Marruecos: Solidaridad total con Jerada, una localidad minera movilizada contra la miseria y la marginación

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El pasado 22 de diciembre, en Jerada, ciudad minera del este de Marruecos, los hermanos Houcine y Jedouane Dioui encontraron la muerte en un pozo de carbón. El equipo de rescate no llegó a tiempo y solo gracias a la intervención de la población otras personas pudieron escapar a la muerte.

Este accidente ha venido a sacar a la luz una vez más -pues no es la primera vez que mineros mueren en agujeros de minas artesanales que carecen de toda infraestructura de seguridad y de protección- las condiciones precarias en las que extraen el carbón desde que la empresa cerró en 1998. Sin embargo, se trata de una ciudad en la que hasta finales de los años 1990 existieron fuertes tradiciones sindicales.

La población, fuertemente afectada desde esa época por el desempleo y en lucha contra la reciente subida de las facturas del agua y la electricidad, así como contra el abandono de los antiguos mineros con silicosis, se ha movilizado inmediatamente. Ha impedido que las autoridades procedieran al entierro a toda prisa de los dos cuerpos y expresa su exasperación ante la ausencia de políticas públicas de reconversión de la actividad económica de la ciudad con movilizaciones que se suceden desde del 22 de diciembre de 2017.

En un primer momento las fuerzas de represión intentaron apagar el movimiento a porrazos, pero tuvieron que retroceder, temiendo que en Jerada cristalizara un nuevo hirak (movimiento) a imagen del que, en el Rif, desde hace ya 14 meses, existe en Alhucemas, sin que ni el estado de sitio ni las centenas de detenciones y condenas logren apagarlo. Por otra parte, la gente que se manifiesta en Jerada ha puesto a la cabeza de sus reivindicaciones, desde el comienzo de esta movilización que, 15 días ya después del accidente, no decae, la de la liberación de la gente detenida del Rif. El viernes 29 de diciembre una huelga general paralizó esta ciudad de más de 40 000 habitantes; los comercios bajaron sus persianas y miles de manifestantes salieron a la calle, mientras que habitantes de pueblos vecinos se sumaban a la movilización, marcando así una extensión del movimiento.

El gobierno ha desplazado entonces una delegación ministerial, con el Ministro de Energía y Minas a la cabeza, a fin de intentar desactivar el movimiento proponiéndole vagas promesas. Pero esto no bastó para calmar las manifestaciones.

Este domingo 7 de enero de 2018, a pesar del frío y de la lluvia, miles de manifestantes han invadido de nuevo las calles, organizando un estruendoso concierto de cacerolas. Una forma de advertir a las autoridades que no se contentarán con vagas promesas, sino que exigen propuestas concretas, debidamente acreditadas. A las reivindicaciones sobre el empleo, la reducción de las tarifas del agua y de la electricidad, el refuerzo de las infraestructuras sanitarias y médicas, se añade ahora la reivindicación de transparencia y del principio de rendición de cuentas, y una puesta en cuestión del modelo económico en vigor en beneficio de un modelo alternativo a elaborar con los y las habitantes.

Se ve pues que, más allá de la emoción provocada por la muerte de dos jóvenes mineros, en Jerada es un proceso se está poniendo en marcha en profundidad, muy inspirado en el hirak del Rif, pero con sus propias formas de lucha, de organización y sus propias consignas y reivindicaciones.

Tras la muerte del pescador de Alhucemas, el drama de las mujeres que murieron aplastadas en la provincia de Essauira durante una distribución de cestas de alimentos, las movilizaciones de Zagora, ciudad que se quedó sin agua debido al acaparamiento de tierras y de agua por las centrales solares, el business turístico y el agrobusiness, ahora le ha tocado levantarse a Jerada. Los y las manifestantes han llamado a su movimiento hirak, retomando la palabra utilizada en Alhucemas, mostrando con ello la continuidad de las luchas que estallan en las diferentes regiones de Marruecos.

Cuando un puñado de marroquíes concentran en sus manos las riquezas del país, cuando un paraíso fiscal se ha instalado en el corazón de Casablanca y los inversores marroquíes van al asalto del continente africano o a la búsqueda de nuevos nichos de ganancia, la población marroquí marginada y pauperizada, expresa ahora a la luz del día su sufrimiento y su exasperación. E indica claramente a las autoridades que ya no se contentará con promesas y medidas cosméticas. Los problemas son estructurales y solo cambios estructurales pueden permitir responder a las aspiraciones del pueblo.

(Fuente: Viento Sur / Autora: Nora Al Manzal / traductor: Faustino Eguberri)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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