Carolina Martín Pérez (Kellys sevillanas): “hasta que nosotras no nos movimos, los sindicatos no reaccionaron”

carolina kellys

En los hoteles de Sevilla hay capacidad para alojar cada noche a 20.800 clientes. Crece la planta hotelera con nuevos establecimientos. Aumenta el promedio de ocupación turística a lo largo de todo el año. Además, hay unas 2.500 camas regularizadas en la gama de apartamentos turísticos. Y cerca de 1.500 mujeres trabajan de modo permanente o coyuntural como camareras de piso en hoteles de Sevilla. Indispensable su función para el confort de las habitaciones en el trasiego de entradas, pernoctaciones y salidas.

A muchas de esas mujeres se les paga por su trabajo un promedio de dos euros por habitación. Y contratos claramente por debajo del salario mínimo interprofesional. Es la cara oculta del sector más relevante de la economía sevillana, andaluza y española. Del que presumen empresarios y gobernantes.

Carolina Martín, 47 años, vecina de Pino Montano, es la camarera de piso que encabeza en Sevilla la creación y desarrollo de la asociación Asociación de Camareras de Piso de Sevilla (Capise), que desde hace dos años intenta dignificar su respetabilidad profesional y social, y denunciar los abusos en los procedimientos de contratación y en los emolumentos.

¿Su familia está ligada a la hostelería?

Totalmente. Mi padre trabajaba en la lavandería y mi madre era camarera de piso. Él pasó a llevar la cocina de un restaurante y ella acabó su periodo laboral en la lavandería del Equipo Quirúrgico, frente a los Jardines de Murillo. Mi hermano trabajó de camarero y ahora ejerce de preventista, los que gestionan los pedidos con los bares. Tengo dos hijos y el mayor es jefe de cocina.

¿Cuál fue su primer trabajo?

En la cocina del Bar Azul, que ahora se llama El Pilar, el que está frente al centro de salud en María Auxiliadora. Tenía 18 años, y si no llega a ser por eso, hubiera carecido de ingresos para mí y para mi primer hijo. Yo había estudiado en el Colegio Safa que está en la calle Fresas, junto a la Alameda, que fue mi barrio de adolescencia. Cursé hasta Primero de Administrativo en Formación Profesional.

¿Y su primer empleo en un hotel?

Mi andadura como camarera de piso comenzó en 1992, en el Hotel Patio de la Cartuja, en la calle Lumbreras, que se hizo para la Expo’92. Hubo muchísima afluencia de turistas. Me decanté por el trabajo de camarera de piso porque el de cocinera en los bares me suponía hacer doble turno de mañana y tarde, y mis hijos quedaban desatendidos.

¿A cuánto ascendían sus primeros salarios?

En el bar donde debuté cobraba 8.000 pesetas a la semana [48,08 euros]. En el hotel fueron 80.000 pesetas al mes [480,80 euros].

¿En cuántos hoteles de Sevilla ha trabajado?

Son muchos. El San Gil, el Regina, el América, el NH Convenciones, el Alfonso XIII, el NH Plaza de Armas, el Petit Palace Marqués Santa Ana, el Sevilla Center, entre otros. Y también he trabajado en la residencia del Centro de Alto Rendimiento para Remo y Piragüismo, en Cartuja. En los últimos años he estado en el Bécquer, donde me trataron muy bien. Y ahora estoy trabajando para la cadena valenciana Casual, donde llevo tres semanas y me han ofrecido un contrato con las condiciones y garantías del convenio de hostelería, y directamente con ellos, no a través de una externalización. Y con perspectiva de estabilidad laboral, es lo que busco a mis 47 años. Ahora estoy en el Casual Sevilla de las Letras, en la calle Alhóndiga, que tiene 31 habitaciones, y después pasaré al Casual Sevilla Don Juan Tenorio, en la Plaza de Los Venerables, con 21 habitaciones. Compagino la labor de camarera de piso con coordinar a las compañeras y resolver lo relacionado con productos y lavandería.

¿Qué formación tenía en sus inicios?

Empecé del tirón en el hotel donde debuté, y me formó la gobernanta. Es un gremio en el que falta profesionalización. Y los cursos que se imparten para trabajar en los mejores hoteles chocan con la realidad de las prácticas laborales a las que te obligan. Es una pena, porque me gusta mi trabajo. Me gusta trabajar como camarera de piso. Y ser muy responsable en tu cometido, porque en tus manos está la intimidad de los clientes. Solo me quitan las ganas cuando intentan explotarte. Ahora estoy con mejores condiciones laborales y me siento bien.

Es una profesión con indudable desgaste físico. ¿Le hacen reconocimiento médico una vez al año?

En 25 años de vida profesional solo me han llamado para dos reconocimientos médicos. Aunque tengo artrosis en las articulaciones y las vértebras muy gastadas. En mi mesilla de noche no falta el diazepam, recetada por el reumatólogo. Como la mayoría de las mujeres de mi edad que nos dedicamos a esto, con pastillas afrontamos los dolores y achaques.

A lo largo de 25 años ha habido muchos cambios en la legislación laboral y en el mercado de trabajo. Para las camareras de piso, ¿la evolución ha sido a mejor o a peor?

A peor, porque fue creciendo la tendencia de externalizar las plantillas, y contratar a través de empresas de trabajo temporal. Hubo que obligarlas a remunerar según lo fijado en el convenio de la hostelería. Pero las hay que se lo saltan. Un ejemplo reciente: la sanción de 2,6 millones de euros que la Inspección de Trabajo, gracias a la labor investigadora de magníficos inspectores como Fermín Yébenes, impuso a la empresa multiservicios Externa Team por fraude en la contratación de 275 camareras de piso en hoteles de Sevilla a lo largo de varios años. Con falsos contratos de formación y no abonaba la cuota de la Seguridad Social. Solo pagaba de salario 601 euros, se quedaba con un porcentaje abusivo de nuestro salario. Ya hay sentencia firme anulando, por ilegales, ese tipo de convenios entre los hoteles y las empresas externas.

¿Han reclamado ustedes por vía judicial?

Sí, la mayoría de mis compañeras afectadas reclaman unos 14.000 euros. En mi caso, que estuve dos años, lo que me corresponde son 10.000 euros. Es muy grave que se queden con lo que es tuyo. Y ahora sufrimos otro problema endémico: la lentitud de la Justicia. Denunciamos en abril de 2016 y el juicio está fijado para abril de 2018. Y después llegarán los recursos… ¿Habremos cobrado en el 2020 lo que debíamos haber percibido en 2013 y 2014?

¿Qué promedio de habitaciones arreglaba cuando estaba en hoteles de cuatro estrellas?

Entre doce y trece para cada jornada de seis horas, comenzando a las nueve de la mañana. Pero hay empresas externas que aprietan muchísimo y te exigen quince cada día pagándote 750 euros brutos al mes.

¿Cómo son los turnos de trabajo en su profesión?

De lunes a domingo, festivos incluidos, con dos días de descanso rotativo. Esa es la norma. Los turnos solo nos los comunican antes de concluir la semana previa, para que sepamos cuándo vamos a descansar. Lo que a veces cambia de un día para otro y tienes que ir a trabajar cuando no está previsto.

¿Es verdad que el promedio de ingresos es de dos euros por habitación?

Sí, para quienes trabajan fuera del convenio oficial. Aunque han llegado a pagarse solo 1,13 euros por habitación, eso ocurrió en un hotel que está en Sevilla Este.

Por el convenio oficial del sector, ¿cuánto les corresponde percibir?

El sueldo base de una camarera de piso en un hotel de cuatro o cinco estrellas es 1.044 euros brutos, más sus pagas (yo he llegado a estar cobrando 618 euros en un cuatro estrellas de los grandes en Sevilla, y eso incluía pagas y vacaciones). En un hotel de tres o dos estrellas, el salario por convenio oficial ronda los 900 euros. Una gran diferencia estriba en que según el convenio de hostelería son contratos con jornadas de ocho horas y el salario se fija por el número de horas. Pero la mayoría de los contratos que se hacen hoy en día son de cuatro o seis horas al día, y a través de empresas externas que pagan por número de habitaciones hechas. Y fijan una ratio al mes. Para alcanzar esos ingresos trabajando ocho horas tienes que hacer o 330 o 440 habitaciones.

¿Hasta qué punto se sienten en precario?

Si te toca una habitación donde han dejado puesto el cartel de ‘no molestar’, y no te pueden dar otra, esa no te la pagan, es una menos que te remuneran. Y si tienes la mala fortuna de que en el pasillo que te ha tocado hay tres carteles como ese, y no hay alternativa a que te dediques a otras, pues son tres menos que cobras esa jornada.

¿De qué manera les afecta la oscilación en el porcentaje de reservas, o la diferencia de ocupación entre las entradas y salidas que acontecen en días laborales respecto a los fines de semana?

Pues si una semana hay poca ocupación, te avisan y te dicen que vas a descansar más días la semana siguiente, o incluso te obligan a tomarte días anticipados de vacaciones. Para compensar otros meses donde la ocupación sea muy alta.

¿Y las vacaciones anuales?

Deberíamos tener 30 días, pero las empresas de servicios externalizados te dan 22. He tenido contratos de seis meses a los que les correspondían 15 días de vacaciones, pero te dan 11. Se aprovechan del miedo a represalias si de les reclama.

Por término medio, ¿cuántas camareras de piso trabajan en un hotel pequeño o en uno grande?

En un hotel de unas 30 habitaciones somos cuatro. En los hoteles de 150 o 200 habitaciones, las plantillas son de 20 a 30 mujeres. En los pequeños suele ser un trabajo solo de mañana y mediodía. En los grandes se hacen también guardias para atender por las tardes.

¿No hay hombres en esta labor?

En 25 años solo he coincidido con dos hombres que trabajaran de camareros de piso. Casi el 100% son mujeres. Casi todas las que vamos a los hoteles de Sevilla vivimos en los barrios de la periferia, o en los pueblos cercanos, y cogemos el autobús para ir a trabajar.

¿Es habitual que hagan pluriempleo para subsistir?

Sí, muchas mujeres también trabajan limpiando casas u oficinas. Abundan madres solteras, mujeres divorciadas, que por sí solas han de ganar dinero para ellas y sus hijos. Y nuestros sueldos son míseros. Al haber tanto paro juvenil, también están entrando muchas chicas sin experiencia que no han terminado sus estudios y que no logran empleo por otro lado. Carecen de formación, muy pronto comienzan a tener problemas de espalda, y les cuesta mucho aguantar la presión de acabar una habitación y tener el cubo de la fregona junto a la siguiente puerta, y estando controladas por los supervisores. Sé que a muchas compañeras les sucede como a mí: no paramos ni para ir al servicio.

¿Cuándo se origina su particular ¡Basta ya!?

En 2014. Primero descubrí en Facebook que había un grupo de compañeras de otras ciudades, Las Kellys. Empecé a contactar con ellas. Y fue importante el libro ‘Las que limpian los hoteles’, del periodista Ernest Cañada, basado en entrevistas para dar a conocer casos reales. Con él hemos dejado de ser invisibles. Ya era hora. Antes, había mucho miedo a hablar, y de eso se aprovechaban los empresarios. Mi compañera Mari Carmen León y yo gestionamos que también presentara el libro en Sevilla. CCOO nos ayudó a organizar el acto, convocamos a muchas camareras de piso, y fue emocionante para todas. Me encantó conocer a Ernest. Le dije que le estaremos agradecidas de por vida por ayudarnos a salir de la invisibilidad. Y en su estancia en Sevilla obtuvo muchos testimonios y datos que incluyó en su siguiente libro, ‘Externalización de trabajos en hoteles’.

¿Cuándo perdió el miedo a ejercer su derecho a reclamar?

En 2014 tuve que darme de baja porque del esfuerzo de tirar de una cama me quedé doblada, con un dolor fortísimo. No era capaz de ponerme de pie y limpié la bañera de rodillas. Cuando ya di la voz de alarma y me atendieron, se vio que era imposible que pudiera seguir. Sufrí una severa hernia inguinal. Y tras un mes de baja, me ingresaron 316 euros, una cifra ínfima. Fui a una oficina de la Seguridad Social a informarme, y el funcionario me dijo: “Le recomiendo que busque un sindicato o un abogado laboralista”.

¿Por qué optó?

Me fui sobre la marcha a la sede central de CCOO en Sevilla. Les dejé una copia de mis nóminas para que me aclararan si eran correctas o no. Todavía podría estar esperando una respuesta. Nunca me llamaron. A los pocos días, y como yo no podía pagar un abogado, busqué a una graduada social. Me atendió de maravilla, y con sus consejos, y con las cuentas que hizo, mostrándome todo lo que no me habían abonado, le dije a la empresa externa que quería lo que me correspondía justamente. Y si no lo hacían, tendría que poner una denuncia. A los dos meses, me respondieron, diciendo que había sido un error informático, se disculparon y me devolvieron todo lo indebidamente retenido. Como conocía a otras tres compañeras que estaban de baja, les hice ver mi caso, comprobaron que también les estaban escatimando lo suyo, y ya se atrevieron a reclamar. También se los devolvió. Nos estaban quitando de más 200 euros al mes a cada una de nosotras. La lección estaba aprendida: si te quedas callada, se quedan con tu dinero.

¿Los sindicatos no estaban al corriente de irregularidades en la contratación y remuneración?

Claro que sí. Si esto ocurre desde hace décadas. Cuando el tema ha aflorado ante la opinión pública por el eco del libro de Ernest Cañada, nos convocaron desde Comisiones Obreras en Sevilla a un acto en el Teatro Duque sobre el sector de hostelería, para que Mari Carmen León y yo contarámos nuestras experiencias. Casi todos los asistentes eran sindicalistas. Cuando empezamos a hablar, noté en sus rostros que muchos estaban alucinando. Y uno se levantó y exclamó: “¡Por Dios! ¿Cómo se puede permitir que estas mujeres trabajen así?” Pues lo permiten porque los sindicatos se dedican a defender sus intereses. Y lo que más les preocupa es conseguir afiliados.

¿No han investigado los sindicatos?

En enero de 2015 tuvimos una reunión con los responsables del área de hostelería en CCOO Sevilla. Y nos pidieron que les facilitáramos información. Hicimos lo que debían haber realizado ellos, recabamos datos de lo que hacían en Sevilla 30 empresas de servicios externos. Con esa documentación, ellos contactaron con la Inspección de Trabajo y pusieron las denuncias. Por lo tanto, hasta que nosotras no nos movimos, los sindicatos no reaccionaron. Pero el problema persiste, no se están erradicando esas condiciones de trabajo.

¿Nadie está sindicado en el sector turístico-hotelero?

Claro que hay trabajadores afiliados, y algunos son enlaces sindicales. Por ejemplo, en los hoteles más grandes. En uno de ellos, el técnico de mantenimiento era enlace de CCOO. Yo hablaba con él cuando entraba a alguna habitación a arreglar los aires acondicionados. Procuraba que no me vieran, porque las empresas externas nos prohíben hablar con el personal del hotel. Y él me decía: “Solo podéis denunciar a la empresa externa cuando terminen vuestros contratos. Quien lo haga antes, sabe que se va a la calle”. Y yo le decía: Eres tú quien ha de alertar a tu sindicato. ¿Por qué lo estáis permitiendo? ¿Por qué pactáis otros temas con los hoteles, y en lo nuestro miráis para otro lado?

¿Qué le responde la patronal hotelera sevillana?

Cuando me reuní con Santiago Padilla, gerente de la Asociación de Hoteles, le enseñé mi contrato y mi nómina. Y le dije si había derecho a que tantas mujeres cobren 618 euros al mes por un contrato de seis horas, incluyendo ahí pagas y vacaciones. No me contestó. Gesticuló como si dijera el “a mí qué me estás contando”. Los hoteleros no pueden decirnos que no saben lo que pasa dentro de sus hoteles y que no saben ni cómo trabajamos ni cuánto percibimos. Mienten. Conocen perfectamente cómo se nos está explotando.

¿Ha sufrido represalias desde que ha puesto en marcha la asociación?

Eso me temía. Pero no ha sido así. En el Hotel Bécquer me llamaron y me contrataron tras haber salido yo en un telediario de Tele5 donde lo que conté fue utilizado por la empresa de servicios para despedirme de otro hotel.

¿Y otras compañeras asociadas?

No. Nada nos decimos en público. Hay gobernantas que las meten en su despacho y les dice: “Mucho cuidadito con las reuniones, no meteros en eso que os va a traer mal”. Afortunadamente, sí hay gobernantas que nos comprenden, aunque tampoco pueden decir algo en público, porque también se juegan su empleo.

A nivel nacional, ¿han consensuado reivindicaciones?

Muchas. Por supuesto, cambiar la legislación laboral para que no se pueda externalizar la gestión de los pisos en los hoteles. Además, lograr la jubilación anticipada, igual que se regula para mineros, pilotos, policías locales,… Nuestra actividad comporta un gran desgaste físico. Hagan la prueba y muevan esas camas y esos colchones. Es rarísimo ver a mujeres trabajando a los 60 años como camareras de piso. Las pocas que llegan en activo a 65 años son las que llevan muchos años en un hotel grande y la han derivado a lavandería, si es que no han externalizado ese departamento. Otra reivindicación importante, además de la salarial, es la prevención de riesgos laborales, no se hace esa supervisión dentro de los hoteles. Por ejemplo, echamos en falta camas elevadoras, que puedas hacer a la altura de tu cintura, que es lo correcto. No nos quejamos por gusto.

Hay empresarios hoteleros españoles que comentan la gran dificultad para mejorar las condiciones laborales, porque en el mercado turístico actual, aunque aumenta el número de turistas, quien se lleva los grandes beneficios son las empresas líderes en las recomendaciones y reservas a través de internet, que se llevan comisiones muy elevadas. Mientras que el establecimiento físico todo lo arriesga, está sometido a una competencia tremenda en el factor precio y afronta todos los costes estructurales.

Es fácil saber cuánto se cobra al turista por las habitaciones donde nos pagan dos euros para dejarla en perfecto estado cuando hace su salida. Es vergonzoso que nos digan que hoteles con alta tasa de ocupación no tienen rentabilidad, y que no pueden subirnos el salario.

Al ser todas mujeres, ¿están siendo apoyadas sobre todo por los colectivos feministas?

Destaca en su apoyo la Asociación María Laffitte, nos han cedido su local para muchas reuniones.

¿Ha mejorado la actitud colaborativa de la población española cuando se aloja en los hoteles? Como usuarios de las habitaciones, ¿piensan más en quienes después las limpiarán?

No, no ha mejorado el civismo. Nosotras en las habitaciones vemos de todo, y la discreción es primordial porque se trata de la intimidad de los clientes. Por supuesto, hay personas muy cuidadosas y ordenadas, eso suele ser más frecuente entre los clientes que pernoctan para participar en una convención. Mientras que otras personas que están varios días alojadas son caóticas y dejarles la habitación en perfectas condiciones es casi imposible. Lo peor son los grupos de jóvenes que hacen viajes como excursión. Es temible hacerles la habitación tras su último día. Una vez tuvo que dedicar hora y media a arreglar una sola habitación, en una jornada de seis horas de trabajo en la que tenía asignadas catorce. Y todas esas horas extra no te las pagan. Se debe regular mejor la carga de trabajo en función del tipo de clientela y no solo a tenor del número de habitaciones.

¿Se puede clasificar el grado de pulcritud de los turistas extranjeros según sea su nacionalidad?

Para mí, los ingleses de edad adulta son los mejores, muy amigables y simpáticos. Los franceses suelen ser más quejicas y tiquismiquis. A los hindúes y las árabes se les cae mucho el pelo, hay que emplearse a fondo para limpiarlos. Y los chinos dejan mucho olor impregnado en la habitación porque todos comen en su interior, con el agua caliente se hacen esos vasos con fideos que les gustan, y eso deja mucho olor.

¿En su entorno de amistades, de vecindario, se es consciente de esta situación?

Lo conocen solo los familiares y los amigos íntimos. En los barrios donde vivimos no lo saben. Un ejemplo: cuando tramité ante la Junta de Andalucía la fundación de nuestra asociación, como no tenemos local, puse la dirección postal de mi domicilio. Y cuando la Junta me envió la carta ratificando nuestra inscripción en el registro de asociaciones, en el membrete ponía nuestro nombre: Asociación Camareras de Piso de Sevilla. Y la cartera del barrio llegó a mi casa y me dijo: “Perdona, te voy a hacer una pregunta: Esto de camarera de piso, ¿qué es lo que es?”. Cuando le expliqué nuestra profesión, me respondió: “¡Ah! Pues no veas el cachondeo que había en la oficina de correos, porque nos creíamos que eso sería pornochachas”. Hasta ese grado de invisibilidad pesa sobre nosotras.

¿Se ha hospedado en muchos hoteles y ha sentido la sensación inversa?

Solo dos veces en mi vida. Una en Matalascañas y otra en la Sierra de Ronda.

En Sevilla, el alcalde y el concejal de Turismo proponen que los turistas que pernocten en la ciudad paguen una tasa, y aprovechar la recaudación para promocionar la ciudad y para restaurar monumentos. ¿Qué piensa cuando escucha eso?

Que esa tasa debería repercutir en mejorar a quienes limpiamos las habitaciones a esos turistas que pernoctan en Sevilla. Hemos estado reunida con Antonio Muñoz, el concejal de Turismo. Y he hablado con el alcalde, Juan Espadas. Se lo hemos dicho: Esto no puede seguir así, tienen que impedir ya de modo tajante que persista la explotación laboral en el sector turístico. En ello le va la salud y la calidad de vida a muchas compañeras. Hay diferencias de hasta el 60% en la remuneración, trabajando lo mismo, si estás bajo convenio de hostelería o si estás contratadas a través de empresas multiservicio. ¿Por que lo permiten los políticos, los sindicatos y la patronal? Solo se acuerdan de nosotras cuando llega el 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora. Pasa esa fecha y nada se reforma.

(Fuente: El Correo de Andalucía / Autor: Juan Luís Pavón)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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