Marruecos deporta a los migrantes arrestados en las redadas para alejarlos de la frontera ceutí y abandonarlos junto al Sahara

Las autoridades marroquíes han comenzado a expulsar a las personas procedentes de África Subsahariana  detenidas en las últimas semanas en el marco de las redadas impulsadas el pasado agosto. La primera deportación se realizó la madrugada del viernes. Alrededor de 40 migrantes fueron trasladados desde Tánger al aeropuerto Mohamed V de Casablanca, desde donde fueron expulsados de Marruecos a Costa de Marfil en avión.

“La semana pasada detuvieron a un grupo de personas en la misma zona del barrio Mesnana. La última información que tenemos es que ya están en Costa de Marfil, porque se trata de un grupo de marfileños”, explica Garalo a eldiario.es, en un café de Tánger. La misma noche del viernes al sábado, este migrante de Mali relata que ya no pudo entrar al barrio de Mesnana, uno de los más poblados con migración subsahariana, debido al exhaustivo control policial que en los últimos días sigue aumentando. Durante la madrugada deambuló por las calles del centro de la ciudad y se acabó refugiando en un café abierto 24 horas al día. Por la mañana pudo volver a su barrio para descansar.

Las propias personas deportadas, que llegaron pasada la medianoche al aeropuerto Félix Houphouët-Boigny, han difundido varios vídeos explicando que ya habían aterrizado en Abijan, la capital administrativa de Costa de Marfil. En uno de ellos, al que ha tenido acceso eldiario.es, se recoge el testimonio de uno de los migrantes deportados. “Llegamos pasada la medianoche. La policía y los servicios secretos nos estaban esperando en el aeropuerto. Nos han hecho muchas preguntas. Nos dijeron que nos van a encarcelar. Después de unas horas nos dejaron en libertad, aunque otras personas todavía están arrestadas. Según ellos, todos los ciudadanos de Costa de Marfil que no tienen documentación en regla van a ser repatriados”, asegura.

Críticas de las ONG locales

Las devoluciones, que se están ejecutando en coordinación con los representantes de las embajadas en los países de origen, han despertado las primeras críticas entre quienes defienden los derechos de las personas migrantes en Marruecos. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) de Nador ha acusado a las autoridades marfileñas de ser “cómplices de las operaciones de deportación forzosa” tras la expulsión efectuada este viernes.

La ONG marroquí, que denunció el martes la detención de 150 personas en Tánger, entre ellas 35 mujeres y siete niños, mantiene que “estas detenciones y devoluciones de mujeres embarazadas y menores no se pueden justificar porque la ley marroquí las prohíbe”; por lo que solicita “la liberación de las mujeres y los niños, y el cese de estas campañas de detención inhumanas en el norte”.

Las deportaciones se producen en el marco de una preacuerdo entre los gobiernos marfileño y marroquí, por el que “todos los residentes marfileños que viven en el territorio marroquí y que no disponen de ningún documento válido para su estancia serán repatriados en el menor plazo posible”, confirman a este medio fuentes periodísticas del país magrebí.

Por su parte, la investigadora Helena Maleno, portavoz de la ONG Caminando Fronteras en Tánger, informaba este jueves en su perfil de Facebook de que “cientos de personas fueron detenidas en Tánger, identificadas por sus embajadas” y se encontraban en las celdas de la comisaría de la ciudad. Asimismo, confirmaba las nacionalidades de los arrestados: Camerún, Senegal, Guinea Conakry y Costa de Marfil. Según un vídeo publicado por esta organización, los otros migrantes detenidos se manifestaron en las dependencias policiales al enterarse de las deportaciones.

También se une a la denuncia el Grupo de Acompañamiento de Extranjeros e Migrantes (GADEM) con el informe Costes y lesiones, sobre la aplicación de la ley en el norte de Marruecos entre julio y septiembre, que se publica el próximo 25 de septiembre. La organización mantiene que “el objetivo de estas operaciones es eliminar, en la medida de lo posible, de las zonas fronterizas a todas las personas de raza negra que no sean nacionales de Marruecos”.

La asociación sostiene que aunque estas operaciones de expulsión y devolución “no son en sí mismas algo nuevo”, se distinguen de las demás por la gran cantidad de personas detenidas –estiman unas 6.500 personas en agosto y en Tánger– y por “la violencia que acompaña a estas operaciones con dos personas fallecidas, incluyendo un menor de edad, y por el arresto de un gran número de menores (121 identificados por GADEM, incluidos 17 bebés) y mujeres embarazadas (21 según los testimonios recogidos)”.

Las redadas, detenciones y expulsiones de migrantes subsaharianos desde las ciudades del norte al sur, a ciudades como Tiznit, comenzaron poco después de que la Unión Europea  aceptase pagar al país magrebí decenas de millones de euros en concepto de “cooperación y desarrollo”. El país magrebí, sin embargo, ha solicitado ayuda adicional a la UE en las últimas semanas para hacer frente al control de la inmigración.

Las ONG locales han documentado miles de casos personas introducidas en autobuses y “abandonadas” en zonas remotas cerca de la frontera con Argelia o en el sur del país. Hace una semana, Amnistía Internacional (AI) acusó a las autoridades marroquíes de perpetrar una “ofensiva a gran escala cruel e ilegítima”. La organización dejó claro que “la represión implacable contra miles de migrantes y refugiados subsaharianos es ilegal”.  Nueve asociaciones acusaron a las autoridades marroquíes de cometer “violaciones flagrantes” de los derechos de los migrantes durante estas operaciones policiales, que también han afectado, según indican, a menores, mujeres, residentes con documentación en regla y solicitantes de asilo.

El Gobierno marroquí defiende su actuación

El pasado 31 de agosto, varios ministros y altos funcionarios marroquíes celebraron una reunión con los embajadores de países africanos en Rabat en la que reconocieron y defendieron los traslados de migrantes en situación irregular. Estos acuerdos se cierran a unos meses de la Conferencia Mundial de la Migración, que se celebrará el 10 y 11 de diciembre en Marrakech.

El Gobierno marroquí ha hecho públicas esta semana las cifras relativas al control migratorio. El portavoz del Ejecutivo, Mustapha El Khalfi, aseguró en rueda de prensa que Marruecos “abortó 54.000 tentativas de migración hasta finales de agosto de 2018, frente a las 39.000 durante el mismo periodo de 2017”. Además añadió que “continúan los esfuerzos para tratar las redes de inmigración ilegal, que continúan desarrollando sus métodos”.

Según declaró Jalid Zarouali a Europa Press, director de migración y control de fronteras del Ministerio del Interior, Marruecos gasta al menos 200 millones de euros al año en mantener la seguridad de sus fronteras, y ha defendido que los traslados de migrantes hacia el sur “se realizan en pleno cumplimiento de la ley”.

(Fuente: el diario.es / Autora: Sonia Moreno)

Viaje al estercolero donde Marruecos abandona a los migrantes que no entran en Ceuta

Nos encontramos en una de las plazas principales de Tiznit, la puerta del desierto del Sáhara, a casi 900 kilómetros de la frontera con Ceuta. Allí, hoteles magnánimos coronan tres de las cuatro esquinas del centro de la pequeña ciudad. En la cuarta, en lo que queda de un antiguo bar, se extienden al sol montones de prendas de colores, mantas, colchones y cajas de cartón. Parece un vertedero de reciclaje. Sin embargo, más de cerca, se distinguen personas tumbadas en el suelo. Son migrantes africanos.

De camino, en el cruce, tropezamos con Adel, una camerunesa de 30 años de Costa de Marfil que dejó a su hija en su país para venir a Marruecos hace un año. Vive en el bosque de Mesnana, en Tánger, pero los militares la detuvieron y la expulsaron a Tiznit, donde lleva una semana mendigando. Es su segunda vez en esta ciudad. “Es duro estar sola aquí siendo mujer, pero es la única alternativa”, lamenta a EL ESPAÑOL. Después de un rato de conversación, le preguntamos por la esquina llena de cacharros y suciedad a un paso de allí. “Es donde nos reunimos para comer y dormir. Algunas personas nos dan colchones y cobertores; también cus-cus, pero no es suficiente”, explica mientras nos conduce al “campamento”.

A pesar de la pobreza, llegar a este solar es una alegría de colores, con todo un tenderete de ropa colgando de las vallas para que se seque. Allí mismo, delante de un cubo de agua, agachado, está lavando uno de los migrantes.

Adel duerme junto a dos centenares de personas debajo de los soportales de esta céntrica plaza. Por el día, pide limosna para volver al bosque de Mesnana y seguir intentando entrar a Europa. “Ahora no sé cuánto tiempo me tendré que quedar aquí porque no tengo dinero. Es un problema”, se lamenta.

Mendigan hasta reunir el dinero para volver al norte

Los van abandonando allí diariamente. Sobreviven en la calle sin lavarse, van al servicio a los cafés que hay en la estación u orinan donde pueden. Comida, dicen, que nos les falta porque “aquí las personas son más amables que en Tánger”. Sin embargo, por limpiar el suelo del metro cuadrado donde duermen una señora les pide dos euros cuando ya se van.

Como ella, el resto de migrantes tirados en Tiznit mendigan hasta conseguir los 30 euros que necesitan para coger un bus de vuelta. Pueden pasar días en estas condiciones, sin baño, sin apenas ropa y tirados en el suelo, donde comen y duermen. A veces si consiguen cinco o seis euros emprenden viaje y se bajan en la siguiente parada, Agadir, a 80 kilómetros, donde ya han montado otro campamento con mantas y cartones a las puertas de la estación de autobuses.

El camarero del chiringuito, Moubarak, habla maravillas de ellos, dice que son “muy amables y que no roban”. Él reconoce que “no tiene otra solución para salir”. Y sigue: “Los marroquíes vivimos en la miseria. No hay trabajo ni inversiones”.

“¿Qué hacen aquí tantos negros africanos?”

Los ciudadanos de esta localidad de 56.000 habitantes llevan varios meses sorprendidos por la cantidad de migrantes subsaharianos que se acumulan en el vertedero. “Se quedan atónitos cuando nos ven y se preguntan: ¿qué hacen aquí tantos negros africanos?”, explica a EL ESPAÑOL Macu. Este camerunés de 28 años es una especie de portavoz del grupo de personas que las fuerzas militares “han dejado bloqueadas lejos de sus casas”. Las transportan en autocares esposadas de dos en dos desde las comisarías de Tánger, Tetuán y Nador, principalmente, para alejarlas de las fronteras con España.

En uno de los semáforos, dos chicos, uno con cara de niño, están “haciendo la salam” (pidiendo limosna). Cuando les proponemos acompañarles en su viaje de vuelta a Tánger, espetan: “Es muy duro”.

Los dos son de Costa de Marfil. El pequeño solo tiene 14 años. Fue arrebatado a su familia: su madre y sus dos hermanas se quedaron en su casa de Boukhalef. Explica exhausto que “los militares rompieron la puerta y entraron encapuchados. A ellas las dejaron por ser mujeres”. Es la tercera vez que lo separan de su familia a pesar de tener pasaporte y ser menor de edad. Durante esos días comió poco, no durmió nada y sus ojos comenzaron a hincharse.

En Tánger lo condujeron a la comisaría y allí se encontró con Tidjane, su compañero de viaje. “Nos toman las huellas y nos hacen fotos como a los delincuentes. Tres fotografías, dos de lado y una de frente”, recuerda durante la entrevista con EL ESPAÑOL en un descampado, ya entrada la noche, para evitar llamar la atención de las autoridades o de la Policía. En esta ciudad no se ven ni periodistas ni asociaciones de derechos humanos. Tampoco, turistas.

Más de 200 personas, seis mujeres y menores

Pasar un día con ellos en Tiznit significa vagabundear bajo el sol, pedir dinero o comida, sentarse en el campamento donde cocinan arroz para todos y hablar del racismo en Marruecos o de sus sueños frustrados. Se interesan por saber cuánto dinero ha pagado Europa a Marruecos para que les traten así. “Nos bloquean aquí, pero para nosotros este país es de tránsito y seguiremos intentando salir”, afirma Macu en una conversación sobre el asunto. En esto coinciden todos, excepto alguno que ya ha tirado la toalla.

Entre estos últimos está Bara, camerunés de 27 años, casado y con una hija en su país, donde es pescador. Lleva un mes en Marruecos y, aunque tiene el visado y el pasaporte, le han echado dos veces a Tiznit. No encuentra trabajo y prefiere volver a su país. Vino a Marruecos con la intención de pasar a España y trabajar como pescador, “en lo mismo, pero en Europa se gana más dinero, porque con 100 euros en mi país se pueden hacer muchas cosas”.

Otro compatriota de Senegal, Said, de 24 años, asegura que “no todos los negros que estamos en Marruecos queremos atravesarlo. Yo vine para estudiar, pero la Policía también me ha detenido y me ha quitado todos los papeles. Así que me vuelvo a Senegal”. Además, se pregunta: “¿Por qué nos esposan como a esclavos?”.

Son más de 200 personas de diferentes nacionalidades en Tiznit. Hay seis mujeres, una marfileña y cinco camerunesas; y menores, aunque no se ven bebés. Los soportales están tomados. Algunas personas sobreviven en estas condiciones desde hace un mes porque no tienen dinero para coger un autobús de vuelta.

El retorno tampoco es fácil. Se suben a un autocar de línea con paradas en casi todos los pueblos para dejar y recoger pasajeros. Los precios son variables, si eres “negro”, como ellos dicen, pagas 15 euros, mientras que a los marroquíes el billete les sale por 10. El coste lo marca el chófer que cobra a pie de calle.

En el trayecto a Casablanca viajaban una docena de chicos subsaharianos y se vivieron escenas de racismo. El más joven compró un billete hasta la parada más próxima, e intentó continuar la ruta sin pagar. El conductor se percató y lo echó del autobús en Agadir de malas maneras, a empujones. Rápidamente, los pasajeros marroquíes se organizaron e hicieron una colecta para pagar el billete al chico hasta el final del destino. El chófer aceptó, pero obligó al chaval a meterse en un maletero. Ante las protestas, justificó, “ahí va bien, porque va estirado y puede dormir”. En la siguiente estación, abrió el compartimento y dijo que el joven olía mal, así que finalmente lo mandó a la calle. En ese momento, haciendo alusión al olor, otro pasajero recordó que en las tres últimas semanas se había podido duchar en dos ocasiones.

El recorrido de 15 horas hasta Casablanca o Rabat (a 680 km.) es la parte más sencilla del trayecto porque no tienen que sortear controles policiales. A medida que se acercan a Tánger se ven obligados a abandonar las carreteras y el transporte convencional. En ese punto entra en marcha la automafia, una especie de furgoneta ilegal conducida por un marroquí que les cobra hasta 25 euros para conducirlos hasta los bosques librando las detenciones.

Los migrantes abandonan las casas patera por miedo a las redadas

La mayor parte de las personas que sobreviven en Tiznit ya han estado antes en la ciudad. Dos, tres y hasta cuatro veces fueron expulsados, porque las redadas cerca de las fronteras españolas se han intensificado desde finales de julio; y además se han endurecido a partir de los dos saltos a la valla de Ceuta y la readmisión de las 116 personas devueltas por el Gobierno español el 23 de agosto.

Los migrantes tienen miedo de las fuerzas de seguridad y están abandonando las casas patera en los barrios de Boukhalef y Mesnana, los más poblados de subsaharianos, para dormir en los bosques aledaños por miedo a que entren por la noche las fuerzas militares y los expulsen de nuevo al sur de Marruecos. Khalifa es un refugiado integrado desde hace años en la medina de Tánger. Sin embargo, también fue expulsado a Tiznit: “Duermo por el día en casa y por la noche salgo al bosque porque vienen de madrugada, rompen la puerta y te mandan al desierto”, cuenta a EL ESPAÑOL.

Amnistía Internacional o la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) vienen denunciando estas prácticas “ilegales y discriminatorias” con detenciones a mujeres, personas documentadas y menores. La oficina de ACNUR en Rabat ha documentado al menos 14 solicitantes de asilo y 4 refugiados registrados en Marruecos que también fueron trasladados a la fuerza hasta Tiznit en las últimas semanas.

Varios ministros y altos funcionarios marroquíes se reunieron el 31 de agosto con los embajadores de los países africanos en Rabat para reconocer y defender estos traslados de migrantes en situación irregular desde las regiones del norte de Marruecos hacia ciudades del sur del país. Las autoridades lo tienen claro y están siendo implacables mirando al foro internacional de migración que se celebrará a finales de año en Marrakech.

(Fuente: El Español / Autora: Sonia Moreno)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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