El “infierno” de las porteadoras, las trabajadoras que cruzan a Ceuta y Melilla para transportar mercancias a Marruecos

Marzo de 2019, paso del Tarajal II. Una madrugada más decenas de mujeres aguardan su turno para pasar del lado español de la frontera. Estarán unas horas en el país, lo que tarden en acudir a las naves industriales donde se venden todo tipo de mercancía libre de impuestos. Con sus carros llenos volverán hacia el lado marroquí. Por su larga espera al raso, su camino cargadas con decenas de kilos de mercancías, las horas de agobio para regresar con sus carros cargados, obtendrán algo de dinero para sus familias.

El trabajo no es fácil, depende de las arbitrarias decisiones de quienes trabajan en la frontera, hay que estar horas esperando sin permitirse siquiera ir al baño. La jornada depende de las directrices de las autoridades, o el trato del agente de aduana que te toque en suerte. De cuánta gente se junte ahí, de la paciencia que tengan para atravesar un paso abarrotado de personas sobrecargadas de cosas.

El régimen especial de Ceuta y Melilla, es el resultado de una disposición del Acuerdo Schengen, que determina que, por su cercanía geográfica, quienes en territorio marroquí vivan cerca de los enclaves españoles en Marruecos —los residentes en Nador en el caso de Melilla y Tetuán en el caso de Ceuta— solo necesitarán el pasaporte para acceder a estas Ciudades Autónomas. Una vez allí no podrán pernoctar. Tampoco podrán viajar hacia la península.

El paso Tarajal II se abrió en febrero de 2017 con la idea de destinarlo solo al porteo, al conectar directamente con el polígono de Tarajal. A los pocos días de su apertura se desbordó, lo que conllevó a su cierre temporal. Una vez en funcionamiento fue escenario, en abril de ese año, de la muerte de una mujer de 40 años, Batul al Hichu. No fue la última en perecer arrollada mientras intentaba ganarse la vida en la frontera.

Las porteadoras

“Los pasos Tarajal y Tarajal II son un infierno, se trata de espacios muy pequeños flanqueados por redes metálicas, parecidos a una jaula”, explica a el Salto Latifa Benaaziz, activista radicada en Tetuán. Benaaziz, que integra el Partido Socialista Unificado, recuerda que el momento mñas difícil es el del retorno, con las mujeres cargando toda la mercancía, bultos que superan los 40 kg, y la posibilidad de avalancha. “Al miedo de perder la vida, se suma el miedo a perder la mercancía”.

“La pobreza, agravada por la crisis financiera y económica o la pérdida de un cónyuge o el sostén de la familia es el motivo de que las mujeres se vean obligadas a ejercer esta actividad. Influye también el desempleo, el deseo de independencia económica de algunas mujeres, la búsqueda de mejores condiciones sociales”,  apunta la activista. No todas las mujeres son de la Wilaya de Tetuán, sino que vienen del sur del país o de otros municipios. La ausencia de oportunidades económicas en la región, el abandono institucional, convierten el porteo en la única salida económica viable para muchas mujeres y hombres. Una salida económica nada fácil.

“Se levantan muy temprano, —hasta a las cuatro de la mañana si residen lejos de la frontera— para conseguir su lugar en unas colas muy largas. Una vez allí enseñan su pasaporte y pueden pasar horas” expone Benaaziz. Estas largas e inciertas esperas generan tensión y enfrentamientos, que la policía, según la activista, aprovecha para acosarlas.

Y es que es común el maltrato por parte del personal de aduanas que puede decidir si pasan o no, “según su estado de ánimo”, también pueden requisar la mercancía a quien proteste. Este maltrato tiene consecuencias psicológicas a las que se suman la falta de sueño, dolores por el peso del bulto. El desgaste por soportar el frío y la intemperie.

La organización que integra Benaaziz, que trabaja con mujeres y niños en situación difícil, ha abierto líneas de comunicación  con las porteadoras, a quienes ha invitado a congresos y encuentros para que puedan explicar su situación, también ha organizado manifestaciones para reclamar sus derechos, preocupándose de que la problemática salga en los medios con una cobertura correcta y respetuosa. Por el 8 de marzo se organizó una rueda de prensa donde algunas porteadoras dieron su testimonio. Después, se marchó desde Tetuán a la frontera, organizaciones de derechos humanos españolas se unieron del otro lado.

La frontera

“La frontera hispano-marroquí es un estandarte de desigualdades y de vulneración de derechos humanos”, sentencia Cristina Fuentes, doctora por la Universidad de Granada con una tesis que aborda la realidad de las mujeres porteadoras sobre el terreno. Una frontera que “está clasificada como la séptima frontera más desigual del mundo. Por poner una comparativa, el mismo informe sitúa a la frontera de México con Estados Unidos en la posición decimoséptima”.

La investigadora, que forma parte de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APHDA), advierte: “La frontera es impermeable para las personas que no sean productivas para el capital, tales como las personas en tránsito migrantes subsaharianas, pero porosa para quienes, sí que lo son, como es el caso de las mujeres porteadoras”. No solo ellas, hasta 2000 mujeres cruzan cada día la frontera, muchas de ellas trabajan en el servicio doméstico, otras se acaban dedicando al trabajo sexual. “Esto responde a un sistema colonial, racista y patriarcal donde la mujer marroquí tiene permitido entrar a Ceuta para ser explotada laboralmente y ser objeto de acoso sexista”, subraya Fuentes.

La investigadora alerta de que las muertes que saltaron a los medios de comunicación, no son las únicas que se han dado en este contexto. “Sabemos que han sido muchas más las porteadoras que han muerto a causa del porteo que las que figuran en las fuentes oficiales”. En sus entrevistas con porteadoras, muchas hablan de mujeres que acabaron en el hospital por cuestiones relacionadas con sus duras condiciones de trabajo, algunas habrían fallecido.

Según las investigaciones de Fuentes, el perfil de las porteadoras que trabajan en Ceuta es el de “mujeres de alrededor de 45 años, con un bajo capital socio cultural y con responsabilidades familiares, principalmente de tres a cinco hijos e hijas”. Señala que es muy difícil encontrar porteadoras que trabajen para sí mismas. Lo que les facilita el porteo es tener un trabajo que pueden compaginar con los cuidados y por el que reciben un pago inmediato. Algo importante, para Fuentes, es que estas trabajadoras tampoco tienen contrato: “comienzan a trabajar como porteadoras para suplir una emergencia económica familiar, siempre piensan que es temporal. Como existe esa emergencia, necesitan el salario inmediatamente; y creen en la idea de que si un día su hijo o hija esta enferma no tienen la obligación contractual de ir a trabajar…”.  La solidaridad intragrupal les permite sobrevivir en un contexto laboral tan duro, apunta la investigadora.

Ante una situación que parece enquistada, las pocas medidas implementadas, denuncia Fuentes, son cosméticas. El ejemplo es la sustitución del porteo a la espalda por el uso de carritos, propuesta que no habría sido consultada a las porteadoras y que estas rechazan: “puesto que si antes cargaban con 50 kilos por 20 euros ahora están cargando con 100 kilos por la misma cantidad, y tampoco mejora, en exceso, el daño físico que sufre su cuerpo.”

La investigadora se mantiene muy crítica con los gobiernos, remontándose a lo que califica como “la medida más sonada” de ambos.  La citada apertura del Tarajal II. “Este paso de mercancías ha invisibilizado aún más la situación de las porteadoras y ha costado la vida al menos a siete de ellas”. Sí valora la presentación el pasado mes de febrero de un informe por parte de Marruecos en el que se evidenciaría “la vulneración de derechos humanos que sufren las porteadoras así como la violencia recibida por ellas por parte de la gendarmería marroquí”. El gobierno español no habría hecho avances en este sentido.

¿Es el objetivo de Fuentes y la organización a la que pertenece acabar con el trabajo de las porteadoras? “No. No somos abolicionistas del trabajo en sí”, argumenta. Lo que persiguen es que se respeten sus derechos humanos. Para ello propone algunas medidas: “Que se habiliten baños públicos, zonas de sombra y fuentes de agua potable, que se limite el peso de fardo a 20 kg y se fije una cantidad económica estable para cada porte, que puedan trabajar de lunes a viernes, y sobre todo, que se elimine la violencia física, simbólica y psicológica que la frontera ejerce sobre ellas”, enumera.

Tanto Cristina Fuentes como Latifa Benaaziz estarán el próximo sábado 23 en la librería Traficantes de Sueños, participando en el debate: “Porteadoras marroquíes: Fronteras y explotación”.

(Fuente: El Salto / Autora: Sarah Babiker)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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