Son contratadas en origen y esclavizadas en destino: jornaleras de la gleba
Desde mediados de los años 90 del siglo pasado asistimos a explosiones de protestas jornaleras, año tras año coincidiendo con el final de las campañas de los frutos rojos. La mayoría de las ocasiones aisladas y silenciadas, y en otras, las menos, con repercusión en los medios de comunicación. Todas ellas responden a las duras y denigrantes condiciones de trabajo padecidas durante las campañas, donde la práctica generalizada es el incumplimiento del convenio y resto de legislación reguladora de las relaciones laborales. Y donde en ocasiones, más de las que nos pudiéramos imaginar, no existen límites en bajeza humana y en humillaciones constantes hacia la clase jornalera.
Así nos encontramos en esta ocasión de 2018, con la repugnante y vomitiva situación en la que se han visto envueltas algunas compañeras que han tenido la valentía de denunciar haber sido acosadas sexualmente.
Este escenario de los campos andaluces de Huelva tuvo un inicio en el tiempo pero parece no tener fin. Y como en toda situación en la que se producen sufrimiento y víctimas, existen unos culpables. Encauzar las necesarias manifestaciones de rabia jornalera sin denunciarlos denotan una total ignorancia de la raíz de la situación laboral en las grandes explotaciones agrícolas andaluzas; o se encauzan buscando intereses ajenos a la búsqueda de soluciones reales y duraderas o, lo que es peor, pudieran denotar complicidad con los verdugos.
Autores intelectuales: La Unión Europea.
Los intereses generales de la Unión Europea, en la que el Estado español es socio preferente al ser la cuarta economía de su Unión Monetaria (por lo que aporta su parte correspondiente), se concretan para el tema que nos ocupa dentro de la política económica de la Unión, que no consiste en otra cosa que el mantener la hegemonía franco-alemana sobre las Europas. Es decir, la hegemonía de la Europa noroccidental frente a la Europa mediterránea y la Europa oriental.
Y al servicio de esos intereses se planifica la actividad económica que ha de tener cada rincón, cada parcela, de este mercado unido europeo, en el que a Andalucía parece ser que le ha tocado en suerte la producción extractiva, la química básica, la agricultura intensiva y el turismo de masas.
Particularmente, la agricultura andaluza está destinada a: mantener la casta terrateniente del sector ante la competencia de países más competitivos en la producción agrícola; y a abastecer el mercado de la Unión de productos del sector primario y a bajo precio, para lo que se requiere una agricultura intensiva, devoradora de la fertilidad de nuestro suelo, y también de una gran cantidad de mano de obra barata.
Pero para llevar a cabo estos planes han de desregular previamente el mercado laboral interno en el Estado español, que en esos años estaba relativamente bien pagado y con derechos laborales y sindicales reconocidos, también relativamente, aceptados y acatados por todos los agentes sociales.
Autores materiales
Estos son: las Instituciones de gobierno europeas, el Estado español con sus Cortes Generales, Juntas autonómicas de gobierno (en nuestro caso la Junta de Andalucía), diputaciones y ayuntamientos, de quienes además dependen Jueces y policías. Y a los que se unen las mafias de tráfico de seres humanos. Veladores y fieles cumplidores todos ellos de los objetivos de la Unión con las siguientes herramientas:
- Con el concurso de las mafias inundan el mercado laboral interno de mano de obra, forzando a la baja los salarios y relajando el cumplimiento de las leyes laborales y de los convenios. Aumentando la productividad y rentabilidad del tráfico de seres humanos y, por lo tanto, los recursos en “B” del Estado, que junto al incautado por el tráfico de armas y de drogas, constituyen los verdaderos fondos reservados que escapan de cualquier control democrático por mínimo que sea.
- Con reformas laborales que vayan legalizando las situaciones de incumplimientos de leyes, de convenios, de reducción del jornal, de aumento de los ritmos de trabajo y de aumento de la jornada laboral.
- Con reformas del código penal que aumentan las penas y las multas de quienes se atreven a denunciar. Cuando no, usando los medios necesarios para hacer creer a la población ajena a estas actividades, en la maldad de los trabajadores o trabajadoras, en definitiva, en la maldad de las víctimas.
- Inundado el mercado laboral interno con el efecto llamada que realiza la Unión Europea propagando su prosperidad, mientras que el hambre y las guerras que esa misma Europa provoca en África o en Oriente próximo, arrojan a cientos de miles de sus hijos e hijas, a pecho descubierto, a ser explotadas y explotados por la voracidad y avaricia europea.
Esta situación provocó un fuerte cambio étnico en la clase obrera andaluza, fundamentalmente la jornalera, de la que su sector más atrasado y más animal pasa a convertirse en la quinta-columna del racismo de Estado y en el soporte material de apoyo a las alternativas de extrema derecha. Mientras que el sector más progresista y demócrata se vio reforzado con la organización y la lucha de estos nuevos componentes étnicos que con el tiempo aprendían el idioma, se enteraban de sus derechos y algunos y algunas de ellos y ellas encabezaron nuevas y refrescantes luchas.
¿Cómo impedir esto segundo? Con el invento onubense de la contratación en origen, para lo cual se establece un número de trabajadores necesarios, resultado de las peticiones empresariales de mano de obra estable durante toda la campaña. Se crea una comisión formada por representantes de empresarios, instituciones del Estado y de los sindicatos que ostentan la condición de más representativos. Se elige un país con gente mucho más necesitadas que nosotras. Y se realiza la selección, preferentemente mujeres con cargas familiares. Dicen que para que no se queden y retornen, pero lo cierto es que son más pacientes en el sacrificio por las necesidades de sus descendencias y/o ascendencias.
Así que al gran número de jornaleras y jornaleros del mercado laboral interno, formado por gente nacida aquí como fuera de aquí, muchos de ellas y ellos “sin papeles”, se les une cada campaña agrícola para “ordenar los movimientos migratorios”, 20, 50 o 70 mil trabajadoras y trabajadores de más, traídas desde cientos e incluso miles de kilómetros de distancia.
¿Alguien le ve sentido? Pues lo tiene. En primer lugar se crea un nuevo tipo de relación laboral, la de la mano de obra temporal de la gleba. Temporal, pues se realiza para que cuando concluyan los trabajos de cada campaña desaparezca del mercado laboral interno del Estado español. Y de la gleba, pues sus condiciones de trabajo se asemejan más a la servidumbre que al trabajo asalariado, en tanto que a muchas de ellas se les ha secuestrado los pasaportes, o se les dan “viviendas” dentro de las fincas, que no reúnen condiciones de habitabilidad, sin transporte público para desplazarse a los municipios cercanos para abastecimientos o relaciones sociales extra-laborales… Tampoco conocen el idioma ni entienden lo que establecen los convenios y leyes laborales sobre sus derechos, ni conocen los mecanismos sociales de protección de los más necesitados, ni, por su condición de temporal, tendrán tiempo de conocerlos.
En segundo lugar dejan a un gran número de jornaleras y jornaleros del mercado laboral interno sin trabajo, de los que los “sin papeles” juegan un papel fundamental: los asentamientos.
Durante las campañas agrícolas se consiente por parte de las autoridades, el asentamiento de un gran número de sin papeles en las cercanías, malviviendo en chozas, dispuestos a trabajar en cualquier momento, a cualquier precio y bajo cualquier condición. Asegurando la recogida de los frutos todos los días de cada campaña, independientemente de las festividades, descansos, etc. que disfrutan los jornaleros y jornaleras del mercado laboral interno “con papeles”, reforzando el carácter racista de la jerarquización de la mano de obra andaluza.
No obstante tenemos que decir que no nos oponemos a la contratación en origen para aquellos sectores para los que exista una verdadera oferta de empleo no cubierta por el mercado laboral interno, fundamentalmente en puestos de alta cualificación teórica, técnica y profesional.
Nosotras, la gente del Sindicato Unitario de Andalucía, creemos que ante cada ataque, ante cada abuso que suframos la clase obrera y a los que podamos ofrecer resistencia, hay que, al mismo tiempo, señalar a los verdaderos culpables del sufrimiento jornalero del siglo XXI: la Unión europea y su manigero en Andalucía, el Estado español, sus Instituciones y agentes sociales.
Éstos últimos, incluso los llamados alternativos, que al reclamar respeto de derechos en la contratación en origen están defendiendo la existencia de las jornaleras de la gleba, que al reclamar mayor control democrático y mayor participación en las elecciones sindicales, no ponen en cuestión los instrumentos de control de la casta empresarial sobre la clase obrera, que al exigir mayor actividad y eficacia de la Inspección de Trabajo están poniendo en las manos del propio sistema que genera el dolor jornalero la exclusividad en erradicar ese dolor, que al estar presentes en las Instituciones como representantes de sus votantes aún no usan su situación privilegiada para denunciar a esas mismas Instituciones que se alimentan de nuestro sufrimiento.
Nosotras aún estamos esperando y fomentando la aparición y fortalecimiento de las organizaciones sociales, económicas y políticas que proclamen y trabajen por la socialización de la Tierra, liberándola de cualquier tipo de posesión, que proclamen la conversión de la clase jornalera en clase labradora, propietaria del fruto de su trabajo. Que asuman la resolución de nuestros problemas y sufrimientos como lo asumieron los federales andaluces de 1883 en su propuesta de Constitución andaluza. Es decir, que asuman las aspiraciones del andalucismo revolucionario de Blas Infante.
En definitiva, esperando y fomentando la construcción de un marco andaluz y democrático de relaciones laborales en el campo, la industria, el comercio y los servicios, donde las trabajadoras y trabajadores tengamos capacidad real y democrática de decisión sobre nuestras condiciones de vida y trabajo, y sobre la producción; qué, cuanto, cómo y para qué se produce, para lo que es necesario que Andalucía deje de ser esclava de Europa, su primera colonia interna. Por ello, hoy más que nunca
(Fuente: Web del SU / Autor: Miguel Cano*)
*Dirigente del Sindicato Unitario de Andalucía (SU)
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