Matanza de Sabra y Chatila: A 35 años de una de las mayores masacres de civiles palestinos (videos)

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En septiembre de 1982, en medio de la guerra civil del Líbano, la milicia falangista libanesa asesinó a miles de refugiados palestinos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, en los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila en Beirut. Toda esta tragedia bajo la supervisión del Ministro de Defensa israelí y comandante de la operación, Ariel Sharon.

Se cumplen 35 años desde que, un 16 de septiembre, las milicias falangista libanesa entraron en Sabra y Chatila para cobrarse venganza por una matanza ocurrida en Damour. La masacre se prolongó dos días. Aquél era un Líbano envuelto en furia y llamas, en una espiral del todos contra todos que fue la guerra civil que partió el país en mil pedazos entre 1975 y 1991.

Sabra y Chatila eran dos campos de las Naciones Unidas para albergue de los refugiados palestinos, en los arrabales de la ciudad de Beirut, capital de la República del Líbano.

Estos dos campamentos -como resultado de la invasión israelí a el Líbano y de la posterior evacuación de las tropas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) convenida entre las partes, con la intervención de los Estados Unidos- quedaron bajo control y jurisdicción del Ejército de Israel, el cual, moral y jurídicamente, era responsable y garante de la vida de los moradores de esos dos campamentos, de acuerdo con las Convenciones Internacionales respectivas.

Ese día, las tropas israelíes, que en ese momento ocupaban Beirut y eran comandadas por Ariel Sharon como ministro de Defensa, permitieron la entrada a los campamentos de las milicias libanesas para que perpetraran una masacre contra una población compuesta principalmente de adolescentes, niños y mujeres. Esta masacre mereció la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas a través de su resolución 37/123.

Dos días antes, el líder maronita Bashir Gemayel -elegido presidente del país hacía tan sólo un mes- había sido asesinado junto a otras 40 personas. Dos divisiones del Ejército israelí, bajo el mando de Ariel Sharon, ocuparon Beirut para preservar su estrategia en la guerra. En junio de 1982, Israel había invadido el país.

Los israelíes incitaron a sus aliados en el Líbano, los falangistas derechistas, a tomar represalias contra los palestinos. Entre el 16 y el 18 de septiembre las milicias de la Falange -formación maronita de extrema derecha- entraron en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, donde torturaron, violaron y mataron entre 800 y 3.500 civiles palestinos y libaneses, según las diversas fuentes.

Contaron con la conspiración del Ejército israelí, que controlaba entonces los campos. Ante las presiones internacionales, Israel creó una comisión de investigación sobre lo ocurrido, la Comisión Kahan, en cuyo informe se apuntó a Sharon (quien luego se convertiría en primer ministro israelí) como responsable “indirecto” en su calidad de ministro de Defensa. Sharon tuvo que dimitir, pero nunca fue procesado.

Sabra y Chatila no han cambiado mucho desde aquellos días. Siguen siendo un marasmo de calles sin nombre, sucias, regadas por el agua insalubre. Las improvisadas viviendas forman angostos pasillos por donde apenas cabe una persona. La basura se acumula en las calles y los niños corretean descalzos y despeinados. Casi todos los campos de refugiados palestinos se parecen.

Allí viven miles de personas. En Chatila, más de 7.000 se hacinan en dos kilómetros cuadrados. Ya no viven sólo palestinos, sino también libaneses muy pobres, casi todos chiíes. Recuerdo, en 2006, haber visto cómo el mercadillo se extendía hasta el cementerio que alberga los cuerpos de las víctimas de las matanzas de 1982 (hubo más masacres allí, en 1985, cuando las milicias chiíes de Amal mataron a 400 personas). La falta de espacio hace que la prohibición islámica de enterrar a hombres y mujeres juntos, allí no se cumpla, me contaban.

Vivos y muertos se mezclan en este espacio abigarrado y nauseabundo. Como si los rostros fueran los mismos y nada hubiera cambiado desde aquellos días de horror. Hoy, sin duda, los habitantes de Sabra y Shatila tendrán un motivo más para estar cerca de sus muertos: la memoria de una de las peores matanzas de civiles de la historia de la humanidad.

35 años después aún quedan muchas cosas por aclarar sobre las circunstancias de aquella masacre que la Asamblea General de la ONU calificó de “genocidio” sin ningún voto en contra.

(Fuente: Palestina Libre)

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A 35 años de Sabra y Chatila: 38 horas de horror, un crimen imposible de olvidar

En 1982 en las comunidades libanesas de Sabra y Chatila se cometió uno de los crímenes más ruin de todos los registrados en el siglo XX. En su momento ningún gobierno se pronunció o hizo algo efectivo al respecto. No se movilizaron cascos azules, ni hubo ruptura de relaciones diplomáticas con ningún país, tampoco se expulsó a embajador alguno. Es necesario recordar ese hecho, para exigir justicia, castigar a los responsables y en primer lugar, no hacer cómplice a nuestro silencio.

Entre las seis de la tarde del 16 de septiembre y las ocho de la mañana del 18 de septiembre de 1982 (38 horas), en plena guerra civil del Líbano y tras el asesinato del presidente electo Bashir Gemayel, la milicia falangista libanesa atacó los campos de refugiados palestinos ubicados en Beirut, en las poblaciones de Sabra y Chatila, asesinando a cientos de civiles, principalmente niños y mujeres. Los campos estaban bajo la supervisión del entonces Ministro de Defensa Israelí, Ariel Sharon. El crimen perpetrado contra los palestinos, aún carece de un número preciso de víctimas. El gobierno libanés reportó 450 muertos, el gobierno israelí entre 700 y 800 y la Cruz Roja Internacional cerca de 2400. En el reconocimiento de la masacre según los reportes de la ONU, la población palestina fue violada, torturada, mutilada y asesinada.

El gobierno israelí hizo una investigación a través de la Comisión Kahan, creada el 28 de septiembre del mismo año, por el Primer Ministro Israelí Menajem Beguín, encabezada por Yitzhak Kahan En el informe presentado se condenó la participación de las falanges cristianas libanesas, se sencionó la grave negligencia del jefe del Estado Mayor Rafael Eytan, y acusó a Ariel Sharon por faltar a sus obligaciones. Señaló también como responsable a Amos Yaron, encargado de dirigir las acciones en el terreno y de poner el cerco a los campamentos, todo bajo las órdenes de Sharon. El Apéndice B del Informe Kahan no se ha publicado, se presume sobre su averiguación tener datos sobre la verdadera participación del ejército israelí. Tras algunas protestas, Ariel Sharon fue removido de su cargo, no obstante, su trayectoria en el gobierno continuó en los Ministerios de Infraestructura Nacional, Asuntos Exteriores, Vivienda y Construcción, Industria Comercio y Trabajo y Primer Ministro del 2001 al 2006. El informe Kahan revela la cooperación de los Ministros Sharon, Eytan y Yaron con las falanges libanesas. La gran interrogante es por qué ninguno de ellos ha sido juzgado ante ningún tribunal, sí la misma ONU ha declarado los hechos como un genocidio, entendiendo éste como la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.

El 16 de diciembre de 1982 la ONU en la resolución 37/123 sección D, hizo referencia a las disposiciones de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio considerando los acuerdos del Convenio de Ginebra y se dijo: “consternada por la matanza a gran escala de civiles en los campos de refugiados de Sabra y Chatila ubicados en Beirut”. Reconoció la indignación y condena universales causadas por este crimen. Resolvió que los asesinatos consumados fueron un acto de genocidio, el documento puede verse en:

http://www.un.org/documents/ga/res/37/a37r123.htm

La participación del ejército israelí y de las falanges cristianas libanesas no ha sido juzgada ante ningún tribunal internacional. Tras diversos intentos en tribunales de Bélgica y tomando como base el testimonio de los sobrevivientes, se intentó aplicar el Derecho Internacional y llevar el caso con los responsables señalados a la Corte Penal Internacional, todo esto sin éxito. La participación de los mandos militares israelíes no fue inocua, entonces, lo dicho por primer ministro Menajem Beguín pierde toda validez, “En Chatila, en Sabra, unos no-judíos han masacrado a unos no-judíos, ¿en qué nos concierne eso a nosotros?” Véase Jean Genet, Cuatro Horas en Chatila. p. 2. (Traducido por Antonio Martínez, Comité de Solidaridad Causa Árabe)  http://www.nodo50.org/csca/palestina/4h_en_chatila2.pdf. Los sobrevivientes han narrado la participación de los soldados israelíes, han dicho: impidieron la entrada y salida de los campos al poner los tanques como barreras y contribuyeron a limpiar el lugar antes de hacer investigaciones y condenar a los responsables, entrevistados por Robert Fisk para The Independent (“La Gran Guerra por la Civilización”, págs. 1143-1149).

En versión contraria a lo reportado en el informe Kahan, la comisión MacBride, también conocida como Voces múltiples, un sólo mundo -fundada en 1977 con la finalidad de hacer un contrapeso a las posturas unilaterales de los medios de comunicación-, publicó Israel in Lebanon, The Report of the International Commission to enquire into reported violations of International Law by Israel during its invasion of the Lebanon, 28 August 1982 -29 November 1982, Londres, Ithaca, 1983, donde consignó las violaciones a las Convenciones Internacionales ejecutadas por el ejército israelí en el caso de la masacre de Sabra y Chatila, no sólo por cercar la zona, sino por permitir el libre paso de los falangistas y no dar salida a los refugiados, además se le responsabilizó de tener conocimiento del posible daño que se haría a la población civil y los conflictos internacionales generados a partir de ese hecho. Los encargados de este informe mencionan un número de muertos superior a 3000 personas.

En los últimos años las declaraciones de las potencias políticas, económicas y militares del mundo advierten sobre la necesidad de intervenir en diversos países, Siria, Irak y Corea del Norte, por citar algunos ejemplos. Los argumentos de brindar protección a la población civil y evitar inminentes ataques con armas químicas, guerras civiles, dictaduras y todo tipo de desastre militar han sido la justificación para propiciar conflictos armados y desequilibrio en las regiones. La supuesta búsqueda de la paz a través de la intervención militar y las consecuencias de ello, son selectivas. Sobre lo acontecido en las diversas operaciones “preventivas” contra la población civil palestina no hay el mismo interés y las reacciones son mínimas, son enunciativas la mayoría y todas sin efectividad real. El silencio sobre el acontecer diario en Palestina es el arma más letal contra ese pueblo, la normalización del estado de Apartheid en el que viven desde hace décadas debe frenarse ya. Participar de manera activa en la denuncia y apoyo a la causa palestina es un deber humano. Mantener viva la memoria de hechos como lo ocurrido en Sabra y Chatila es recordarles a los palestinos que no están solos y a los opresores que no van a quedar impunes. Seguimos siendo humanos.

Nota

* Sobre la participación de Ariel Sharon el Informe Kahan dice: “Somos de la opinión que debe achacarse al ministro de Defensa la responsabilidad por haber desestimado el peligro de actos de venganza y derramamiento de sangre de parte de las Falanges contra la población de los campamentos de refugiados, y por haber fracasado en tomar en cuenta este riesgo cuando decidió hacer efectivo este ingreso. Además, debe imputarse responsabilidad al ministro de Defensa por no haber ordenado las medidas apropiadas para evitar o reducir el peligro de masacre, como condición previa al ingreso de las Falanges a los campamentos. Estos errores representan un serio incumplimiento a las obligaciones que atañen al cargo de ministro de Defensa”. Véase Informe de la ‘Comisión Kahan’ sobre la responsabilidad de Ariel Sharon en las matanzas de Sabra y Chatila (extractos). En: https://www.nodo50.org/csca/palestina/com-kahan_83.html. Consultado en Septiembre de 2017.

(Fuente: Rebelión /Autor: Ara Galán)

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Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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