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El terrorismo informativo contra Venezuela

Las elites mundiales dominan los principales medios de comunicación internacionales de modo casi total a través de sociedades enrevesadas que ocultan las participaciones de emporios transnacionales como bancos, empresas de armamento y del sector de la energía, entidades financieras e inversoras y otras firmas de diversa índole.

The New York Times, Le Monde, Der Spiegel, Financial Times, El País, revistas de referencia y cadenas importantes de televisión o radio imponen sus puntos de vista sobre la actualidad según los intereses geopolíticos de sus accionistas, marcando los asuntos que deben ser portada y objeto de debate de sus millonarias audiencias.

Por decirlo de otra manera, crean focos de atención preferentes mientras silencian con sombras informativas intencionadas otros asuntos susceptibles de desvelar zonas ocultas de sus intereses económicos. Solo se habla de lo que el poder hegemónico quiere, tal y como estudiara al detalle el lingüista estadounidense George Lakoff. Quienes imponen los marcos de discusión tienen la sartén por el mango porque únicamente hay luz y es motivo de debate lo que no daña su perspectiva política, eludiendo las contradicciones de toda realidad social. Esos marcos temáticos crean la realidad que las elites desean.

De esta forma, en los últimos años las victorias de la izquierda en Sudamérica (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina…) han provocado una animadversión de las elites neoliberales para que tales triunfos electorales no sirvieran de ejemplo en otras áreas geográficas. La inquina hacia sus gobernantes ha sido y es más que alevosa y manifiesta, tomando el relevo de la maldita Cuba, objetivo ya demasiado manoseado históricamente por las derechas y sus acólitos de la izquierdita nominal.

La guerra desinformativa no tiene cuartel: todo vale contra la izquierda, aunque lleguen al gobierno (el poder sería mucho decir tal vez) democráticamente. Pero la mayor virulencia mediática recae sobre Venezuela. Contra este país, cualquier mentira es buena con tal de que el mensaje desestabilizador alcance las mentes de las masas de forma avasalladora y falaz.

¿Por qué ahora Venezuela? Porque podría ser un fuerte ejemplo a imitar y su pueblo está resistiendo andanadas de todo tipo para que quiebre su voluntad mayoritaria a favor de la burguesía nacional y la clase propietaria internacional. El pueblo de Venezuela está haciendo frente a una hiedra de numerosas ramas venenosas: la ultraderecha multimillonaria y rancia del interior, el FMI, el dinero negro de la CIA, golpismo y terrorismo de agentes anónimos que tiran la piedra y esconden la mano, la tibieza de la Unión Europea y el ataque desinformativo a mansalva, especialmente desde España, que está operando en esta crisis inducida como portaaviones nodriza de la crema elitista del mundo globalizado.

Neutralizada Grecia con la bajada de pantalones de Tsipras y Syriza solo quedan Venezuela, Cuba como recurso ideológico para personas talluditas y Corea del Norte como absurdo infantil para conjurar los peligros rojos contra la democracia de corte occidental.

Sin embargo, en este esquema de urgencia, Venezuela ostenta la primacía indiscutible en el escalafón de maldad absoluta, no en vano es el país con mayores reservas de petróleo del mundo (unos 300.000 millones de barriles), a la que siguen Arabia Saudí (250.000 millones de barriles estimados), Irán (150.000 millones) e Irak (140.000 millones).

Irak está en guerra permanente gracias a los bombardeos de EE.UU. y la Union Europea; Irán, siempre en el punto de mira bélico occidental; Arabia Saudí sometida por una dictadura feudal amiga de Washington y Bruselas y… Venezuela, un reducto izquierdista contra el imperio ultraliberal. Así puede entenderse mucho mejor la geopolítica de las “democracias” alentadas por los dueños universales de la ética instalados en la Casa Blanca y en las capitales de la vieja Europa.

Lo que nunca debe ser noticia de portada

Un repaso somero a la realidad mundial nos muestra aquella parte de la realidad que jamás ha de abrir portadas o debe tratarse con sordina. Van algunos ejemplos a vuelapluma más que significativos.

Arabia Saudí es el país más machista del mundo. En 2015 se registraron oficialmente 157 ajusticiados por condenas de pena de muerte, algunos por ateísmo. Decapitaciones y crucifixiones están a la orden del día.

Un fascista es el actual inquilino de la presidencia USA. Y llegó a tan alta magistratura con dos millones de votos menos que su adversaria demócrata Hillary Clinton. Genuino sabor a democracia total e irreversible.

El régimen de Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas desde 2016, ha asesinado extrajudicialmente a miles de personas presuntamente vinculadas con el narcotráfico. Sus acciones no merecen editoriales ácidos ni espacios amplios en la prensa internacional, solo pequeñas censuras de adorno estético.

El año pasado, en México se recogió una cosecha diabólica, sin estar en guerra, de 23.000 personas muertas en actos violentos. En Siria, asolada por una conflagración bélica abierta y notoria, hubo 50.000 muertos.

Desde comienzos del presente siglo, el genocidio sionista ha segado la vida de 1.500 niñas y niños palestinos, un asesinato cada tres días.

Según diferentes organismos, durante 2016 perdieron la vida entre 74 y 156 periodistas. Irak, Siria, Afganistán, Yemen y… México son los países donde es más peligroso informar libremente. En el país azteca se contabiliza una macabra cifra de 107 periodistas vilmente asesinados desde el año 2000. De vez en cuando salta alguna noticia de agencia a la que se adjudica un hueco con fórceps en la prensa internacional. Al siguiente día, todo cae en la sima del olvido mediático.

España, según distintos índices, es el país más corrupto de Europa. Cuenta con 2,6 millones de personas pobres y con 10 millones de residentes con alto riesgo de caer en la indigencia. Si volamos a EE.UU., su territorio de pobreza muerde a 45 millones de personas.

En la “dictadura sangrienta” de Venezuela en 1999 la mitad de la población era considerada pobre. Hoy, se ha aminorado ese estigma entre 20 y 25 puntos porcentuales: antes había 16 millones de bocas hambrientas y miradas sin futuro y ahora 6 millones, una barbaridad sin duda pero el recorrido da idea de los esfuerzos realizados en la etapa de Hugo Chávez. Además, el “diabólico régimen chapista” ha escolarizado a 100.000 púberes que antes no se acercaban ni por error a un aula educativa. Compárense estos datos con otras realidades, contextualizando las estadísticas y su trayectoria histórica: África, Asia, otros países sudamericanos e incluso EE.UU. y España.

La realidad nada tiene que ver con las portadas de los mass media dominantes. Hay que buscarla más allá de las mentiras y los intereses de las elites neoliberales. Que un líder rodeado de mierda corrupta hasta los ojos como Rajoy y un fascista como Trump sean referencia moral para medir la democracia venezolana dice mucho de la estupidez política en la que está sumida la mayoría silenciosa española y occidental.

Contra Venezuela todo vale porque tapa las vergüenzas de la doctrina neoliberal. Y del sistema capitalista. Y de la corrupción. Nicolás Maduro es un chivo expiatorio para que no pensemos críticamente acerca del mundo doméstico e ideológico que nos asfixia cotidianamente. Romper el cerco desinformativo contra Venezuela es recuperar un poco de la dignidad alquilada o vendida durantes estos años locos y perversos de la crisis global.

(Fuente: Diario 16 / autor: Armando B. Ginés)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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