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Ser mujer en la cárcel de Granada: castigo doble

Algunos presos de la cárcel de Albolote (Granada), estamos preocupados e indignados por la falta de diligencia de la dirección de este centro penitenciario para gestionar los problemas que se dan en el centro. La gran mayoría de ellos además, provocados por ellos mismos.

La lista de sucesos y agravios es larga, pero en este caso queremos centrar la denuncia en el trato discriminatorio que da la dirección del centro a las mujeres, y en especial la tomada a dos de ellas. Se dice que para analizar la calidad democrática de un país, no hay más que mirar las condiciones en las que viven sus presos/as. Pues bien, viendo la situación de este centro penitenciario bien podríamos deducir que es el más claro reflejo del sistema patriarcal, machista y autoritario que sufre la sociedad. Varios hechos nos hacen llegar a esa conclusión, pero antes quisiéramos relatar un suceso ocurrido recientemente a consecuencia del cual dos compañeras nuestras han sido trasladadas al aislamiento indefinidamente, este último suceso grave es lo que nos ha llevado a realizar esta denuncia.

Hace unos pocos años, en el módulo de mujeres, las funcionarias revisaron los servicios del patio y al considerar que estaban muy sucios comenzaron a obligar a todas las presas del módulo a limpiar los servicios rotativamente. Y así, lo que en un principio fue un castigo consecuencia de un “calentón” propio del mal humor de la funcionaria del turno de ese día, se convirtió en norma general del módulo hasta hoy.

Desde siempre, antes y ahora, existe la figura de “destino” de limpieza de los servicios. Las presas y presos que cumplen ese “destino” reciben un beneficio; en unos casos económicos y en otros hojas meritorias o puntos canjeables por vis a vis. Esto sucede así en los módulos que como el número 9 de mujeres, no son de respeto. Ya que en estos últimos todos los prisioneros están obligados a realizar los citados “destinos”.

A raíz de esta obligación, algunas presas comenzaron a negarse a limpiar los servicios argumentando que esa labor ya la hacían la gente con “destinos”. Y entonces el centro penitenciario iba abriendo expedientes que tras todo el proceso de pliegos y quejas quedaban en castigos que iban desde 5 días de privación de paseos y actos recreativos, hasta 5 días en aislamiento.

Vista la dimensión que estaba tomando el problema, el director del centro acudió a hablar con dos presas políticas vascas que desde un primer momento se habían negado a cumplir la mencionada obligatoriedad, amenazándolas con que o limpiaban o las llevaban a aislamiento indefinidamente. Amenaza que ha cumplido escudándose en que al estar ellas en primer grado, es el aislamiento lo que les correspondía. Argumento ridículo ya que ambas llevan años en ese módulo 9 que es de segundo grado.

La cuestión es que el director decidió que debía tomar una medida de castigo ejemplarizante, muy propia de su soberbia déspota, y la tomó con estas dos compañeras. Ante estos hechos, la casi práctica totalidad de las presas del módulo 9 firmaron y remitieron un escrito a la dirección del centro denunciando lo sucedido y solidarizándose con las compañeras que habían sido enviadas a aislamiento.

Consideramos que son unos hechos graves. Se pretende obligar a las mujeres a realizar trabajos forzosos sabiendo que va contra sus propias normas y contra el proceder que se lleva en los módulos de hombres que no son de respeto, ya que en dichos módulos los hombres no realizan “destinos” obligatorios, siendo todos voluntarios y recompensados. Esto nos hace concluir que la dirección del centro tiene una actitud discriminatoria hacia las mujeres agravando la discriminación que ya de por sí viven estas en los centro penitenciarios.

Decir que en este espacio en dónde el control de los cuerpos es la base del funcionamiento, las mujeres presas sufren un control aún mayor. La prisión ha sido diseñada por y para los hombres, tanto en su arquitectura física como en la ideológica. Esto conlleva un doble estigma para la mujer, el de ser presa y el de ser mala mujer. Y la actitud patriarcal, prepotente y machista de la dirección de este centro no hace más que potenciar estos estigmas señalados.

Como muestra de ello algunos ejemplos: al poco de hacerse cargo de este centro, la actual dirección prohibió que las mujeres y los hombres acudiesen juntos a los diferentes cursos educativos que se imparten en el área sociocultural, y la razón de esta medida al parecer, es la obsesión de la dirección del centro con que en ese área no se mantengan relaciones sexuales, poco menos que tachando de promiscuos a los presos y las presas. Esto también lo han pagado las mujeres, ya que sus cursos a partir de entonces se dan en un área de su módulo no acondicionada para ello. Recluyéndolas tras un cordón sanitario, ahora únicamente pueden acudir al área sociocultural a determinados actos abiertos (conciertos, teatros, etc.) o cursos muy limitados.

Por otra parte, en el centro existen “destinos” remunerados. En los de mantenimiento, fontanería, soldadura, carpintería, etc. Solo hay hombres. Mientras que las mujeres trabajan limpiando el departamento de comunicaciones, en la lavandería y en la cocina.

Merece especial mención, la medida que tomó la dirección del centro de no permitir realizar comunicaciones especiales vis a vis familiares con la pareja en solitario. La pareja sentimental tiene que venir siempre acompañada de otro u otros familiares. En nuestra opinión, esta medida, que no fue impuesta por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, si no por el director del centro, fue impuesta por la obsesión de este por controlar la sexualidad de los y las presas, obcecado en que en los vis a vises familiares no se mantuvieran relaciones sexuales. ¿Quién es él para otorgarse esta potestad?

Algunos prisioneros hemos presentado queja en el juzgado respecto a esta decisión y el juzgado nos ha dado la razón. Es interesante recordar algunos extractos del auto de la sección primera de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional que dejan en evidencia la actitud retrograda del director de este centro:

“…la dirección del centro sospechó que la visita familiar iba a ser utilizada de nuevo para mantener relaciones intimas y; en defensa de los valores familiares acordó que las visitas familiares a las que acudiese su compañera sentimental debía acudir, al menos, otro familiar para evitar que el interno y su compañera aprovechasen las visita familiar para mantener relaciones íntimas.”

“…la obligación de que a las comunicaciones del interno con su compañera sentimental acuda una tercera persona para que, actuando a modo de las tradicionales “carabinas”, evite con su presencia los contactos íntimos entre el interno y su esposa o compañera sentimental durante las visitas, carece de cualquier apoyo legal.”

La sucesión de este tipo de actuaciones, primero generando problemas donde no los había y después pretendiendo resolverlos despóticamente, en un centro habitado por cerca de 1500 personas, es fuente de tensión y conflicto permanente.

Para terminar, exigimos se ponga fin a estas actitudes y retornando al problema que nos ha llevado a escribir estas líneas, de inmediato se saque del aislamiento a las compañeras que han sido llevadas allí de manera totalmente injusta.

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Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en el sector de la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (Atrapasueños, 2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (El Bandolero, 2011) a dos manos. He hecho aportaciones a las obras colectivas "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (Hojas Monfíes, 2017) y "Blas Infante: revolucionario andaluz" (Hojas Monfíes, 2019).

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