Elecciones al parlamento español del 28 de abril: la abstención es la única opción consecuente

Comunistas de Castilla ha decidido practicar la abstención activa ante la convocatoria de elecciones generales del próximo 28 de abril porque estamos convencidas de que gane quien gane, nuestro pueblo trabajador castellano pierde. Nos sumamos a las voces que no sólo no encuentran motivos para votar a ninguna de las opciones posibles, sino que tampoco los encuentran en la mera participación en unas elecciones al parlamento y senado españoles, sendos pilares del aparato institucional de un Estado que representa la explotación de clase y la opresión nacional sobre los Pueblos, negándonos a legitimar unas elecciones burguesas.

El Pueblo trabajador castellano es, de entre los que sufren el saqueo del proyecto español, uno de los más olvidados e ignorados siempre que no sea para hacer de sustento a la ideología nacionalista española. Castilla solo existe para la burguesía española como ariete contra otros Pueblos que, con más conciencia de su situación de explotación, plantean su derecho a la autodeterminación.

Desde este papel, identifican a su antojo lo español con lo castellano condenando a nuestro pueblo a ser el soporte del mito españolista basado en las grandes falacias de la «Reconquista» y el origen castellano de «España y lo español». Mientras tanto, nuestro pueblo trabajador se desangra a diario con el drama de la despoblación, el envejecimiento, la desindustrialización y la depauperación.

Desde Castilla, las comunistas nos hemos opuesto desde nuestra fundación a esta manipulación histórica que ha hecho suya, no sólo las «derechas» españolas sino también las mal llamadas «izquierdas».

Si los procesos electorales en el Estado español siempre han sido organizados, tutelados y vigilados desde las estrictas necesidades del capital, como no puede ser menos en un modelo de «transición» donde todo quedó «atado y bien atado», no podemos esperar de ellos ni de los partidos que asumen su modelo de Estado ninguna victoria electoral que suponga algún avance decisivo para los intereses de los Pueblos y la clase trabajadora.

Esto sigue siendo así después de 40 años de falsa democracia, denominada «régimen del 78», que no es otra cosa que la continuación bajo apariencia democrática del régimen franquista impuesto por el capital tras el golpe de Estado fascista y la guerra de los años 1936–39. Todos los gobiernos que hasta ahora hemos sufrido han tenido un sólo objetivo: asegurar y mejorar las condiciones para la reproducción del capital de la burguesía y entre ellos, el marco territorial y simbólico para esa reproducción: el Estado español, teniendo como guardianes a la Monarquía, el Ejército, la Iglesia, la Banca, las grandes empresas y los medios de comunicación.

No es de extrañar que el régimen monopartidista de dos cabezas se haya debilitado rápidamente incapaz de gestionar la crisis capitalista global y, particularmente, la española, el rechazo al PP y al PSOE se refleja en cualquier reivindicación por los derechos de la clase trabajadora, Porque ambos han gobernado desde las instituciones del Estado para garantizar los mismos intereses de la clase dominante, y este contexto lo han utilizado los nuevos gatos multicolores: C’s, Vox, Podemos, Mareas, +Madrid, sin olvidarnos de IU, yendo de un lado para otro sin encontrar dónde ubicarse, listos para seguir engañando a los ratones.

Fieles títeres de la burguesía, la derecha y la izquierda institucional interpretan una aparente rivalidad. Están de acuerdo en mantener los mecanismos de los que se valió el franquismo para defender el poder del capital, desde la guerra sucia, las cloacas del Estado, los pucherazos, las leyes represivas contra la libertad de expresión, los presos y exiliados políticos, la administración corrupta, los empresarios, la privatización de lo público… y una Constitución blindada, sonrojo incluso de cualquier constitucionalista burgués mínimamente honrado.

En nuestra Tierra todas las opciones de izquierda que se presentan a las elecciones son de claro carácter institucional, desde los partidos tradicionales hasta aquellas candidaturas que, aunque se presenten como «revolucionarias» no rompen con el esquema de poder español, dándole oxígeno a un proyecto cuyo núcleo sigue siendo el centralismo y la negación autoritaria del derecho de autodeterminación de los Pueblos asimilándose, por tanto, al proyecto del Estado español y negando su carácter de clase y de cárcel de Pueblos.

En un momento en que sería más necesario que nunca decir la verdad a nuestro Pueblo, que sin Poder Popular no habrá ninguna solución a nuestros gravísimos problemas, que es necesario romper lazos con España y su modelo de estado capitalista y patriarcal, de poner fin de la caprichosa división territorial autonómica que nos divide y enfrenta, de tomar las riendas de nuestro propio futuro como Pueblo trabajador castellano.

Para Podemos e IU el problema no es que el Estado no sea democrático, ni centralista, ni republicano, ni siquiera progresista, sencillamente es que no está bien gestionado y defendido ante los que quieren hacerlo involucionar -la derecha, ya sea la tradicional pepera o los nuevos- por lo que se impone la necesidad de apoyar al PSOE para frenar a la derecha.

En este contexto, sería una enorme irresponsabilidad por nuestra parte orientar el voto hacia alguna de esas opciones socialdemócratas al suponer que sería el mal menor, porque un voto hacia esas opciones reformistas no sólo no generará condiciones para la independencia de los Pueblos y el Socialismo sino, al contrario, ahondaría en la vía de la integración sistémica. Sería un voto al PSOE, el partido del sistema tan responsable de la persecución de la disidencia y de la ruina de los Pueblos como lo es la derecha.

Desde Comunistas de Castilla seguiremos planteando la necesidad de levantar un Movimiento Popular Castellano que oriente su lucha en aras de la unidad de nuestro Pueblo frente a las autonomías que lo desgarran, su Derecho a la Autodeterminación, contra el Patriarcado y por el fin último Socialismo.

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Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en el sector de la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (Atrapasueños, 2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (El Bandolero, 2011) a dos manos. He hecho aportaciones a las obras colectivas "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (Hojas Monfíes, 2017) y "Blas Infante: revolucionario andaluz" (Hojas Monfíes, 2019).

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