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La huelga de humo

Si Artur Mas hubiera ideado el 9-N como un referéndum vinculante sin pervertir la votación para acabar convirtiéndola en una performance novecentista (copyright, Enric Vila) y si Carles Puigdemont hubiera aplicado el maravilloso resultado de las urnas el 1-O cuando tocaba, el soberanismo habría urdido un golpe de fuerza musculoso y efectivo ante un españolismo agónico y sin capacidad de movilización en el territorio.

Tristemente, las estructuras de estado que no eran ni estructuras ni de estado, la ley de transitoriedad que no era ni transitoria y la declaración de independencia sin independencia han regalado un tiempo valerosísimo al españolismo para reafirmarse políticamente y ocupar unas calles que ya no seran siempre nuestras.

Catalunya despertó la fiera de Iberia con el procés, y lo peor de todo ello es que el nacionalismo español (se llame Vox, Casado o Rivera) pretende reprimir al independentismo como si la secesión hubiera sido un intento serio y plausible.

Por ello resulta curiosa la sorpresa general ante la emergencia de Vox en Andalucía cuando de hecho fue la misma izquierda y Pedro Sánchez en especial quienes publicitaron al partido de Santi Abascal para disgregar el voto de derechas, pensándose que la cosa no pasaría de marginal. También el entorno independentista que, aunque tiene el privilegio de contar con una importante cuota de genios por metro cuadrado, olvidó el teorema de parvulitos según el cual siempre que Catalunya muestra voluntad de liberarse España se africaniza.

Miren ustedes si tiene gracia la vida que Vox ha nacido a la sombra de las televisiones de izquierdas y ha tenido una plataforma privilegiada en TV3, donde los cráneos privilegiados del FAQS han invitado regularmente a sus asilvestrados portavoces (paradójicamente, nunca han invitado a un solo speaker del movimiento para las Primarias: se les debe haber pasado a Tian y a Pere…).

Lejos de enmendar sus errores, el soberanismo y la administración Torra continúan en la recherche del momentum indepe mientras la división de los partidos es de una radicalidad total. Sólo así se explica esta curiosa huelga de humo (y escribo curiosa no porque le regatee valor y fuerza en tanto que movimiento clave de la estrategia no violenta, sino porque esta protesta debe ser la primera de la historia de la humanidad que se inicia afirmando explícitamente que no llegará hasta los límites en los que la salud peligre) únicamente secundada por los antiguos consellers de Convergència y Jordi Sànchez, el hombre de David Madí en la ANC, una protesta que el ámbito republicano no sólo ignorará, sino que ha enfurecido muchísimo a Junqueras, consciente de que los convergentes son tremendamente hábiles contraprogramando su auge. Pobre Esquerra, hijita mía, que siempre acabas cayendo en la trampa del hermano mayor.

Hace meses, situaciones engañosas como ésta me acostumbraban a cabrear de lo lindo. Pero ahora que estamos de lleno en la era de la neo-autonomía, no tengo más remedio que aplaudir con las orejas la labor de la propaganda convergente, magistral en convertir cualquier crítica a esta huelga de humo en una muestra de inhumanidad, espíritu gélido y alegría a la angustia verificable que vivirán nuestros presos.

Antes me irritaba, insisto, pero ahora todo mi espíritu acata la pericia propagandística de los de siempre y su inigualada capacidad para convertir cualquier enmienda en un chantaje emocional que señale como inhumano o mal patriota a cualquiera que ose tener pretensiones críticas. También debo decir, no obstante, que si un diez por ciento, qué digo un diez, un uno por cien de esta ciencia del chantaje se hubiera invertido en hacer la independencia, la tribu sería libre desde hace siglos.

(Fuente: El Nacional.cat / Autor: Bernat Dedéu)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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