Canarias: Ruyman Rodríguez (FAGC); “La gente no se hará anarquista escuchando el que digo, sino viendo el que hago” (vídeo)

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Desde la Federación Anarquista Grande Canaria (FAGC), Rodríguez propugna una acción política de inmediatez, de barrio, plasmada en proyectos como la Comunidad Esperanza, la ocupación más numerosa del Estado español.

Autodidacta, incombustible, directo e incendiario, por la cabeza y las manos de Ruyman Rodríguez han nacido y arraigado proyectos de envergadura como la Comunidad Esperanza –considerada la ocupación más grande hecho por familias al Estado español– o el primer sindicato de locatarios del estado, experiencias sobre las cuales actualmente se está preparando el documental Precaristas. A base de teoría y sobre todo mucha práctica, ensayo y error, el portavoz de la Federación Anarquista Grande Canaria (FAGC) nos explica las experiencias y los límites de su acción y pensamiento político detrás estos años de (r)evolución en el anarquismo combativo de barrio. Aquel que milita y se enfanga en la realidad de las más excluidas y desclassadas, aisladas en una isla atravesada por el paro, la pobreza y los desahucios.

¿Qué es la FAGC?

Podríamos decir que nacimos con el 15-M, en la plaza San Telmo de Las Palmas, a pesar de que ya existíamos años atrás operantes desde las dimensiones de un anarquismo convencional. Al principio éramos una federación al uso, muy críticos, pero caíamos en dinámicas de autoconsumo y reivindicación que entendíamos que eran propias del folclore libertario. Un día, repartiendo panfletos contra Monsanto, acabamos dando a un hombre que rebuscaba comer a la papelera. Fue un choque, porque nos dimos cuenta que estábamos pidiendo a la gente más pobre que discriminara qué podía comer y que no, que fuera en bici cuando no dejaban ninguna huella ecológica o que no creyesen en Dios cuando todo el mundo los había abandonado y dormían cada noche a una barca a la arena… Después del deslumbramiento que provoca el choque con la realidad, abrimos los ojos y nos dimos cuenta que estábamos totalmente alejados de los problemas de la gente, de sus necesidades básicas.

¿Qué diferencias hay entre la FAGC y el anarquismo que denomináis convencional?

El nuestro es un anarquismo de barrio, hecho y dirigido por las mismas pobres. La mayoría de personas que articulan la solución a sus problemas son las propias afectadas. Además, el 90% de las integrantes son mujeres. También se tiene que entender porque, a través del que hemos hecho, desarrollamos nuestra teoría. No a la inversa. Y así, exponemos los fracasos de esta práctica y hacemos autocrítica.

¿Por qué os centrasteis en la lucha por la vivienda?

Igual que hizo aquel indigente, los datos sobre problemáticas sociales nos escupieron a la cara. Tenemos entre un 35 y 30% de paro, un 35% de exclusión social, récord de pobreza infantil con un 35% de los niños, 735 desahucios al trimestre, 138.000 casas vacías y 35.000 demandantes de vivienda.

Hay otro grave problema y es que la mayoría de viviendas de los barrios populares no se están destinando a la población residencial, sino que se han enfocado a la turistificación masiva que sufrimos. En las islas somos dos millones de habitantes y recibimos cada año más de 13 millones de turistas. La expulsión del vecindario por la gentrificación genera un cinturón de ciudades dormitorios al extrarradio, donde va a parar la población canaria de origen trabajador. Por todo esto consideramos la vivienda como el frente más urgente desde donde empezar a trabajar.

¿Y cómo fue?

Empezamos parando desahucios. Pero cómo que solas no podíamos, intentamos hacer un frente de vivienda con la PAH y el movimiento okupa. La PAH nunca quiso implicarse. El movimiento okupa sí que lo hizo, y durante una época estuvo a la altura, pero las dinámicas de autoconsumo lo absorbieron. Priorizaban sus actividades y espacios de meditación o reiki en lugar de realojar familias desahuciadas. Así que lo tuvimos que hacer todo nosotros. Nos aprendimos el Código Penal entero para asesorar la gente legalmente y seguimos parando desahucios con medios mecánicos. Bunquerizando la vivienda, clavábamos puntales, planchas de metales y bombonas con hidrógeno. Hemos parado todos los desahucios donde hemos ido. Hoy en día, por suerte o por desgracia, nos hemos hecho un nombre y los propietarios o bancos se avienen a negociar cuando estamos por el medio porque saben que sufrirán consecuencias en el ámbito mediático y de acción directa. Después de esto, empezamos a ocupar y realojar familias, primero a través de viviendas unifamiliares, y después en la Comunidad Esparanza.

Explícanos este proyecto…

Es quizás nuestra nave insignia, el proyecto más importante que hemos impulsado. Contactamos con la propietaria de una promotora con cuatro bloques de viviendas embargadas por Bankia y allá realojamos a 210 personas que teníamos en lista de espera. Se creó el Asambleatorio y se fijó una asamblea mensual, que regula la vida de la comunidad. Se crearon comisiones como el huerto, mantenimiento, solidaridad, tesorería y realojo, porque las mismas vecinas se encargan de gestionar cuando una familia abandona la comunidad y cuando una nueva cumple los requisitos para acceder.

¿En qué personas o requisitos priorizáis en vuestros programas de realojo?

Uno de los que pedimos es que se ingresen menos de 426 euros mensuales y se tenga familia a cargo. La excepción es para personas con enfermedades crónicas o con situaciones muy graves. Otro núcleo importante son los parados de larga duración. Hay población migrante, que a menudo ya no tiene acceso a sanidad. Hay muchas mujeres maltratadas que salen adelante con sus hijos. También hay indigentes crónicos, gente que prácticamente nunca ha tenido vivienda. La composición de miseria canaria es un cuadro que nadie mira en detalle. Un cuadro donde se vende solo, playa y veinticinco grados de temperatura. Pero, si te acercas al cuadro, hay trazadas gruesas; miseria, hambre, gente válida que sabe levantar edificios con sus manos y que vive en la calle. munidad Esperanza.

¿Qué conflictos o contradicciones os habéis encontrado al salir adelante estos proyectos?

Nosotros partíamos de la idea anarquista, muy infantil, de Kropotknin, que decía que si solucionábamos la cuestión del pan, todo se solucionaría. Yo creía en esto firmemente y que, cambiando la realidad material, todo cambiaba. Creía que la gente era racista, machista o maltratadora, no sólo por cuestiones culturales heteropatriarcals, sino porque estaban en situaciones de pobreza, sin las necesidades básicas satisfechas, asumiendo el discurso del sistema. Y pensaba que si esta gente mejoraba sus necesidades, se plantearía otras cosas y no serían tan cabrones. Pero me equivoqué.

¿Puedes meter un ejemplo concreto?

Al principio no pedíamos ninguna documentación a la gente necesitada que vendía, porque a mí me parecía una cosa reformista, burocrática, antianarquista. Y lo probamos así, a puertas abiertas. Pero comprobamos que mucha gente solicitaba vivienda cuando ya tenían otro, tenían bastante ingresos que querían ahorrarse o se inventaban algún hijo a cargo. Hoy en día pedimos el certificado del paro y la seguridad social, el de patrimonio y el libro de familia. También exigimos que la gente se implique en la ocupación de su vivienda, de proveerse de luz y agua, y que ofrezca la misma solidaridad que se le ha ofrecido, parando desahucios o ayudante a realojar.

Y bajo estos aprendizajes habéis desarrollado vuestros realojos…

Me he dado cuenta que, cuando iniciamos un proyecto de vivienda, la cuestión está a llegar al máximo número de gente. Si analizamos un Centro Social Okupado, vemos que sólo un 10% del colectivo se implica en la gestión y el trabajo sucio. El resto viene y se toma unas birras. Si esto pasa en ambientes militantes, con gente que se ha leído todo el que se ha escrito, porque le exigimos más a la gente de los barrios? Yo parto de que tendremos el mismo porcentaje de implicación en nuestros proyectos socializados. Un 10%. Entonces tengo que ser más ambicioso. Si ocupamos para cien familias y sólo debe de se implican realmente, quiere decir que tengo que ocupar para mil familias para tener una militancia de cien familias. Es ampliar, trabajar más. Pero es la solución. Porque el aprendizaje anarquista no es teórico. Cuando más anarquista me he hecho es cuando lo he confrontado con la realidad. La gente no se hará anarquista escuchando el que digo, sino viendo el que hago.

¿Cómo se evita caer en el asistencialismo y empoderar a las realojadas, evitando las dependencias?

Es un riesgo que siempre es allá. Se cae en el assistencialisme cuando solucionas necesidades básicas de la gente y buscas la estabilidad pero no se generan nuevos conflictos. Cuando Esperanza ha sido más fuerte es cuando se han organizado para luchar, cuando ha tenido la amenaza de desalojo, cuando han ido a parar un desalojo a otro lugar. Y cuando ha sido más débil es cuando ha estado en periodos de estabilidad, cuando todo iba bien. La clave para huir de la assistencialisme es generar conflicto, mantener siempre la tensión social. Inducir a la gente que ya tiene satisfechas las necesidades cubiertas a que ahora el que necesitan es libertad y autonomía, que necesitan enfrentarse a un sistema que se los ha sacado todo y los ha obligado a conseguírselo por sí misma. Esta dinámica de tomar el que sobra no puede acabarse con unos cuántos recursos básicos. Tenemos que seguir tomándolo. Y si ya has satisfecho tu necesidad de vivienda, colabora con la gente otros barrios que no lo tienen satisfecho. Y entonces nos plantearemos otras fases, como ocupar un medio de producción como la tierra o la fábrica.

¿Qué papel juega el sindicato de inquilinos?

En este tiempo hemos conseguido llegar a mucha gente. La mayoría del sector anarquista convencional se ha quedado por el camino, pero nosotros hemos seguido trabajando con la gente del barrio. Y por eso, la mayoría de gente que ahora colabora con la FAGC nunca ha sido anarquista y quizás ahora no lo son ni lo quieren ser. Así que nos articulamos a través del sindicato, una herramienta mucho más amplia y transversal, con gente de diferentes procedencias ideológicas. Esto no afecta el hecho que sea totalmente autónomo e independiente de partidos y colectivos. Por mí, el más interesante es que es una herramienta con un discurso y práctica integral de vivienda. No nos centramos sólo en la hipoteca o el alquiler. Socializamos suministros, realojamos a familias sin techo, recurrimos a vagas de alquiler… Quiere ser el tipo de herramienta que era en los años 30, pero actualizándose a los tiempos que corren. Creemos que el problema que vendrá de aquí unos años serán las precaristas; la gente que vive en ocupaciones o en cesiones bajo condiciones precarias. También trabajamos con indigentes, porque tengan voz y puedan defender sus intereses.

¿Cómo se podría replicar este modelo a contextos donde puede parecer que la administración no está tan involucionada o no hay estos indicadores socioeconómicos?

Tenemos que ampliar el espectro. Cuando voy a la península me dicen que allá no hay pobreza, que no es como Canarias. Quizás aquí la pobreza está más concentrada y es más visible. Pero a la península también existe. Siempre existe, a pesar de que nos han dibujado que no. Sólo se tiene que salir de la zona de confort y empezar a trabajar con la gente con quien nunca se ha interactuado y se darán cuenta. La gente con las necesidades satisfechas no querrá cambiar esto, porque ya viven en un mundo cómodo. Mantienen una distancia prudencial, porque si todo cambiara, su cómodo mundo se acabaría. Y para comprender esto, quizás tenemos que bajar al barrio, empezar a trabajar y ser parto de la gente más golpeada.

¿Qué os ha supuesto toda esta militancia, en el ámbito personal y político?

Han sido los años más duros de mi vida. He renunciado a todo. De un trabajo estable y una nómina a final de mes, a vivir con 400 euros al mes. Duermo poco gestionando cosas, es una militancia a tiempo completo. Estrangulado por multas y persecución policial. Le he alargado la mano a mucha gente y mucha de esta gente me ha partido la cara o apuñalado por la espalda, y no simbólicamente. Pero la evolución ha sido aprender que la idea fanática que yo tenía de la militancia, exponiendo mi propia vida, era un intento estúpido de darle un mártir en el movimiento libertario. Para seguir haciendo este trabajo me tengo que mantener vivo. En el ámbito político, para mí el resultado global ha sido muy positivo. La gente más necesitada ha demostrado que se puede organizar con solidaridad y gestionando los conflictos por sí misma. De que pueden vivir en los márgenes del capitalismo con prácticamente nada. Porque si aquí se inunda la cloaca o se rompen las cañerías no viene el Ayuntamiento ni nadie a ayudarlas. Y darte cuenta que estás sola y que no dependes del Estado te hace ver tu utilidad. De que por tú misma vales. Y que cuando el sistema no te ayuda, quizás es que estás mejor sin este sistema.

Habéis hecho pública parte de vuestra actividad. Habéis ocupado cerca de 400 casas y habéis realojado unas mil personas. ¿Habéis calculado la dimensión represiva que esto podría tener?

Los palos ya han llegado. Intentaron reventarnos golpeándome a mí. La Guardia Civil me torturó, me imputaron por agresión a la autoridad y me piden cinco años. Por eso ahora tenemos diferentes portavoces. No lo consiguieron entonces y tienen muy jodido implicarnos nada en el ámbito penal ahora, más allá de inventarse acusaciones. Qué dirán? Que ayudamos y asesoramos familias sin techo a conseguir su hogar? Esto lo reconozco mañana mismo en sede judicial. Será muy legal que la gente duerma en la playa, pero por mí no es justo. Estoy orgulloso de ayudar a la gente a conseguir casa. Y si esto es imputable, escupo en su legalidad. Hemos sufrido la represión policial y judicial porque cómo anarquistas encabezamos esta lucha. Si fuéramos un colectivo más neutral, el que pasa aquí abriría todas las portadas. Pero estamos aisladas. Iniciativas como Esperanza o el Sindicato no han tenido la trascendencia que merecían.

¿Por qué?

Porque detrás no hay un grupo legalista, que pacta con políticos, ni tenemos un regidor moderno que se mueve a Twitter. El que tenemos sueño anarquistas, indigentes, mujeres maltratadas, madres con dieciocho años y tres hijos a cargo, toxicómanos, niños con desnutrición. Gente muy jodida. Un perfil que no le gusta a nadie; ni a los anarquistas cool, ni a la izquierda moderna, ni por supuesto a la derecha reaccionaria. Y por eso no interesa que seamos noticia.

¿Te han intentado captar políticamente?

El sistema trae con rigor la táctica del palo y la zanahoria. Y ha asumido que el que no puede comprar lo rompe. Y el que no puede romper lo compra. Después de las torturas y de que siguiéramos adelante, nos han ofrecido consejerías de vivienda en ayuntamientos, puestos de trabajo, subvenciones, fama, tertulias fijas a canales de televisión. Pero no tienen dinero suficiente para pararnos y acallarnos. No seremos la marca blanca de ningún partido. No aplacaremos el problema en el ayuntamiento de turno, sean los del cambio o los viejos partidos, porque interpretamos que la situación real de la gente de bajo no ha cambiado en absoluto con ninguno de los dos.

En vuestros comunicados tenéis un discurso mucho llevar y crítico, sobre todo con el movimiento libertario…

No queremos parecer muy cáusticos en nuestro discurso. Hablamos así porque lo hacemos desde el dolor. Y no es un recurso literario; estamos con gente que lucha día a día para sobrevivir. Y que ha aceptado esta lucha por la vida con medios anarquistas porque nadie más se los ofrecía una herramienta. Y me preocupa, porque esta gente puede caer perfectamente en el discurso de la extrema derecha. Hay tanta miseria que están predispuestas a creer en cualquier cosa. Es una cursa y tenemos que ver quién llega primero. En Canarias ha sido el anarquismo, pero a algunos lugares de la península lo ha hecho el fascismo.

(Fuente: Directa.cat /Autor: Guille Larios)

Vídeo:

 

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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