaba el 25,3% del PIB y explotaba la fuerza de trabajo de 249.000 personas, pero en 2014 había bajado al 21,3% del PIB explotando 196.000, es decir, un retroceso de 4 puntos del PIB y una destrucción de 53.000 empleos directos. Según estas fuentes, de los 995.000 empleos en 2008 se ha caído a 900.000 en 2014.

Ciertas investigaciones sostienen que probablemente más de 10.000 jóvenes de la CAV han emigrado entre 2009 y 2013, y que existe un desempleo juvenil del 45%. Se calcula que esta emigración alcanzará los 4.400 millones-€ de coste en 2025. Otro estudio más riguroso indica que 109.000 abandonaron la CAV entre 2000 y 2011, de los cuales han vuelto sólo el 48%. Es la primera vez en la plena historia capitalista de la CAV, es decir, desde finales del siglo XIX, que se produce emigración juvenil, y aunque su número descienda o se estanque lo cierto es que ha desaparecido la sensación de disponer de un futuro relativamente asegurado en el propio país sin el peligro de tener que emigrar.

Esta incertidumbre sobre el futuro personal se convierte en certidumbre colectiva sobre otra novedad: se sabe que la juventud actual malvive y malvivirá ya con menos derechos sociales, nacionales, feministas, ecológicos…, y peores expectativa que la generación de sus padres. Se sabe que hay un retroceso histórico en estas cuestiones básicas. Si es la primera vez que la juventud vasca se enfrenta a la posibilidad estructural de la emigración, precariedad y empobrecimiento en un contexto de retroceso democrático, si esto es verdad, lo peor es que aun claudicando a la emigración para encontrar otro explotador que pague un salario menos malo, aun así y pese a todas las cesiones que se haga al capitalismo, será imposible ya volver a los derechos anteriores de finales del siglo XX.

Semejante empeoramiento social es ocultado o suavizado, cuando no legitimado, por la poderosa industria política-mediática y cultura, especialmente la TV llamada “pública” de la CAV, EITB, altavoz de los intereses e ideología de la clase burguesa. Pero también debemos considerar el agotamiento teórico y político de determinadas izquierdas que se formaron en la fase capitalista anterior, la del keynesianismo y los manuales de Moscú y de Pekín, superadas por la implosión de la URSS y la simultánea ofensiva capitalista. Sin embargo, la izquierda abertzale fue capaz de sostener junto con otras fuerzas sindicales, populares y sociales una serie de amplias huelgas generales desde 2009 y otras muchas huelgas y luchas parciales contra los ataques del capital, resistencias que en buena medida frenaron el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo.

¿Cómo evalúa las respuestas que provienen de la izquierda abertzale que durante años ha tenido un recorrido de oposición y radicalidad frente a la prepotencia española contra Euskal Herria? ¿Cuál es su apreciación sobre el camino que ha abierto esa izquierda independentista a partir del abandono de la lucha armada?

Antes de analizar las diferentes respuestas debemos saber que la izquierda abertzale es más plural y multifacética de lo que se cree porque se ha ido formando con la confluencia de diferentes sectores durante al menos los últimos sesenta años, según qué baremo empleemos. Hay que tener esto en cuenta para entender las diversas respuestas ante los cambios del capitalismo desde finales del siglo XX. No podemos reducir el todo a una de sus partes, es decir, no podemos simplificar y sostener que toda la izquierda vasca ha girado espectacularmente al electoralismo institucionalista como única forma de hacer política, abandonando las luchas populares y desentendiéndose de la lucha de clases.

El que conceptos imprescindibles para conocer la realidad como tasas de ganancia y explotación, lucha de clases, imperialismo, opresión de sexo-género y poder adulto, industria político-mediática y cultural, opresión lingüística, método dialéctico, revolución socialista, reforma y/o revolución, etc., hayan desaparecido de una parte de la izquierda vasca no quiere decir que toda ella haya claudicado teórica y filosóficamente. El que resurja un evolucionismo plano, que fascinen las modas ideológicas de turno sobre el Postcapitalismo, que la sociología academicista sea alabada como “ciencia social”, que el crucial problema de la propiedad privada de las fuerzas productivas sea sistemáticamente ignorado, etc., esta recuperación de formas actuales de la ideología reformista de siempre sólo indica que en Euskal Herria también e inevitablemente reaparecen periódicamente mezclas de corrientes reformistas anteriores.

En contra de lo que se cree las bases últimas de los reformismos se sintetizan en pocas raíces surgidas en el último tercio del siglo XIX que luego, al crecer como las ramas de un espino, adquieren tantas formas y colores que aparentan ser realmente nuevas, únicas, y lo que es peor, definitivas. Determinadas situaciones, sobre todo crisis, que no podemos detallar ahora facilitan la difusión de reformismos “nuevos” convencidos de que, por fin, han enterrado al viejo cadáver de la revolución socialista. Sin precisarlo ahora, esto ha ocurrido en los últimos años en la izquierda vasca en la que ha ido creciendo varias corrientes que coinciden en tesis que iremos viendo.

Las respuestas que ha dado la izquierda abertzale están marcadas por las corrientes que han surgido en su interior ante la presión de los cambios globales. Podemos discernir seis grandes bloques de respuestas, resumidas en lo esencial sin más precisiones:

Una, el afianzamiento de la corrientes que sostenía acabar con la lucha armada para desbloquear lo que definían como impasse político porque el Estado había logrado anular la eficacia acumulativa de la lucha armada: dos, la dejación de la lucha armada pero la continuidad de ETA, hasta el presente; tres, sobre esta respuesta y usándola como excusa, el brusco giro al institucionalismo electoralista de una parte de la izquierda intentando imponer al resto su “nueva estrategia” al amparo una primera subida electoral; cuatro, como respuesta contraria, la formación de grupos que no aceptan el bloque tres y se reclaman de la izquierda; cuatro, incremento del desconcierto y debilitamiento de la militancia en el bloque tres a pesar de las primeras victorias electorales; cinco, estallido de la crisis en el bloque tres, paso a segunda fila de sus principales dirigentes e inicio de un debate colectivo para reorientar la línea política; seis, intentos de sectores del bloque cuatro para confluir en otra organización revolucionaria que recupere las lecciones válidas desarrolladas en sesenta años de lucha; y siete, la apertura de un debate más amplio que el de Sortu ya que además de abarcar a Ernai, LAB y Askapena, también se da en otros sectores populares.

¿Qué apreciación tengo sobre el camino abierto tras el cese unilateral de la lucha armada? Si por “vía abierta” se entiende la línea por ejemplo de la “vía vasca a la paz” y el resto de documentos oficiales, pienso que es un camino sin salida, que estaba taponado desde su inicio porque era irreal, carecía de objetividad histórica, es decir, despreciaba las contradicciones irresolubles del capitalismo. Tras cinco años de los Acuerdos de Aiete en 2011, no puede reconocerse otra cosa que fue, como alguien dijo, una magistral tomadura de pelo a la izquierda abertzale. Una vez más, el Estado español ha incumplido lo que prometió.

¿Desde su punto de vista, ¿qué quiere ser, qué busca SORTU como proyecto político?

Sortu, como buena parte de la izquierda abertzale, está en una reflexión interna originada, para mí, por el fracaso de la línea emprendida hace seis o siete años, según se mire. Fracaso que no hay que achacar sólo a la histórica falta de palabra española, sino sobre todo a que la lucha de clases no entraba en la estructura cognitiva de la dirección que entonces se creyó las promesas españolas. Pensamos con conceptos engarzados lógicamente mediante teorías e hipótesis a demostrar. Si el antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción no tiene cabida en estos conceptos, teorías e hipótesis, entonces nuestra estructura cognitiva no capta esa contradicción esencial y determinante en la sociedad burguesa.

Al escapársele esa unidad y lucha de contrarios irreconciliables, nuestra estructura cognitiva imagina que vive en un mundo más o menos armónico aunque inestable, con oposiciones y diferencias –pero sin contradicciones- que pueden resolverse negociando. Ninguna contradicción se resuelve definitivamente mediante negociaciones, sino en la lucha entre las fuerzas en pugna. La negociación bien llevada sirve para debilitar al contrario y fortalecerse uno para, de inmediato, intensificar la lucha. Si esta segunda parte, decisiva a la larga, es abandonada, la primera parte, la negociación a secas, se convierte en una victoria del enemigo.

A mi entender, Sortu y otros sectores de la izquierda abertzale se encuentra en la disyuntiva de escoger entre el evolucionismo que niega la contradicción, y la unidad y lucha de contrarios. Son dos formas que se excluyen en la práctica. Desgraciada pero significativamente, en los últimos años se ha ido imponiendo la primera tesis por razones que en parte hemos expuesto arriba pero que son más extensas como para detallarlas ahora.

Si Sortu quiere ser una organización revolucionaria capaz de criticar el presente desde una perspectiva socialista y desde ella alumbrar el futuro independentista, si quiere serlo, debe entrar de hoz y coz en la lucha de clases, en la explicación pedagógica y radical a la vez asumiendo su responsabilidad de militancia de vanguardia, pero soy muy escéptico de que triunfe esta u otra posición idéntica en lo sustancial.

Soy escéptico porque, por ejemplo, la militancia de Sortu es bombardeada por voceros oficiales con lecturas positivas de los resultados electorales recientes, en lo que EH Bildu perdió en realidad 52.735 bajando de un 25,00% a un 21,23% en la elección del Parlamento de la CAV, mientras en la elección del Parlamento español ha perdido 35.033 votos bajando del 0,87% al 0,77%. Tales interpretaciones retuercen la lógica al extremo y limitan la capacidad crítica de la militancia precisamente cuando más falta hace para el debate interno y para enfrentarse con realismo al futuro.

La imagen general que sobre la sociedad vasca ofrecen los medios oficiales de la izquierda abertzale no cuestiona la dinámica de explotación, la propiedad burguesa, la fusión de clase de la burguesía vasca con los Estados español y francés, tampoco pone a disposición de la militancia una “caja de herramientas” teórica para conocer el “nuevo” capitalismo descrito muy rápidamente arriba, etc. En todo caso se limitan a repetir tópicos de hace tres lustros o más sobre la globalización, el capital financiero, el neoliberalismo, etc., que ya no sirven para combatir al capitalismo mundial y vasco tal cual es en el presente, y tal cual será en el futuro. Esto hace que, a grandes rasgos, la militancia tenga una visión muy borrosa y confusa en casos sobre la situación real del sistema y sobre sus perspectivas.

El debate en Sortu debiera plantarse cuestiones vitales como la si hay que atemorizar a la burguesía como ella atemoriza al pueblo, pero en sentido contrario. Por ejemplo, la izquierda abertzale mantiene pese a todo una presencia electoral considerable para lo que es el contexto político europeo. A veces minusvaloramos esa presencia y el miedo que ella infundiría en la clase burguesa si pasase de ser simple presencia pasiva a fuerza radical activa dentro de las instituciones del poder. Pero surge la duda: ¿hay que meter miedo a la burguesía, a la feroz patronal vasca que busca por todos los medios aplastar al sindicalismo sociopolítico, por citar un solo caso?

La pedagogía del miedo es uno de los medios de sumisión más efectivos ¿por qué no reflexionar sobre si puede y debe ser un medio de liberación aplicada en su sentido antagónico? Por ejemplo, una cosa es la presencia electoral y otra muy diferente es la fuerza electoral si por ella entendemos la capacidad de llevar al parlamento e instituciones el potencial obrero y popular enorme que en la calle mantiene todavía la izquierda vasca, fuerza electoral e institucional supeditada siempre a la lucha de clases en la calle. ¿Por qué no debatir sobre si hay que activar la fuerza electoral dentro de las instituciones? Este debate no es nuevo en las izquierdas: Rosa Luxemburgo lo sintetizó así en 1906:

«El terreno de la legalidad burguesa del parlamentarismo no es solamente un campo de dominación para la clase capitalista, sino también un terreno de lucha, sobre el cual tropiezan los antagonismos entre proletariado y burguesía. Pero del mismo modo que el orden legal para la burguesía no es más que una expresión de su violencia, para el proletariado la lucha parlamentaria no puede ser más que la tendencia a llevar su propia violencia al poder. Si detrás de nuestra actividad legal y parlamentaria no está la violencia de la clase obrera, siempre dispuesta a entrar en acción en el momento oportuno, la acción parlamentaria de la socialdemocracia se convierte en un pasatiempo tan espiritual como extraer agua con una espumadera. Los amantes del realismo, que subrayan los “positivos éxitos” de la actividad parlamentaria de la socialdemocracia para utilizarlos como argumentos contra la necesidad y la utilidad de la violencia en la lucha obrera, no notan que esos éxitos, por más ínfimos que sean, sólo pueden ser considerados como los productos del efecto invisible y latente de la violencia».

¿Están superadas estas palabras? ¿Puede haber hoy, en el capitalismo actual, un debate político y teórico que se permita el lujo de desdeñar estas y otras lecciones? ¿Por qué no se debate si lo están o no, o qué cambios de forma hay que introducir reconociendo que su fondo sigue tan vigente como entonces?

¿Qué papel juega todo esto, qué justifica o no justifica la existencia de ETA en este marco?

Lo primero que hay que decir es que ETA es un referente simbólico objetivo, como son los gudaris de 1936-45, la insurrección de octubre de 1934 en Euskal Herria…, independientemente de la valoración que se quiera hacer de ella como proceso histórico. Hubo tantas ETAs como generaciones o como corrientes políticas que se dieron en su interior, aunque sí existe un denominador común que recorre a la mayoría de ellas. Podemos hablar del fenómeno-ETA como proceso capaz de resistirlo todo hasta decidir él mismo su abandono de la lucha armada, y dentro de este largo fenómeno-ETA la existencia transitoria de varias ETAs concretas, hasta la Tercer Asamblea, de la Cuarta Asamblea a la Quinta, o Sexta, de sus escisiones, etc.

Cualquiera que haya leído algo sobre las categorías filosóficas del método dialéctico reconocerá de inmediato que empleo las de esencia y fenómeno y contenido y forma. La esencia y el contenido de ETA como proceso histórico surgieron en los años de plomo de la dictadura franquista, y el fenómeno y la forma fueron apareciendo por las presiones concretas de la lucha. Las tensiones entre esencia y contenido, por un lado, y por otro fenómeno y forma daban paso a diferencias tácticas, oposiciones estratégicas y contradicciones en los objetivos históricos, momento en que se producían saltos cualitativos expresados en sucesivas escisiones. En su origen, el contenido y la esencia de ETA fueron un llamado al pueblo para que rompiera el muro de terror paralizante. Quiérase admitirlo o no, fue un logro con repercusiones totales para la historia vasca.

No tener en cuenta este referente histórico sería una caída brutal en la forma burguesa de entender la realidad en algo tan básico como es la fuerza material de los factores morales, simbólicos: terminada por decisión propia su fuerza armada, la fuerza simbólica de ETA es la que el poder quiere aniquilar cuanto antes porque sabe por experiencia que la fuerza simbólica puede llegar a ser fuerza material expresada políticamente. Aquí llegamos a la cuestión de la pervivencia de ETA en el futuro como organización política que ha dejado la lucha armada por decisión propia. Yo no soy quien para juzgar sobre qué debe hacer esta organización: disolverse o continuar, debe ser una decisión suya.

Sí puedo opinar y pienso que, al margen de la decisión de ETA sobre su futuro, es necesidad nuestra y nuestro deber mantener la memoria militar vasca de la que ETA ya es una parte, las más reciente, pero una parte. Para los pueblos oprimidos la memoria militar es imprescindible por razones tan obvias que no las repito aquí, lo mismo que para los opresores lo es acabar con ella. Pero el reformismo, el que fuera, no puede defender la memoria militar porque, desde la perspectiva popular, ésta reactualiza en todo momento la dialéctica de la unidad y lucha de contrarios: ¿memoria de las y los oprimidos o de los opresores? No puede existir la misma memoria para los dos; no existe una memoria única, neutral, al igual que no existe una única paz permanente, sino paces concretas y finitas ya que en toda sociedad basada en la opresión, explotación y dominación la paz es el interludio entre dos luchas dentro de un conflicto permanente.

Al respecto de lo que dice sobre que Euskal Herria estaba a punto de desaparecer en esos años 50 por toda la invasión de los Estado español y francés, ¿puede pensarse que el hecho de que haya existido una confrontación armada -como ha ocurrido en otros pueblos- ha permitido que se haya salvado la cultura de Euskal Herria? ¿Existe el peligro que si esta esta confrontación radical al Estado que se ha mantenido hasta ahora, retrocede o pierda fuerza, se puedan perder toda una serie de conquistas referente al euskera, o a la cultura anti-capitalista?

Si por Euskal Herria en la década de los ’50 entendemos el pueblo con lengua y cultura vasca, derrotado militarmente en la guerra de 1936-45, aplastado por la represión y entregado atado de pies y manos por el imperialismo a la dictadura franquista desde 1953, entonces sí es verdad que el Pueblo Vasco se encontraba en una situación crítica en ese momento porque estaba a punto de desaparecer como pueblo autoconsciente.

La ETA inicial rompió el muro de terror físico y psicológico de masas, lo que unido a otros cambios sociales facilitó una primavera de creatividad popular en todos los sentidos, desde las formas de lucha obrera y popular hasta el arte y la cultura, pasando por el deporte y la cotidianeidad, y muy decisivamente en el orgullo de la euskaldunidad tras años de humillaciones y desprecios lindantes con el racismo. Pero el sistema no perdía el tiempo y contraatacaba con medidas globales que no sólo de represión física aunque esta se endureciese y perfeccionase. Una vez más, la burguesía autonomista jugó y juega un papel elemental en las mejoras sucesivas de la contrainsurgencia española y francesa.

Por contrainsurgencia no debemos entender sólo el perfeccionamiento de la represión física, del extermino psicofísico carcelario, etc., sino también la mejora de la paradigma general de sojuzgamiento, de su doctrina y estrategia, de sus tácticas… Que nadie crea que por que ETA deje unilateralmente la lucha armada el poder abandona la mejora de su contrainsurgencia. Releamos la cita de Rosa Luxemburgo y comprenderemos por qué no es así, por qué el capital siempre adecua su contrainsurgencia.

Las burguesías se ayudan mutuamente en la mejora de sus métodos de control y dominio. Nuestra América puede enseñarnos mucho a vascos y vascas sobre por dónde vienen los más recientes ataques antipopulares. Por ejemplo, la alienación cultural y la opresión lingüística. Las naciones originarias de Nuestra América han desarrollado efectivos medios de recuperación lingüístico-cultural. Muy recientemente en una visita a Euskal Herria, unas compañeras aimaras advertían que, en comparación con hace cuarenta o cincuenta años, ahora se está disolviendo el orgullo de la euskaldunidad en su fundamental contenido de recuperación y liberación lingüística.

Decíamos antes que (re)construir orgullo de la euskaldunidad había sido uno de los logros del proceso general iniciado por ETA a finales de los ’50. Sería suicida no comprender que ese debilitamiento es producto del accionar capitalista en su conjunto y dentro de él del impacto permanente de la industria político-mediática y cultural imperialista y de los intereses de la burguesía vasca. En esta cuestión como en las demás, nos encontramos en una situación de permanente lucha de contrarios en la que nuestras negligencias, errores y superficialidades ideológicas tienen efectos negativos. Un ejemplo lo tenemos en la indiferencia de EH Bildu y de Sortu ante el profundo contenido reaccionario y euroimperialista del evento oficial Donostia 2016 Capital Cultural de Europa. Ya hemos lo hemos escrito en otras partes así que no nos repetimos.

Sí queremos, para concluir esta respuesta, señalar tres conjuntos de declaraciones de una parte de la izquierda abertzale relacionadas con las dudas que tú planteas. Uno, el mito de la “normalización social”, “sacar el conflicto de la calle y meterlo en el parlamento”, etc. Así se hizo, se vació la calle pero la fuerza política de masas y electoral no se metió en el parlamento, sino que se quedó en simple presencia electoral, nada más. Peor aún, sabemos que “normalizar” quiere decir “tranquilizar”, “apaciguar”, “ordenar”. Sin una formación política crítica, al oír las expresiones “normalizar”, “normalización social”, “normalidad democrática” y otras, el común de los mortales piensan que lo que se propone es abandonar la radicalidad, los enfrentamientos, la violencia, el desorden, etc., siempre en general, sin precisiones de clase, nación y sexo-género y aceptar la ley y el orden “democrático”. La propuesta de “normalización” como algo absoluto, definitivo y desconectado del proceso de liberación nacional de clase sólo desmoviliza y desanima, o mejor dicho: “normaliza la situación”.

Dos, si a la vez se ensalza un “proceso de paz” que no existe por lado alguno, incluso aunque se diga que “avanzamos hacia la paz” pero el que todavía se opone a lograrlo es el Estado, y se insista que se ha dejado definitivamente la “violencia” por todos los medios, entonces la desorientación se multiplica. La adoración de la “paz” y del pacifismo, la machacona condena de la “violencia”…, tales declaraciones unidas a la de la normalización refuerzan la ideología dominante. Solo hace poco tiempo y debido tanto a las críticas irrebatibles de que tal “paz” no existía como al endurecimiento de las violencias del poder –despidos, empobrecimiento, desahucios, represiones policiales, ley mordaza, palizas y empeoramiento carcelario, ataque a los derechos nacionales, etc.- solo bajo esa realidad innegable se ha empezado a matizar lo del “proceso de paz”. Incluso se reinicia el debate sobre el inalienable derecho humano a la rebelión.

Por último, además desde el interior de la propia izquierda vasca se desprestigia sutil o abiertamente el pasado de lucha: antes se luchaba por romanticismo, por emotividad, mientras que ahora la “nueva estrategia” se basa en la razón, en el análisis metódico. Barbaridades como estas han sido escritas por responsables de la izquierda abertzale. También se ha dicho que casi nada o prácticamente nada del pasado sirve para el presente, y que en el pasado la izquierda vasca vivía en un “universo paralelo” a la realidad, en algo parecido a una realidad virtual sin relación directa con la sociedad. Llevamos varios años en los que un sector de la izquierda abertzale dice y escribe lo que le da la gana sobre la memoria del pueblo explotado, cuestionándola de un modo u otro, sin que apenas reciban críticas igualmente públicas desde la misma izquierda.

Si a este desmantelamiento desde el interior le unimos el permanente ataque externo, no es de extrañar que cunda el desánimo, que la juventud rebelde tienda a organizarse por su lado y que los grupos críticos busquen una más ágil y estable coordinación. Aun así, pienso que no todo el legado teórico, político, cultural, ético… está desapareciendo porque hay indicios esperanzadores de que tiende a reactivarse la capacidad creativa del MLNV, si bien será un proceso largo porque ha de realizarse en el “nuevo” capitalismo ignorado aún hoy por parte de lo que llaman “dirección oficial”.

Frente a este panorama que describes, ¿qué pueden esperar los casi 400 presos y presas vascas de esta etapa en función de algo tan importante como recuperar la libertad?

Lo primero que debe reconocerse es que la lucha para liberar a presos y presas, así como exiliadas y exiliados y el resto de personas que han tenido abandonar nuestra patria por la represión, estaba debilitándose por las razones arriba expuestas, en general, y en concreto por al abandono de la crucial consigna de la Amnistía en la calle, en las movilizaciones cotidianas y al encauzarlas por el sendero institucional y legal. Esto hizo que desde el movimiento popular surgiera una organización específica para recuperar tal reivindicación. Ahora ya se reconoce que las movilizaciones han de ir dentro del “camino hacia la Amnistía”.

Lo segundo es que debemos ser conscientes del endurecimiento del contexto político para mucho tiempo por la salida transitoria que la burguesía ha logrado en la subcrisis de gobernabilidad estatal al crearse de facto lo que ya han llamado la “triple alianza” dirigida por el gobierno del PP. Vienen temporales y en contra algunos análisis triunfalistas, hay que advertir que debemos prepararnos. En un debate aquí, en Nuestra América, de ahora hace casi un año, dijimos lo mismo: “tenemos que prepararnos”. La derecha española, con un fuerte sector neofascista en su seno, ha dicho claramente que no va a negociar ni ceder apenas nada, sólo minucias, tonterías, pero en absoluto la libertad de las presas y presos. Son conocidas las condiciones del gobierno: arrepentirse, colaborar, indemnizar y que ETA se disuelva.

Lo tercero es que no soy nadie para proponer alternativas mías que no se sustenten en las reflexiones colectivas al respecto, sobre todo en las de los prisioneros y prisioneras. Es un problema estratégico que afecta a la totalidad del Pueblo Vasco y por ello no debo aventurarme a proponer una supuesta “solución” producto exclusivo de mis elucubraciones. Insistiendo en ello sí considero que debe simultanearse tres vías: movilizaciones populares capaces de sumar gente pero a la vez insertas en el resto de las luchas de liberación; respeto por las decisiones de presas y presos en este sentido, manteniéndoles informados de los debates en la calle pero respetando su voluntad; y la última y no menos necesaria, la internacionalización de la naturaleza del sistema carcelario español, del castigo vengativo contra familiares y amigas y amigos, de las pegas legales de toda índole, etc.

(Fuente: Resumen Latinoamericano)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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