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Mentiras que hacen historia

Como siempre ha ocurrido, el tiempo se ocupa de desmentir las falsedades que, por sus dramáticas consecuencias, han hecho mella en la historia del mundo. Cuando a la luz de nuevas pruebas, la verdad acaba saliendo a flote, la Humanidad se queda perpleja cuando descubre que lo que se les mostró como verdad irrefutable, ha sido en realidad un montaje inventado, una mentira despreciable bajo cuya falsa bandera se han cometido las atrocidades más inimaginables.

En el pasado siglo las mentiras fueron el oportuno caldo de cultivo en el que se gestaron las dos guerras mundiales que azotaron al planeta y que acabaron con cerca de un centenar de millones de vidas humanas.

Hitler fue, sin lugar a dudas, el gran mentiroso del siglo XX. Es cierto que accedió al poder por las urnas, pero tras haber desarrollado una campaña de terror basada en mentiras y falsedades, especialmente dirigidas contra los judíos y los comunistas. Antes aún de comenzar la guerra, llevó a cabo su gran mentira, aquella que le entregó todo el poder político que ambicionaba y le permitió lanzar a Alemania a la demencia de conquistar Europa.

Esta mentira fue acusar del incendio del parlamento alemán a un obrero comunista. La población alemana lo creyó y dejó a sus jueces condenar a muerte a un inocente, implantar un estado de excepción y perseguir hasta el exterminio al partido comunista y a todos sus simpatizantes. Gracias a esta mentira, reconocida hoy hasta por los propios jueces alemanes que la protagonizaron, Hitler consolidó su poder, dejando a Hinderburg en la sombra y aplastando de un zarpazo toda la oposición que existía a su aterradora política nazi.

La jurisprudencia alemana ha necesitado 75 años para absolver a aquel obrero inocente, Marinus van der Lubbe, de nacionalidad holandesa, que fue ejecutado en la guillotina. De esta forma, los jueces de Alemania reconocieron su error y aceptaron tácitamente que quienes en realidad prendieron fuego al Reichtag en 1.933 fueron las camisas pardas del diabólico Hitler.

Las mentiras que llevan a la guerra

A esta, siguieron muchas otras mentiras, como las falsas agresiones a territorio alemán, inventadas en 1.939 y que sirvieron al führer de excusa para invadir Checoslovaquia y Polonia. La más desvergonzada de todas sus mentiras fueron los documentales sobre los campos de concentración nazis en los que eran internados los judíos, donde se mostraba a familias enteras sentadas al porche de unas impolutas casas, disfrutando de una vida agradable y placentera. Con estas falsas versiones de sus campos de concentración, Hitler desmintió las denuncias de derechos humanos que, a finales de los años treinta, se le venían encima por su política antisemita.

El mundo entero vio estos falsos documentales, estas absurdas mentiras y los dio por verdaderos… ¿A nadie se le pasó por la cabeza lo que Hitler tenía en mente para los judíos? Sólo al acabar la guerra, cuando el país fue liberado por los aliados, salió a la luz la verdad: los escuálidos prisioneros de estos campos de exterminio, las herméticas cámaras de gas donde se ejecutó a millones de seres humanos, los asépticos crematorios con los que Hitler había comenzado la fase final de su premeditado genocidio…

Las mentiras del nuevo siglo

El siglo XXI comenzó con la gran mentira que ha cambiado el rumbo de la Humanidad: los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, falsamente atribuidos a Al-Qaeda. Tras las numerosas investigaciones y estudios llevados a cabo sobre este atroz atentado, ha quedado demostrado que el ataque al World Trade Centre fue una falsa bandera, una mentira montada por los servicios secretos del propio gobierno norteamericano para justificar su agresiva política de invasiones y extorsiones a países débiles.

El gobierno norteamericano de aquel terrible 11 de Septiembre de 2.001, con Bush hijo a la cabeza, no dudó un momento en inmolar a sus propios ciudadanos en una de las mentiras del nuevo siglo más insolentes y disparatadas: la de los atentados a las Torres Gemelas.

Fundamentándose en esta insostenible mentira, EEUU invadió Irak e inició una era de invasiones y agresiones injustificadas a todos aquellos países que se atrevieran a oponerse a sus intereses económicos. Como la maniobra se le dio bien entonces y ningún país se opuso a su política invasiva, EEUU viene practicando desde entonces este método de imponer su voluntad por la fuerza allá donde le plazca.

La impunidad heredada

Cómo ningún presidente ni personaje público de EEUU se ha atrevido a acusar directamente de los atentados del 11 de Septiembre a su propio gobierno, la impunidad ha venido siendo heredada desde entonces por todos los mandatarios que han ocupado la Casa Blanca. Hasta llegar a este demente criminal, Donald Trump, que como presidente de Estados Unidos se cree el dueño del mundo… Y a la vista de que nadie le para los pies, tampoco está tan descaminado.

Como era Hitler, Trump es un personaje totalmente inhumano, un loco peligroso que -una capacidad con el que no contaba el führer -, tiene bajo su mano el poder de destruir a toda la Humanidad cuando le venga en gana. Y lo peor de todo es que está deseando hacerlo. Su gran mentira, con la que acaba de iniciar una cuenta atrás imposible de detener y de consecuencias impredecibles, es el ataque a Damasco bajo la falsa acusación de uso de armas químicas al presidente sirio.

Muchos ciudadanos de Duma, la ciudad donde supuestamente el gobierno sirio había utilizado armas químicas asesinando a medio centenar de personas (otras versiones dicen que todos eran niños y otras que eran centenares), están ahora declarando a las televisiones de todo el mundo cómo miembros del ejército rebelde los obligaron a punta de bayoneta a escenificar un ataque químico, con gritos fingidos y cuerpos de niños inconscientes tirados por el suelo. Por otra parte, hay informes médicos de las ONGs que confirman la certeza de que en Duma no hubo ningún ataque con armamento químico.

Las aterradoras imágenes que hemos visto por las pantallas de televisión de todo el mundo son falsas. Las espeluznantes historias que la prensa pro Donald Trump nos ha contado también son falsas: “Los gritos desgarradores de un bebé que no puede respirar son estremecedores y no es el único pequeño alcanzado con el gas venenoso (…) les pican los ojos y la garganta, mientras con una manguera tratan de aliviarles. Son los escalofriantes efectos del ataque químico” (ABC, prensa española 10/04/2018).

La historia se repite… ¿Hasta cuándo?

En Irak también alegaron el uso y almacenamiento de armamento químico, unas armas que, tras haber sido el país arrasado y su presidente condenado a muerte y colgado en una parodia de juicio (utilizando igualmente mentiras en sus acusaciones), nunca aparecieron.

La historia vuelve a repetirse, una historia montada sobre un falso bombardeo con armas químicas, una falsa bandera con la que EEUU, Reino Unido y Francia quieren justificar su, esta sí, atroz barbarie de bombardear la ciudad de Damasco y provocar un número aún indeterminado de bajas civiles.

El mundo entero se está preguntando ahora por qué si Trump, Macron y Teresa May están tan preocupados por los derechos humanos de los débiles, no responden con la misma lluvia de misiles al ejército israelí, que está deteniendo, torturando y asesinando niños palestinos desde hace más de veinte años.

Los criminales gobiernos de Occidente, sus mentiras, cuentan con la deleznable complicidad de las Naciones Unidas, donde cierran los ojos, se tapan los oídos y dejan a estos degenerados mandatarios campar a su antojo por el mundo. Nunca antes la ONU fue más rastrera frente a intereses de Occidente, nunca antes se había mostrado más ramera y prostituta. Sin embargo, Trump, Macron y Teresa May han dado un paso en falso. Al contrario de cómo ocurrió en la invasión de Irak, ahora si hay países que se oponen a sus criminales intereses y que están dispuestos a defender a Siria.

Rusia, Irán y China han levantado su voz y han advertido que ese ataque injustificado tendrá la respuesta que se merece. La impunidad de que gozaban hasta ahora para bombardear poblaciones, invadir países, asesinar civiles y esclavizar pueblos se les puede acabar súbitamente… Tan súbitamente como disparan sus misiles.

(Fuente: Rebelión / Autor: Tomas F. Ruiz)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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