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Hasta el moño. Carta a Anna Gabriel

Estimada Ana.

De nuevo, y seguramente no será la última vez, te han hecho diana de insultos, críticas y mofas por una cuestión que no tiene nada que ver con tus ideas, declaraciones o actos. Y es que tienes todos los números para que no sólo lo que digas o hagas -sino también y, sobre todo, lo que llevar para cubrir o enseñar tu físico- sea el centro de atención de esta caverna mediática, lamentablemente cada vez más caverna y más mediática.

Ser mujer, de izquierdas e independentista es un triple combo mortal que te convierte aún más en el blanco perfecto de un machismo podrido pero aún vivo y con demasiado altavoces. Después de que, en los últimos tiempos, te las hayas oído decir de la altura de puta, traidora, amargada y malfollada, probablemente no te habrá sorprendido todo lo que algunos se han permitido el lujo de opinar sobre ti desde que has aparecido en una entrevista a la televisión suiza, con las uñas pintadas, el pelo suelto y un clip recogiendo hacerte el flequillo.

El caso es que si en vez de haberte apetecido dejarte crecer el pelo y ponerte un abrigo, hubieras decidido raparse te y hacerte un tatuaje en el brazo, la reacción habría sido la misma : criticarlo, porque sí. Porque, más allá de las que analizan seriamente tanto los unos como las otras , hay quien sólo se fija en las mujeres cuando hay un cambio de peinado, de vestido o de color de las uñas.

Una vez más, has sido objeto de unas críticas amplificadas por tu popularidad pero que todas las mujeres hemos sufrido en algún momento de nuestras vidas de forma tristemente cotidiana. En tu caso y en el de muchas compañeras, los medios de comunicación se sienten alarmantemente cómodos con estos ataques y, por extensión, con un machismo perenne y agresivo que tardamos demasiado en erradicar por completo.

Cuando no es una axila es un fleco y, cuando no, algo más insignificante como es un clip. Nunca hubiéramos imaginado que una pequeña aguja de pelo sería tan mágica y podría dejar en evidencia a los que nos atacan indiscriminadamente para querernos sumisas, calladas y cobardes. Sabemos que la fuerza, el convencimiento y la valentía que has demostrado hasta ahora no temblará ni un segundo por unas palabras que no tienen valor desde el momento que quien las pronuncia no tiene honor, pero sería injusto no hacer frente.

Oposición frontal a quienes, armados de un poder subterráneo e invisible, se atreven a atacar el físico o la estética porque su bajeza intelectual, moral y humana no les permite atacar lo que hay detrás de un cabello más o menos modulados. Quién sabe, tal vez inconscientemente saben que tienen la batalla perdida. También en este terreno.

Ver como supuestos profesionales de la comunicación no sólo se quedan con la anécdota sino que obvian el quid de la cuestión es, para el gremio, como mínimo una pena. Pero ya lo decía Simone de Beauvoir: “El poder sólo tolera las informaciones que le son útiles”. Por ello, más allá de la misoginia que los lleva a criticarte saben, también, que les sale más a cuenta hablar del peinado que de la injusticia que te ha llevado a Suiza y que se cierne sobre presos y exiliados y ha herido de muerte la democracia.

(Fuente: media.cat / traducción: Insurgente / Autoras: Anna Bonet, Eli Borreda, Elisenda Rovira y Laila Soldevila)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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