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¿Quién querrá ser político en Catalunya?

Pase lo que pase en las próximas horas, después de la previsiblemente frustrada investidura de Jordi Sánchez, y aparezca o no un plan D, N o Z que desestime la coronación de Puigdemont en el Parlament, evitando así unas elecciones que el soberanismo teme como los niños a un fantasma de sábana y linterna, resulta evidente que, a pesar de la fortaleza del electorado independentista, que creyó ciegamente en las promesas de restitución hechas por sus líderes en los comicios del 21-D, estamos a punto de asistir a una desintegración de los partidos de siempre que puede hacer variar, y mucho, el mapa de la política catalana.

El ejemplo más claro es el PDeCAT, una formación destinada a convertirse en un partido puente que, en caso de tener intención de sobrevivir, tendrá que replegarse en torno a la nueva gente de Junts per Catalunya bajo el liderazgo de Puigdemont, actual monarca absoluto del independentismo.

También está el caso de Esquerra, que de continuar por el camino del moderantismo made by Roger Torrent puede acabar volviendo a convertirse en el partido marginal/conservador que regentó Heribert Barrera. De pensar en pasearse triunfalmente por las municipales del 2019, ahora hay muchísimos alcaldables republicanos que viven con mucha preocupación los cantos de retirada del partido de Junqueras y el posible efecto que puede tener en sus electores más consecuentes (todos menos el de Barcelona, claro está, que ya está bastante contento perdiendo las elecciones).

Últimamente, sorprende que dirigentes y propagandistas de los republicanos se encuentren repitiendo como loros de feria el argumento típicamente convergente del aún-no-somos-bastante-gente-para-hacer-la-independencia, un truco retórico por el cual yo mismo había escuchado a muchos republicanos insultar a la Convergència de Artur Mas con palabras que os harían estremecer.

Cada vez resulta más palmario que a la actual generación de políticos le costará mucho vender la moto de una retirada indepe hacia el autonomismo a un electorado progresivamente más determinado a ir al grano, y más todavía vistas las últimas (y arbitrarias) detenciones de miembros de los CDR y el registro de ayer mismo en el Diplocat, unas performances represivas que se irán repitiendo a lo largo del tiempo y contra las cuales no podrá luchar un gobierno que se subsuma en el marco de la autonomía.

El president Puigdemont ha demostrado él solo que sólo la determinación y el riesgo puede servir para despojar al Estado de su autoritarismo y dejarlo en evidencia ante Europa. Los políticos que se escuden en la represión estatal para beneficiarse a corto plazo acabarán devorados por su propio espíritu escaso. Una sociedad civil sacrificada no podrá aguantar líderes miedosos durante mucho tiempo.

Dicho esto, y cuando el tiempo produzca su selección natural, será interesante cuestionarse quién, después de una etapa tan misérrima, de medias verdades y poca planificación, querrá dedicarse a eso de la política y, en el caso que eso sea así, si el soberanismo no necesitará nuevos espacios de expresión que no estén tan contaminados por las dinámicas partitocráticas de la última década. No es extraño que, en este punto del post-post-procés, haya aparecido Graupera pidiendo primarias en Barcelona, un movimiento que no sólo se haría bien de aceptar en la capital, visto el panorama, sino también de adaptarlo en cuántos más ámbitos del país mejor. Porque si al actual sistema de represión estatal le sumas la rigidez de los partidos tradicionales, es normal que a eso de la política no se quiera dedicar ni el apuntador.

Si el liderazgo de Puigdemont se acaba focalizando en el exilio y la política exterior de la pseudo-república, en Catalunya necesitaremos nuevas bases y gente para reanimar a los partidos indepes. Si puede ser gente que nos trate de adulta y nos diga no la verdad, pero algo que se acerque lo máximo posible, yo ya firmaría. Los incentivos son pocos, porque hay represión y depresión. Pero a menudo es en tiempo de decadencia cuando sale la mejor literatura. Esperaremos.

(Fuente: El Nacional.cat / Autor: Bernat Dedéu)

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