Pastora Filigrana: “Desfolclorizar nuestra identidad y recuperar referentes propios son los grandes retos del feminismo andaluz”

Para Pastora Filigrana (Sevilla, 1981) es inviable el desarrollo de un feminismo real y radical dentro del modelo socioeconómico actual: las propias lógicas de acumulación de sistema capitalista impiden la igualdad material en la gran mayoría de las mujeres del mundo. Por eso, esta trianera del Turruñuelo, gitana mestiza, abogada, militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores, y defensora de multitud de causas relacionadas con los derechos humanos, defiende el anticapitalismo como única vía para la consecución efectiva y real del feminismo, incluyendo el antiracismo como condición sine qua non para seguir construyendo  una sociedad donde todas las mujeres tengan acceso universal y permanente a los bienes materiales.

En tiempos donde existe un sector de la izquierda que debate sobre la ruptura que genera la mercantilización de la diversidad y las identidades, Filigrana defiende una alianza entre las distintas opresiones que identifiquen al enemigo común, establezcan un diálogo y permitan generar una acción política concreta. Hablamos con ella sobre la construcción de un feminismo propio, andaluz, donde se encuentran y entrecruzan distintos ejes de opresión.

¿Podemos afirmar que existe un feminismo andaluz o que está iniciándose un movimiento feminista genuino, con características muy concretas, en Andalucía?

No existe un pensamiento feminista andaluz propiamente dicho. Hasta ahora no ha existido nada debatido o escrito en este sentido. Sin embargo, creo que estamos asistiendo al nacimiento de una pieza clave en las luchas emancipadoras feministas en Andalucía. Cuando Mar Gallego empezó con su proyecto Coma vaya yo lo encuentre,  visibilizó algo que aún no tenía nombre, pero que estaba ahí:  la necesidad de transversalidad, ligar las opresiones que nos atraviesan como mujeres, o como clase trabajadora, con el eje territorial. Es decir, cómo nos atraviesa el territorio que habitamos como una línea de opresión más. Además, resulta un proceso muy sincronizado porque con muchas mujeres con las que hablo me dicen:“¡es que a mi me pasa justo eso!”. Esto  evidencia una necesidad colectiva de pensarse desde el territorio y la identidad que se habita.

¿Qué elementos o condiciones concretas se están dando (o se han dado) en Andalucía para que aquí se origine un feminismo propio?

Andalucía, a pesar de ser un territorio geográficamente europeo, se ha concebido desde sí misma y desde el exterior como periferia. Una cultura no-europea, no-desarrollada y no-moderna. La Andaluzofobia, como idea de inferioridad civilizatoria de lo andaluz, es un mito asumido y reproducido incluso por muchas personas andaluzas. Además, no solo culturalmente, Andalucía es colonia económica interna dentro de estado. La agricultura intensiva, el latifundio, el turismo insostenible y el extractivismo minero, propios de una economía colonial, son los pilares de la economía andaluza. El paro estructural, la política de recortes en sanidad, educación, y ley de dependencia afectan especialmente a las mujeres andaluzas. En este sentido recomiendo la investigación realizada por el Observatorio de Género de la Universidad Pablo de Olavide. Los ejes de opresión, consistente en ser mujer y pobre, se agudizan cuando los acompañan cuestiones étnicas o territoriales periféricas, como es el caso de habitar Andalucía.

¿Y dónde ha estado todos estos años?

Esta realidad siempre ha existido, sin embargo, lo andaluz siempre ha estado aparejado al concepto de clase trabajadora, para mí muy acertadamente, pero creo que es necesario visibilizar y dar la relevancia que tiene el hecho, no solo de la conciencia de clase trabajadora, si no de identidad andaluza colonizada

Últimamente existe una parte de la sociedad andaluza que muestra interés por la cuestión colonial en Andalucía, estamos viendo cómo surgen distintas iniciativas sociales y culturales que la están visibilizando.  ¿Qué tendría en común el feminismo andaluz con los feminismos decoloniales?

El feminismo andaluz será propio, no podemos importar modelos porque cada realidad es  diferente, pero sí creo que tendría muchos rasgos decoloniales. Se construye desde la necesidad de cuestionar las prácticas emancipadoras europeas como universales. El Mito de la Modernidad ha convencido al mundo entero de que lo europeo es lo universal y desarrollado, es el espejo en el que todas las sociedades deben mirarse. Este mito cala incluso en las teorías críticas o en las prácticas emancipadoras. Hasta las prácticas anti-sistema europeas-blancas nos parecen las únicas correctas y las que necesitamos imitar para llegar a la emancipación. El feminismo decolonial desmonta ese mito y construye desde sus propios referentes identitarios sus propias prácticas emancipadoras. El Feminismo andaluz camina en ese sentido, en la necesidad de construir desde sus propios referentes sus métodos de lucha y resistencia. Cuando Mar dice ” La siesta es resistencia porque se opone a su modelo de producción poniendo el cuidado del cuerpo en el centro” está creando resistencia desde los referentes propios.

Sobre la andaluzofobia: ¿sufrimos las mujeres andaluzas opresiones propias por ser andaluzas?  ¿Cómo se detecta y qué mecanismos podemos generar para luchar contra ella?

La andaluzofobia es una subjetividad dentro del mito de la modernidad. Es una subjetividad porque nos atraviesa  a todas las personas, está en nuestros cuerpos y mentes. Y es moderno porque se basa en la idea de que la cultura e identidad andaluza es arcaica, antigua, no-moderna y no desarrollada. Una identidad que se necesita superar para llegar a los estándares de desarrollo europeo.  La subjetividades son muy difíciles de subvertir porque actúan en lo cotidiano y no siempre son explícitas. En el caso de la andaluzofobia, muchas veces, está revestida de humor, y todavía dificulta más detectarla. El arquetipo de la folclórica, la maruja de barrio, la cateta de pueblo suele ser objeto de chiste, y las formas de ser y estar que tienen asociado estos arquetipos son objetos de inferiorización y burla, y el mejor de los casos de imitación kitsch.

¿A qué retos se enfrenta el feminismo andaluz?

Para mí el mayor reto del feminismo andaluz es recuperar los referentes identitarios propios. Esta tarea es ardua porque nuestra identidad como andaluzas está subalternizada, es decir, invisibilizada y ridiculizada. Desmitificar y desfolclorizar nuestra identidad sería el primer paso. A partir de ahí, construir los discursos y las prácticas emancipatorias desde estos referentes. Kropotkim, anarquista ruso del S.XIX, desarrolló una importante teoría emancipadora sobre apoyo mutuo o el mutualismo de base. Para mí es una teoría válida y deseable, pero además de verlo en Kropotkin, la podemos encontrar en prácticas históricas del pueblo andaluz que han llegado hasta nuestros días. Para mí el gran reto es esto, construir las prácticas emancipatorias desde los referentes identitarios propios, y no por una cuestión meramente romántica, sino de eficacia. Con una máquina de guerra construida a nuestra  medida, la conquista de libertad será mucho más efectiva.

Hablábamos de los retos del feminismo andaluz, en concreto, pero también me gustaría saber cómo te planteas los retos actuales del pueblo andaluz. ¿Cómo crees que debemos afrontarlos? ¿Tenemos herramientas suficientes?

Con lo que yo sueño es con un movimiento de base andaluz amplio. Con un movimiento que tome conciencia de que muchos de los padecimientos materiales que sufrimos tienen una relación directa con un orden económico determinado. Este orden genera territorios y personas de segunda categoría. Y que Andalucía ocupa desde una perspectiva económica un lugar de inferioridad. Existen movimientos de base en Andalucía, sindicales, por la vivienda, por la defensa de lo público, ecologistas y un pujante e ilusionante movimiento feminista, pero nos falta trenzar lazos, construir común. No es renunciar a la luchas particulares, es buscar lo común para ser más fuertes. Los partidos de la izquierda institucional no tienen entre sus prioridades articular esta base, su lucha es otra, útil y legítima, no lo dudo, pero mi apuesta en este momento es que la creación de base y federar luchas sean prioritarias.  Yo milito en el SAT porque el sindicalismo, y más un sindicalismo social, es una buena herramienta para sumar gente, o sea, eso de sumar más base. Gente con ganas de construir un proyecto que cambie las cosas hacia mayores cuotas de justicia social para todxs.

Y tengo que preguntarte también sobre las apropiaciones indebidas. Se habla muchísimo del apropiacionismo cultural. ¿En qué consiste? A veces puede ser complejo identificarlo. ¿Hasta qué punto se puede tomar prestado algo que no es propiamente nuestro? ¿Existen unas líneas rojas que lo delimitan?

Bueno, de esto ya se ha hablado mucho. Yo lancé algunas pistas para saber qué prácticas pueden suponer una apropiación cultural que va de la mano con dinámicas de exclusión social y desposesión material y cuáles no.

Primera pista. Para que exista un fenómeno de este tipo debe existir una cultura dominante-hegemónica y una cultura dominada-subalterna. Estas culturas representan a grupos humanos distintos y la hegemonía de la primera se construye sobre la expropiación de bienes materiales e inmateriales de la segunda. Por ejemplo, España-Andalucía, Paya-Gitana

Segunda pista: Esta apropiación de marcadores identitarios culturales se hace con fines de enriquecimiento económico, es decir se mercantilizan.

Tercera pista: Esta mercantilización se hace ocultando el origen de estos marcadores identitarios o des-contextualizando su origen propio de la cultura subalterna.

Siguiendo estas pistas podemos descartar cosas que no son apropiación cultural. No es apropiación cultural que usemos un alfabeto fenicio, porque no hay una relación de hegemonía entre la cultura Andaluza y Fenicia en este momento. No es apropiación cultural que alguien se vista de gitana para ir a al feria porque no pretende un lucro con esto. Aunque no estaría mal conocer qué es el traje de gitana, los gitanos y valorar su historia y aportación. No es apropiación cultural que alguien use palabras en caló en su disco si a la vez visibiliza la historia del pueblo gitano, la persecución y los intentos de genocidio para poder comprender el racismo antigitano actual. De esto hay poco, pero si lo hay, yo no lo llamaría apropiación cultural, porque visibiliza, dignifica y combate la situación de hegemonía.

¿Se entiende la cultura, la identidad, sin mezcla?

Hay primero que entender que es cultura porque es un término muy prostituido, se utiliza de forma muy reducida. La cultura se reduce a expresiones artísticas y normalmente de las élites, la música, la pintura, la escultura la literatura… a esto se llama cultura. Pero la cultura es algo más amplio en términos antropológicos. Es la forma en cómo se relaciona un grupo humano entre sí y con su entorno. Cómo se hace el pan, cómo se celebra una boda, cómo se limpia una casa es cultura. Las culturas son fruto del encuentro entre personas, en sí misma la cultura es mezcla. Ahora bien, el sincretismo cultural entre iguales es deseable y es el motor de la humanidad, pero la imposición cultural de una población hegemónica sobre otra oprimida es todo lo contrario, es la muerte de la cultura, de todas las que no son hegemonía. El neoliberalismo nos impone una cultura homogeneizadora que es la muerte de las demás, pero esto da para otra entrevista.

Para terminar: un libro, una película y un disco para entender lo que crees que aún no se ha entendido.

Un libro: La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial,  de Sirin Adbil. Solo para mentes muy abiertas y valientes que sean capaces de cuestionarse no solo lo que piensan, sino las propias estructuras mentales sobre las que hemos construido el pensamiento

Una película: Pan y Rosas, de Ken Loach, para entender la fuerza del común y de las trabajadoras.

Un disco: Persecución, de Juan Peña el Lebrijano. Para conocer la historia de los gitanos y sacarlo de los “días señalaítos” nada más.

Hemos hablado de feminismos, de mujeres, de gitanas, de ser pobres y andaluzas, clase trabajadora o pertenecer a un territorio con características sociales, culturales e históricas muy concretas. Existen ejes de opresión  muy marcados que se dan en identidades asociadas a todo esto,  opresiones que nos atraviesan por ser y estar en una zona concreta o pertenecer a una etnia determinada. En 2018, a partir del libro “La trampa de la diversidad” de Daniel Bernabé, se generó un fuerte debate dentro de la izquierda relacionado con la mercantilización de las identidades y sobre cómo el sistema puede usar la diversidad para crear una fragmentación entre las distintas luchas.  ¿Hasta qué punto la diversidad rompe la lucha? ¿Hasta qué punto la diversidad y las identidades mantienen su potencial transformador y en qué momento pueden llegar a perderlo?

Las identidades diversas existen, es una realidad empírica. Los grupos humanos desarrollan identidades colectivas. Daniel Bernabé, en su libro, parte de esta realidad innegable pero lanza dos advertencias. Advierte que  el neoliberalismo es capaz de mercantilizar estas identidades diversas para fragmentar grupos humanos más amplios en un interés de fomentar el individualismo. Y en segundo lugar, advierte que algunas luchas en defensa de las identidades oprimidas se quedan en reivindicaciones simbólicas y obvian la realidad material que subyace a la opresión que padecen.

Creo que ambas advertencias, tal como se exponen en el libro son acertadas, sin embargo los debates que han generados me parecen, en parte, peligrosos. No todas las luchas por el reconocimiento de la identidad obvian las realidades materiales sobre la que se construyen las opresiones, existe un feminismo, un antirracismo, o un ecologismo de clase que fundamenta sus reivindicaciones en las desigualdades materiales que crea el capitalismo. Sin embargo muchas posiciones en estos debates obvian estas realidades y ha llegado a plantear que el feminismo, el antirracismo o las luchas decoloniales rompen la identidad de clase frente al capitalismo. Esto es un error peligroso que se aleja del objetivo con el que se da este debate que no es otro que encontrar lo común que une las luchas.

Las identidades oprimidas albergan un importante poder trasformador porque el poder reprime aquello que teme. Plantear la lucha desde la identidad no es otra cosa que construir una respuesta a medida de la violencia específica que el poder ejerce contra un grupo humano según el lugar y los cuerpos que habitan.

Creo que el gran reto que tenemos por delante es hilar los discursos de estas luchas que responden a un enemigo común sin pretender homogenizar sus prácticas. Homogenizar estas prácticas emancipatorias reduciéndolo a una sola categoría supondría restar un gran poder trasformador. Si las observamos de manera conjunta los que nos están es mostrando un mapa de cómo funciona el monstruoso sistema-mundo y señalando las pistas de donde está la salida.

(Fuente: La Poderío)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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