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El “mal menor” no deja de ser un mal y además un bucle

Si existe un vocablo antagónico al concepto de “mal menor” este reside en la “estrategia”, ya que supone el descarte del “mal” en toda su graduación para la consecución de un “bien”. Y evidentemente, no se conoce el logro de un bien mediante la acumulación de males mayores o menores.

Claro que el bien, el mal y la estrategia, son relativos en función de dónde procedan y qué intereses se guarden. De esta manera, las fuerzas reaccionarias y contra-insurgentes, como bien lo tienen especificado en sus boletines dan mucho valor a “la perseverancia”. Como por ejemplo en el manual de campo para conflictos de baja intensidad del ejército de EEUU, donde se especifica que no solo el “mal menor” debe ser descartado para “la persecución paciente, determinada y persistente de los objetivos nacionales durante el tiempo necesario para conseguirlos”, sino que incluso el “bien menor” en situaciones donde “el éxito no llega de manera fácil o rápida (…) obliga a rechazar los éxitos a corto plazo en favor de acciones que den alcance a los objetivos a largo plazo”. Es decir, que el dilema en una estrategia que se precie de ganadora reside en el contexto donde los bienes menores son puestos en tela de juicio dependiendo de su eficacia de cara al bien mayor (al objetivo), de ahí que la estrategia perdedora sea normalmente la que se debata entre diferentes males, lo que en realidad significa que lo estratégico ha sido aislado y separado de lo táctico quedándose en tacticismo inconexo.

En nuestra trinchera igualmente desde hace mucho tiempo se ha valorado el concepto de “mal menor” (de hecho la ciencia político-militar del capital obviamente se basa en el estudio, aun de manera corrupta, de las fuerzas revolucionarias), y posiblemente el que mejor explicaría el significado profundo de la aceptación del “mal menor” fuera Antonio Gramsci en un en apariencia trabalenguas en sus cuadernos desde la cárcel: “Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Por lo que todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que la forma que asume el proceso de adaptación hacia un movimiento regresivo cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla.”

Lo que viene a decir Gramsci básicamente es que no solo se puede dar el caso que la estrategia hacia un fin esté inoperante sino que la promoción del “mal menor” esconde en su seno una derrota o capitulación por fascículos además temerosa en ocasiones de que se abra una estrategia liberadora nueva. En cualquier caso, la “fuerza eficiente” es la directora y rectora, y la que abre los contextos de elección entre males ante la inoperatividad estratégica de su antagónico o su capitulación. Por lo que, la a veces manida “adaptación al contexto”, en realidad no pasaría de la asimilación al movimiento regresivo. O sea, un proceso de retroceso político cuya evolución está dirigida por una fuerza enemiga eficiente. Lo que al mismo tiempo desde la incredulidad ante ello puede llevar incluso a teorizar la propia derrota desde la victoria imaginaria.

Esto a su vez está unido a la ideología burguesa que nos impregna por todos lados y especialmente la pequeña que por ser pequeña es la que menos se ve. Siendo el típico miedo de la pequeña burguesía de perder lo “pequeño” que tienen, es decir, defender lo poco a la nada, o en otras palabras, ante el todo malo es mejor el menos malo. Es la idea de contentarse o sostenerse en lo poco, y a partir de ahí aspirar a ganar poco a poco para lograr un poco más o ir acumulando paulatinamente con la esperanza de algún día dar el salto final (la teoría reformista). Salto en la que ya no serán pequeños burgueses sino que se volverán proletarios en el poder, sin embargo en la práctica han devenido ya en medianos burgueses o no se acuerdan de lo que decían por haber sido prolerarizados y excluídos.

Las migajas del bien, desde el pragmatismo del mal menor “realista” y “práctico”, son lágrimas en la lluvia de la lucha de clases y de los pueblos. Irreconocibles ya cuando la bestia del capital se lleva todo por delante. Por eso las teorías del progresismo político, es decir “la instalación del mal menor” fue y es una intervención del poder para estructurar una capitulación progresiva, en la cual se encuentra casi toda la izquierda de un tiempo a esta parte, y por eso, no se acaba de abrir un nuevo ciclo de lucha revolucionaria internacional pero que irremediablemente empezará a llegar debido a que el surgimiento de la “fuerza contracorriente activa” llega por descarte como una ley no escrita tanto como que una nube tormentosa produce precipitaciones intensas y tormentas eléctricas, cuando ya están plenamente desarrolladas. Ese desarrollo sin embargo es de carácter subjetivo y solo está en manos de la organización popular.

En 1999, Azkuna accedió a la alcadía de Bilbo con la ayuda de Euskal Herritarrok. ¿Qué hacía la izquierda abertzale apoyando a este tipo? ¿Para qué eran los votos… para mantener el orden, la gobernabilidad?. Si ya se, eran tiempos de Lizarra – Garazi. Pero lo que conocimos de verdad fueron los tiempos de Azkuna, que creo que no hace falta extenderse lo que significaron en retroceso nacional y social y en hegemonía capitalista.

¿Cómo es posible que una fuerza que quedó en tercera posición en Gasteiz (PNV) se pase por el arco del triunfo a la segunda (EH Bildu) como si tuviera la lepra, la segunda le ofrezca la alcaldía gratis, y que las fuerzas consideradas de izquierda (EH Bildu, Hemen gaude, Irabazi) sumaban el doble de votos que el PNV, y ninguna de ellas formó parte de la alcadía?

¿Por qué el PNV es hegemónico en la Euskal Herria occidental, lo ha seguido siendo en medio de la crisis de la que es co-responsable e históricamente siendo una fuerza residual en Nafarroa Garaia su apuesta política encabezó y dirigió el gobierno siendo un grupo minoritario frente a los que se consideraban de izquierda?

¿Qué hace ahora el soberanismo vasco institucional, el gubernamental catalán que cortocircuitó el proceso soberanista y la que dice ser heredera del 15m reactivando el nuevo bipartidismo proxy español satelizando a la derecha del PSOE (porque el PSOE no es izquierda ni en la ciencia-ficción)?

No existen ejemplos históricos de que la adaptación al supuesto “mal menor” haya sacado algo en limpio sino más bien lo contrario, ha ensuciado y ha embarrado. En los momentos en el que el mal se rechaza en todas sus supuesta graduaciones es donde llegan las oportunidades, que no son equivalentes a victorias por defecto pero que abren las puertas a ello.

Si la no-estrategia y capitulación se puede ver fácil en el ámbito institucional burgués (que quedaría sellado en la historia en Grecia a manos de Syriza en esta generación) en realidad afectaría a todos los frentes no siendo casualidad que en lo real y material no se haya conseguido nada y cuando se han abierto posibilidades para ello ha sido cuando funcionaban otros paradigmas desde la calle y no el del mal menor desde las alfombras que precisamente los bloquean.

Al contrario, se han perdido bastantes cosas y la situación de la clase trabajadora y de los pueblos ha salido muy malparada de la ofensiva capitalista global ya que siempre habrá un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Por lo que todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. Y el problema no es solo eso sino que quienes escogen el mal menor olvidan con gran rapidez que están escogiendo el mal. El exterminio es precedido siempre por formas graduales aceptadas con el argumento de que negarse a cooperar pondría las cosas peor, hasta que se alcanza un nivel en el que difícilmente puede suceder ya nada peor.

Al fin y al cabo, como decía aquel, incluso cuando la burguesía liberal o progresista dice conceder reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o las utiliza para subyugar. Por eso la teoría política progresista incluso cuando es totalmente sincera, se transforma de hecho en un instrumento de la burguesía que reduce a la impotencia a la clase trabajadora, a la elección entre males, e incluso los y las que no acaban tragando con ello se ganan las invectivas o el menosprecio de académicos, políticos profesionales o corporativistas de partido que un día dijeron que defenderían sus intereses.
(Fuente: Borroka Garaia da!)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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