Philippe Martinez, Secretario General de la CGT francesa: “El problema es el capital, no los trabajadores inmigrantes”

Philippe Martinez (Suresnes, Francia, 1961) es el secretario general de la CGT, el principal sindicato de Francia, desde el año 2013. Militante comunista desde joven, su padre luchó en la Guerra Civil en las Brigadas Internacionales y su madre es oriunda de Santander. Martines atiende a cuartopoder.es en un momento de convulsión social en Francia y de inestabilidad política en Europa. Las políticas de austeridad de Bruselas, el auge de la extrema derecha… Analizamos con el dirigente sindical francés la actualidad política y social.

¿Cómo resumiría el primer año y medio de Emmanuel Macron en el poder?

Nos habían dicho que llegaba un hombre joven con nuevas ideas y lo que vemos es que continúa y acelera las políticas que se llevan haciendo desde hace años: culpar a los que tienen poco, a los trabajadores, parados, jubilados, jóvenes… y darle más a los ricos, con la supresión del impuesto sobre las grandes fortunas. Esto no es nuevo, hace décadas que dura la ruptura del derecho laboral y los derechos colectivos. Macron es el símbolo del político, o más bien del tecnócrata, que habla mucho en la teoría pero no tiene práctica. Lo vemos en sus frases célebres. Cuando le dice a un parado que es suficiente cruzar la calle para encontrar un empleo, muestra que no conoce la vida real. Es en parte una provocación gratuita, pero también muestra la enorme distancia con la vida de la mayoría de los ciudadanos. Cuando no se conoce algo, se dicen este tipo de tonterías.

La ruptura creciente entre la ciudadanía y la clase política parece estar en el origen del movimiento de los ‘chalecos amarillos’, uno de los movimientos sociales más numerosos desde que llegó Macron al poder. ¿Qué piensa de este movimiento?

No creo que sea el movimiento más amplio, aunque es un movimiento espectacular y más conectado con el territorio que los movimientos sindicales. Pero en 2017 nosotros convocamos movilizaciones con cifras similares. Para una parte de la población, no es fácil hacer huelga, que es el tipo de movimiento que convocamos nosotros. Los ‘chalecos amarillos’ está siendo muy mediatizados, en parte por su originalidad y en parte por la moda de decir que los sindicatos no sirven para nada.

El movimiento de los ‘chalecos amarillos’ es la expresión de una gran cólera, es un movimiento legítimo. Cuando es la CGT la que sale a la calle, nos dicen que no es verdad, ahora esto es una revelación para todo el mundo. Aunque el movimiento ha empezado por la subida del impuesto sobre los combustibles, el fondo es más amplio. La gente habla de salarios, de justicia fiscal, hay quien critica la supresión del impuesto sobre las grandes fortunas… ¡Eso es lo que dice la CGT!

Sin embargo, no nos hemos implicado en el llamamiento a la movilización porque entre los impulsores hay gente de derecha y extrema derecha. Además, hemos visto afirmaciones y agresiones racistas en los bloqueos de carreteras. Eso no tiene nada que ver con la reivindicación social. Dentro del movimiento hay gente de extrema derecha, pequeños empresarios y grandes empresarios. Los pequeños no son un problema, pero los grandes sí, porque detrás del impuesto sobre la gasolina meten todo, las cotizaciones sociales. No es lo mismo.

¿Es preocupante para los sindicatos que sea este movimiento el que exprese el enfado de la gente en lugar de los sindicatos?

No estamos inquietos. Es un enfado que se expresa. El 9 de octubre se manifestaron 200.000 personas en toda Francia [convocadas por los sindicatos] y no hubo publicidad. Cuando convocamos una huelga, no hay publicidad. El movimiento de los ‘chalecos amarillos’ llevaba dos semanas en la tele, luego los periodistas estuvieron 24 horas en los bloqueos… Ya me gustaría a mí esta publicidad cuando la CGT hace una movilización. A nosotros más bien nos critican.

El otro día [17 de noviembre] hubo dos muertos y 500 heridos. Si la CGT hubiese estado ahí, estaríamos todos en la cárcel. La cólera no nos sorprende, hay huelgas todos los días en las empresas. Pero nosotros rechazamos la apropiación del movimiento por parte de la extrema derecha y los empresarios. La mayoría del movimiento es sincera, no pueden más. Los conocemos, nos cruzamos con ellos.

La CGT y otros sindicatos han encabezado movilizaciones masivas contra la reforma laboral de François Hollande en 2016 y movimientos menores contra la reforma laboral de Macron y la reforma de la empresa pública de ferrocarril. Sin embargo, no se consiguió detener ninguno de estos cambios legislativos. ¿La CGT debe hacer autocrítica?

En 2016 hubo una gran movilización. Estaban la mitad de los sindicatos de Francia, lo que ayudó. Había un gran enfado porque era una traición de un gobierno socialista. En 2017 fue más difícil, porque Macron era popular, no como ahora, lo hizo después del verano y el mundo sindical estaba dividido. Así que no hubo el mismo nivel de movilización. El movimiento de los trabajadores ferroviarios fue la movilización más grande de la historia de la empresa. Pero es solo una pequeña parte de la sociedad, son 150.000 trabajadores. Efectivamente, tenemos enfrente gobiernos socialistas y liberales de derecha (hay que llamar a Macron por su nombre) que no escuchan la indignación, que dicen a los sindicatos “no servís para nada”.

Tenemos que reflexionar para que haya movilizaciones más amplias y eficaces. Primero, necesitamos que las movilizaciones sean más a menudo todas juntas. Por ejemplo, hubo la movilización de los ferroviarios, la de la sanidad… Lo segundo es que la CGT no está presente en todas las empresas, ahora mismo llegamos a la mitad de los trabajadores de Francia, aproximadamente. Tenemos que mejorar nuestra implantación. Si no vamos a las empresas, los ciudadanos no oyen hablar de nosotros. Además, tenemos que darnos cuenta de que el mundo del trabajo es diferente. Tenemos que ir a ver a los jóvenes precarios y hablar con ellos.

Sobre los jóvenes, precisamente, me hablaba el sociólogo Karel Yon de una investigación que mostraba que muchos jóvenes entran en grandes sindicatos como la CGT pero luego no encuentran su lugar en los modos de funcionamiento del sindicato.

Es cierto, en parte. Tomemos el ejemplo de los ferroviarios: desde principios de año ha habido 1500 nuevas adhesiones a la CGT, con un 80 por ciento de jóvenes. Cuando los jóvenes se encuentran con la CGT, pueden tocarla… vienen. Luego puede haber un problema de dejarles su lugar. Por ejemplo, la mitad de los secretarios del sector ferroviario tienen menos de 30 años. Pero una gran parte de los jóvenes están en empresas en las que no está la CGT. ¿Cuándo se cruzan con la CGT? Con frecuencia tienen contratos precarios, temporales, interinos… Muchos trabajan cuando el resto no trabaja: los sábados y domingos. La CGT está contra el trabajo el domingo, pero no contra quienes tienen que trabajar los domingos por obligación, los jóvenes para pagar sus estudios, por ejemplo.

¿Qué ha hecho la CGT para llegar a estos trabajadores?

Hemos identificado aproximadamente todas las empresas en las que no estamos presentes. Y hay que ir a la puerta… Hay una empresa, por ejemplo, en la que estuvimos yendo una mañana cada semana durante un año. Y ahora hay 45 trabajadores que han entrado en la CGT. Es un trabajo considerable.

Usted habla a menudo de la necesidad de que la CGT se organice territorialmente. ¿Hasta qué punto la organización por sectores profesionales sigue siendo pertinente?

Sigue siendo pertinente porque los convenios colectivos son sectoriales. Pero muchos trabajadores están entre dos sectores o están fuera de todos los sectores, como los que trabajan en Uber y el resto que trabajan con aplicaciones. Así que tenemos que evolucionar. La CGT trabaja por sectores y por territorios, lo que constituye la fuerza del sindicato. En los dos casos hay que dejar de pensar que los trabajadores van a venir a nosotros e ir nosotros hacia ellos.

¿Se ha reforzado el aspecto territorial de la CGT en los últimos años?

Está evolucionando, pero no suficientemente rápido. Hay que cambiar los hábitos. La CGT tiene 123 años… los cambios tardan más de lo que nos gustaría.

A menudo se critica a los sindicatos acusándolos de ocuparse solo de sus afiliados, ¿qué opina de esta crítica?

El sindicato intenta ocuparse de todo el mundo: de quienes no tienen empleo, de los trabajadores sin papeles… tenemos valores universales. Afortunadamente, no nos ocupamos solo de nuestros afiliados, si no, no tendríamos mucho trabajo. Ya sabe que en Francia los sindicatos no tienen muchos afiliados, como en España, es una diferencia con el norte de Europa.

Nos ocupamos de las cuestiones sociales, de las discriminaciones… es nuestra responsabilidad. La frontera es entre el trabajo y el capital. Y el trabajo incluye a quienes han trabajado (los jubilados), quienes van a trabajar (los estudiantes), a los que les gustaría trabajar pero están en paro y quienes trabajan. Es el 85 por ciento de la población… ¡bastante gente!

Como sabe, ha habido una importante huelga de mujeres en España…

¡Excelente huelga!

… y me gustaría preguntarle cómo integra la CGT el feminismo en su acción sindical.

De varias maneras. Es un combate esencial de la CGT. Por ejemplo, la ministra de trabajo va a recibir a las organizaciones sindicales para discutir cómo combatir las diferencias salariales entre hombres y mujeres, y gran parte de las contribuciones son de la CGT. El problema es que todavía se considera un tema de las mujeres y no un tema de toda la CGT. Tenemos un recorrido: la dirección de la CGT es paritaria desde 1999, es una regla. Esto no es así en los demás sindicatos, en los partidos y en la Asamblea Nacional. Pero, hay que conseguir que las mujeres tengan este espacio en todos los niveles de la CGT. Además, la CGT está comprometida en la lucha contra la violencia contra las mujeres y, con otras organizaciones, llama a manifestarse este sábado [víspera del día internacional contra la violencia machista, el 25 de noviembre]. Como en el resto de temas, los cambios no van suficientemente rápidos.

Si el movimiento feminista francés decidiese convocar una huelga feminista como en España, ¿la CGT convocaría la huelga?

El 8 de marzo ha habido huelgas convocadas por la CGT, aunque no tuvieron el mismo éxito que en España. Esto significa que todavía no hemos trabajado lo suficiente. También hemos convocado concentraciones.

La pregunta es sobre los modos de movilización, sobre la huelga.

El pasado 8 de marzo la CGT llamó a la huelga. No ha funcionado como en España. Hay conexiones fuertes entre asociaciones feministas y la CGT. Creo que hay que progresar para que esto sea un tema del que se ocupe todo el mundo y no solo las mujeres.

Entonces, ¿ve posible que en un año o dos Philippe Martinez diga “apoyo una huelga de 24 horas mañana en favor de las demandas del movimiento feminista en el mundo del trabajo”?

Por supuesto. En general, Philippe Martinez no decide solo sobre una huelga y antes de convocar una huelga hay que trabajar para decir que esto es una cuestión importante. Es un trabajo a largo plazo y creo que todavía no estamos al buen nivel.

Este año, usted fue a la marcha del Orgullo LGTBI y era la primera vez que iba un secretario general de la CGT. ¿Cómo combate la CGT las discriminaciones sufridas por las personas LGTBI en el trabajo?

Primero, hay un colectivo nacional de la CGT que trabaja sobre esto, elabora panfletos…  Estamos contra todas las discriminaciones, todas son igual de graves. Pero hay que cambiar las mentalidades, también dentro de la CGT, como en el caso de las mujeres.

Numerosos informes prevén una reducción del empleo disponible debido a la robotización. Como respuesta, cada vez más voces proponen una renta básica financiada con impuestos progresivos. ¿Qué opina de esta propuesta?

No estamos de acuerdo. El trabajo es estructurante. No es solo una cuestión de dinero. El trabajo permite estructurar la vida, avanzar, conocer a otra gente… Vemos bien la diferencia entre alguien que está en paro, que tiene menos vida social, que alguien que trabaja, se cruza con sus compañeros. Es la noción de lo colectivo. Creo que hay trabajo para todo el mundo, incluso con el progreso tecnológico. Hay que reducir el tiempo de trabajo, es obligatorio. El capital gana cada vez más y esta riqueza creada cada vez está peor repartida. Una forma de repartirla es trabajar menos ganando más. Nosotros proponemos la jornada de 32 horas.

Esa presentación de las evoluciones tecnológicas es demasiado binaria. Primero, los estudios todavía no son muy precisos sobre cuántos empleos se van a crear y cuántos empleos se van a suprimir. Porque también van a aparecer empleos nuevos. Además, hablamos mucho del contraste entre las nuevas tecnologías y las viejas industrias. Pero, ¿las nuevas tecnologías deben remplazar todo? Nosotros creemos que no. Por ejemplo, en los servicios públicos… Hay una película excelente de Ken Loach que cito mucho, Yo, Daniel Blake. ¿Recibimos a los desempleados con una pantalla o con una persona que escucha a quienes llegan en una situación de dificultad? Es una decisión de la sociedad, no tiene nada que ver con la revolución tecnológica. Y esto también vale en las grandes superficies: ¿quitamos las cajas o doblamos el número de cajas para que el trabajo de las cajeras sea menos duro, podamos hablar…?

También está la cuestión de los empleos duros que podrían ser sustituidos por máquinas

Sí, pero se pueden eliminar empleos duros y crear nuevos empleos satisfactorios. Son decisiones.

La semana laboral de 32 horas es una de las propuestas emblemáticas de la CGT. ¿Cree que la idea avanza en la sociedad?

Es difícil, pero la CGT también está ahí para proponer alternativas. El tema de las 32 horas no está suficientemente extendido, porque tenemos enfrente a gente diciendo que hay que trabajar más. Incluso las 35 horas son cuestionadas. Pero tenemos que ser un motor de ideas. De la misma manera, porque ningún gobierno quiera acoger a los inmigrantes, la CGT no va a decir que se ahoguen en el Mediterráneo. Estoy orgulloso de estar en una organización que no dice lo mismo que los demás.

Pensaba preguntarle por el tema de la inmigración. Ha visto que hay movimientos y personalidades de izquierda que han afirmado que la inmigración puede ser un problema, como el movimiento alemán ‘En Pie’, el antiguo líder de Izquierda Unida, Julio Anguita…

La Francia Insumisa…

¿Qué piensa de este tema?

He publicado una tribuna en Le Monde en nombre de la CGT [titulada “¡No es la inmigración lo que provoca el dumping social, sino la falta de derechos!”]. Estoy orgulloso de estar en una organización que, desde que existe, pone la barrera de oposición entre el capital y el trabajo, no entre los trabajadores. El problema es el capital, no los trabajadores que, por diversas razones, vienen a nuestro país. Me llamo Martinez. Cuando mis antepasados vinieron a Francia, oyeron las mismas cosas que se dicen ahora. Francia, como España, como todos los países, ha evolucionado porque es una mezcla de culturas, de tradiciones… eso es lo que hace la riqueza de un país. Aunque grandes pensadores digan una cosa, nosotros nos mantenemos firmes. Es un gran orgullo para mí.

¿Y cómo explica este cambio en parte de la izquierda?

Creo que no podemos hacer o decir cualquier cosa por razones electorales. Los valores no se pueden abandonar por intereses electorales. Nosotros también nos ocupamos de los trabajadores sin papeles. Consideramos que hay que darle papeles a la gente en lugar de dejarlos vivir en la clandestinidad. Contribuyen a la creación de riqueza de nuestro país y estamos orgullosos de organizar huelgas de forma regular para conseguir que esos trabajadores tengan papeles, salarios y condiciones dignas como todos los demás trabajadores.

Han pasado diez años de la quiebra de Lehman Brothers y las políticas de austeridad y desregulación laboral siguen siendo hegemónicas en Europa. ¿Es posible hacer otra política en la Unión Europea o es una organización necesariamente neoliberal?

Por ahora es una construcción neoliberal, ultraliberal. Nosotros creemos en Europa si los pueblos están implicados y particularmente los trabajadores. Por ahora una dificultad -que es responsabilidad de todos los sindicatos- es no trabajar lo suficiente por una movilización para que haya menos diferencias entre los derechos de los trabajadores en los distintos países de Europa.

Cuando un obrero francés, español o esloveno construye un coche, es el mismo coche y en general se vende por el mismo precio. ¿Por qué no cobran igual? ¡Eso es lo que falta hoy en Europa! Frente a gobiernos que tienen una vocación liberal, hay que reconocer que los sindicatos europeos por ahora no están a la altura de la situación para imponer la famosa Europa social.

¿Es posible avanzar hacia movilizaciones sindicales continentales?

Debe ser posible. Con la condición de que los sindicatos en Europa se pongan de acuerdo y estén menos encerrados en su problemática nacional. Habría que aplicar la idea de solidaridad europea a los derechos sociales. Yo estoy muy contento de que en el programa del gobierno español haya un incremento del salario mínimo del 22 por ciento. No me molesta ¿eh? No es un problema para los franceses. ¿Por qué no trabajamos así, con más propuestas comunes y movilizaciones? El sindicalismo europeo tiene que despertarse un poco.

Otro tema clave de la política europea es el ascenso de la extrema derecha. ¿Qué rol pueden jugar los sindicatos contra la extrema derecha?

Tenemos que ser muy claro sobre los inmigrantes, sobre la lucha contra el racismo. En Francia, a los sindicatos nos cuesta ponernos de acuerdo, pero sobre esto, no. Hay valores esenciales en el sindicalismo. La lucha contra el racismo y la acogida de los trabajadores extranjeros en las mismas condiciones que los nacionales son valores fundamentales del sindicalismo. No se puede jugar con eso. Si no somos claros, luego no hay que sorprenderse de que avance la extrema derecha.

Usted tiene orígenes españoles y su padre luchó en las Brigadas Internacionales. ¿Qué opina de la decisión del gobierno español de sacar a Francisco Franco del Valle de los Caídos y de la oposición de la derecha?

No soy un especialista pero el hecho de que Franco no repose en el Valle de los Caídos le habría gustado a mi padre. El Valle de los Caídos debería ser una evocación de la Guerra de España y de todos los que murieron construyendo el monumento. Es una buena noticia que un dictador no tenga un monumento a su gloria.

Por otro lado, estoy inquieto. Me inquieta que en un país con una historia de cuarenta años de dictaduras, donde la extrema derecha estaba ahogada dentro de la derecha, haya manifestaciones importantes de gente que se reivindican como franquistas. Hay elecciones en Andalucía el 2 de diciembre y se habla de que diputados de extrema derecha entren en el parlamento regional, es inquietante.

(Fuente: Cuarto Poder / Autor: Pablo Castaño)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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