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El detonante comercial de la recesión

Los mercados financieros en todo el mundo siguen subiendo o bajando con cualquier noticia sobre la guerra comercial entre los EE.UU. y China. Cuando el presidente Trump anunció que los chinos le habían llamado durante la cumbre del G7 en Biarritz para llegar a un acuerdo en las conversaciones sobre un acuerdo comercial, los mercados de valores subieron. En cuestión de horas, cuando China denunció que no había existido tal llamada y que era sólo una ‘noticia falsa’ de Trump, los mercados volvieron a caer.

Es evidente que la batalla comercial en curso se ha convertido en el detonante de un colapso de la bolsa y un giro masivo hacia los bonos de gobierno y el oro como ‘refugios seguros’. Pero es más que eso. El crecimiento global se ha desacelerado y la inversión empresarial ha disminuido drásticamente.  Esto se debe a una caída de los beneficios empresariales, una recesión de beneficios.

Tomense las ganancias de las 500 empresas más importantes según su valor en la bolsa en los EE.UU., según el índice S & P-500.  Con casi todos los resultados en el segundo trimestre de 2019 que termina en junio, las ganancias totales (beneficios) son sólo el 0,5% y los ingresos por ventas de sólo el 4,7%.   Después de tener en cuenta la inflación corriente, las ganancias reales fueron negativos y los ingresos apenas positivos. Y eso es para las 500 empresas más importantes.

Para las empresas más pequeñas, la situación es aún peor. Las ganancias se han reducido más de un 10% desde el año pasado y los ingresos sólo han subido el 2,2%, o nada después de la inflación. Excluyendo al sector financiero, las ganancias habrían caído un 21%. Un análisis sectorial muestra que al sector minorista le fue  mejor porque el consumidor estadounidense continuó gastando, junto con el sector financiero. Sin embargo, los sectores productivos como tecnológico sufrieron una caída de 6,3% en sus beneficios. Y esa es la clave.

Para la primera mitad de 2019, las ganancias están en territorio negativo en comparación con un aumento del 23% en la primera mitad de 2018. Y el pronóstico de ganancias del T3 es una nueva caída del 4,3% interanual.

En todas partes, la producción nacional está cayendo. La respuesta habitual es vender más en el exterior a través de las exportaciones. Pero el futuro del comercio mundial es sombrío. La compañía holandesa de datos CPB proporciona cifras mensuales del comercio mundial. Y en junio, el comercio mundial se redujo en un 1,4% respecto a mayo y en comparación con junio de 2018. De hecho, el comercio mundial ha caído desde octubre de 2018 un 3,5%.

Y ahora la guerra comercial se está intensificando. Sólo la semana pasada, China anunció que imponía aranceles a las importaciones de Estados Unidos en represalia por los aranceles de septiembre de EE.UU. sobre las importaciones chinas ya anunciados por Trump. En represalia, Trump rápidamente anunció nuevos aumentos de tarifas.

Los economistas de JP Morgan estiman que el efecto directo de estas medidas arancelarias sobre el crecimiento de China, ya en desaceleración, equivaldrá al 0,2% de su tasa de crecimiento y supondrá una pérdida sostenida del 0,5% del PIB de China. Las alzas adicionales con las que amenaza Trump aumentarían la pérdida a un 0,9%. El crecimiento de Estados Unidos también sufriría el golpe, del 0,25% a 0,5% de pérdida permanente de su PIB. Aún más preocupante es que la incertidumbre sobre hasta dónde llegará esta guerra, está haciendo que las empresas, que sufren la desaceleración o la caída de sus beneficios como hemos visto, estén aún menos dispuestas a realizar nuevas inversiones.

El crecimiento de la inversión global ya se ha reducido a sólo un 1% anual, según JPM. Si la inversión es negativa a nivel mundial en los próximos trimestres, el crecimiento del PIB real mundial, actualmente en torno al 2,5%  anual (dependiendo de cómo se mida), se reduciría a cero. En otras palabras, una recesión global.

Michael Roberts

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Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en el sector de la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (Atrapasueños, 2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (El Bandolero, 2011) a dos manos. He hecho aportaciones a las obras colectivas "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (Hojas Monfíes, 2017) y "Blas Infante: revolucionario andaluz" (Hojas Monfíes, 2019).

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