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Paz o pan, o el falso dilema de Kichi

Dicen que la política es el arte de lo posible, pero en las democracias representativas casi siempre es el arte de navegar entre lo que crees correcto y lo que te dará más votos (o lo que menos te restará). Por eso a Kichi, que seguramente opte a la reelección, se le ha planteado un problema que él ha resumido en elegir entre «fabricar armas o comer».

Pero el dilema, así planteado, es falaz. Torticero, incluso. Porque si Kichi cree que fabricar armas que son enviadas después a Arabia Saudí para que este país las use en una guerra es inmoral, debería pedir que no se fabriquen en Cádiz. Que no se fabriquen en España. Y después, buscar otra ocupación para los muchos parados de Cádiz que ya hay, y los que vendrían.

Alegar que si no se fabrican en Cádiz se fabricarán en otro lado y que por eso es mejor que lo hagan en Cádiz, es asumir el pragmatismo como política y renunciar a toda guía moral; como si en el ámbito particular decides que, puesto que si tú no traes droga o traficas con mujeres, otro lo hará, es mejor enriquecerte tú a que lo haga otro.

O si prefieren un ejemplo con algo que no sea ilegal, es como si uno es un convencido antitaurino pero opta por dedicarse a la cría de toros bravos para que lo maten en las plazas, con la excusa de que otros lo hacen, ganan mucha pasta y de algo hay que comer.

Así que insisto: si el problema es de índole moral, parece que la respuesta está clara. Sin embargo, el quid está en que para Kichi, me temo, se trata más que nada de un problema político, y no moral. Es decir, como él opta a ser de nuevo el más votado en las próximas elecciones a la alcaldía, no puede decir en público que preferiría que esas armas se fabricasen en otra ciudad, o en otro país. O no puede decir que se la trae al pairo lo que pase en Arabia Saudí y que bendito sea el dinero de los jeques. Lo que sea que piense en realidad.

Y es de ahí, de esa situación, de donde nace el verdadero dilema de Kichi, y no de la necesidad de elegir entre paz o pan.

Porque si la duda fuera entre paz o pan, la izquierda anticapitalista, la izquierda racional y orgullosa, debería preferir la paz. ¿O no recuerdan ya a aquel jornalero orgulloso que arrojando al cacique la moneda con la que éste quería comprar su voto sentenció: “en mi hambre mando yo”? ¿Ya no mandamos en nuestro hambre? ¿Es mejor gobernar sin principios que mantenerlos intactos y que gobiernen otros?

No quiero pasarme de purista, pero creo que es evidente que en algún lado tenemos que trazar una línea que delimite aquello a lo que, como ciudadanos y/o políticos, no estamos dispuestos a renunciar. Aquello en lo que no vamos a transigir. Aquello sobre lo que no vamos a negociar. De hecho, ese límite será el que nos defina como pueblo. Y si Kichi no sabe qué hacer, tiene a su mano una herramienta útil y preciosa: el voto.

La política es el arte de lo posible, es decir, de lo pragmático, porque cuando uno necesita quedar bien con el mayor número posible de personas para que después lo vuelvan a votar, tiene que hacer demasiadas concesiones. La opción contraria es aquella que proponía Anguita: explicar tu programa, preguntar cuántos están de acuerdo y, si son muchos gobernar, y si no, quedarse en la oposición. Pero sin mercadear con tus principios. Con tus valores.

Y es que estaría bien que alguna vez un político -aunque fuera uno que estuviera ya con el pie en el estribo- saliera a la palestra a decir lo que de verdad piensa, lo que de verdad siente. A hablar en nombre de la verdad, y no como un cazador más de votos.

Así que no, alcalde Kichi: el endiablado dilema no es entre paz o pan. El dilema, al menos el que usted tiene, es entre paz o votos. Y si antes de ser alcalde tenía clara la respuesta, también debería seguir teniéndola clara ahora. Al pedir que las armas para Arabia Saudí sean fabricadas y vendidas, ha optado por lo segundo. Y al hacerlo ha dejado, como muchos otros antes que usted, la moral encerrada en un cajón.

(Fuente: Nueva Tribuna / Autor: Alberto Gómez Vaquero)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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