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El anticomunismo en la izquierda abertzale

El anti-comunismo del PNV no nació espontáneamente sino que fue fruto de un proceso concreto. El integrismo religioso y la xenofobia original del partido jeltzale, junto a una visión idílica y falsa de la sociedad vasca de antes de 1839 , todo ello herencia decimonónica del carlismo, posibilitó que elementos de la clase burguesa se hicieran con el control del partido, cuando en 1898 entraron por la puerta de atrás los poderosos y sigilosos miembros de la fracción fuerista, (los euskalerriacos) agrupados alrededor del multimillonario Sota. Una vez con el control de las finanzas y con las aportaciones económicas del oligarca, en un partido que hasta el momento se había financiado exclusivamente con humildes cuotas de afiliados, el terreno estaba ya dispuesto para el desarrollo del anti-comunismo jeltzale. Lo cual fue provocando al mismo tiempo que el ámbito político del PNV se convirtiera en una caldera interclasista que cada cierto tiempo explotaba en tensiones, escisisones, giros, rupturas y nuevas fundaciones.

Esta linea burguesa anti-comunista del PNV tenía entre otros objetivos que no se pudiera agrupar y unificar a la clase trabajadora vasca para que de esta manera los intereses de clase de la cúpula jeltzale no se vieran afectados y poder vehiculizar a un movimiento interclasista comandado por la burguesía en pos de un fuerismo-autonómista. De esta manera, la idea fuerza era asimilar todo concepto comunista o socialista con lo extranjero y anti-vasco. Esto a su misma vez se retro-alimentaba con el españolismo tanto monárquico como “de izquierda”, al coincidir en la necesidad de separar y dividir a la clase trabajadora vasca en función de propios intereses.

No fue hasta 1923, que por primera vez en la historia, rompiendo toda una tradición reaccionaria, un abertzale mostraba públicamente solidaridad con los y las comunistas. Y ocurrió en un artículo firmado en “Aberri” por Eli Gallastegi. Reconociendo afinidades entre grupos tan dispares en ese momento como los abertzales y los comunistas vascos. Y de paso reconociendo la existencia de una lucha de clases en el seno de la falsa hermandad nacional vasca que Comunión Nacionalista Vasca (antiguo PNV) trataba de inocular a sus militantes. El artículo recogía la conmoción y la solidaridad surgida, entre los jóvenes de Aberri, por el asalto de la policía a la sede del Partido Comunista, en Bilbo, y la muerte de dos de sus militantes. Era un momento en el que la negación filo-fascista, de la lucha de clases donde el banquero Sota dominaba, entre bastidores y talonarios, el fluir del nacionalismo, donde a huelguistas del entorno del PNV se les acusaba de ser seguidores de exóticas doctrinas, ateos, anticatólicos y anti-vascos a modo de purga interna.

En 1930 la herejía se completaría con la fundación de ANV donde se rompe totalmente con el aranismo jeltzale para alcanzar estrategias de liberación nacional y social modernas. Lo básico no será ya la sangre, el apellido y la fe; lo será el deseo propio de emancipación, el derecho de autodeterminación de los pueblos y la solidaridad de clase.

Cuanto surgió ETA, la organización calificaba al marxismo de ser un peligro, literalmente calificado como “virus” y de presentar “una visión de la vida falsa”. De hecho, se dedicó una extensa labor de formación con diversos trabajos acumulados de la etapa de Ekin de cara a la primera asamblea para analizar el comunismo, en el cual se llegaba a la conclusión de que era anti-abertzale (“anti-patriota” y “apátrida”). Este anti-comunismo primigenio era una clara herencia ideológica del PNV, esfera política de la cual varios años antes se había escindido.

Tuvieron que pasar unos cuantos años para que una nueva generación de jóvenes, esta vez ya comunistas y abertzales, marxistas, prácticamente refundarían ETA desde su base dando inicio a la izquierda abertzale moderna con el V biltzar.

Por una parte, se criticaba el caracter ideológico-teórico de ciertos autores abertzales, en base a su disposición etnicista, culturalista o linguística, que podríamos englobar con la denominación genérica de ‘identitarismo’. Si bien este conjunto de tesis son ‘dominantes’ dentro de ETA en su primera fase a partir de la V Asamblea pasan a un segundo plano, perdiendo su posición central. La ETA de finales de los 60, ya no habla de ‘etnicismos’ o ‘culturalismos’,está inmersa en un proceso de reflexión distinto, pelea contra el ‘españolismo’ interno en su versión negadora y reformista de la liberación nacional vasca en cuanto que proceso autónomo, e intentando rescatar el marxismo de una unívoca y liquidadora versión unilateral; pero también contra la tendencia derechista identitaria, incapaz de visualizar a Euskal Herria como sociedad de clases, e incapaz de comprender al mismo proceso revolucionario como vínculo político fundacional de la independencia nacional.

Así que llegados a la década de los 70 se emplea una distinción, entre IA e IAR, es decir, Izquierda Abertzale e Izquierda Abertzale Revolucionaria.

Por un lado estaría la socialdemocracia abertzale, rechazaba postulados escorados al comunismo y abandonó ETA, dando única prioridad a la “lucha nacional y cultural” tachando a ETA V de “comunista” como si fuera algo denigrante para los Etxebarrietas y compañía, nada más lejos de la realidad. Otra rama que también quedaría fuera tacharía de lo contrario a la V.

Por otro las fuerzas que se agrupan en KAS, donde de las tres familias del socialismo revolucionario abertzale (autónomos, polimilis y milis) la primera se desgaja y posteriormente la segunda también.

Los milis durante largo tiempo fueron minoría. El comunista abertzale Argala a lo largo del 74, y tras la expulsión del FO (frente obrero) de ETA en agosto en el tercer BT (Biltzar Ttipia), en cuanto que tal frente reclamaba una separación orgánica. Racionalizará esa tesis precisamente en el FM (frente militar); es decir, que si la lucha armada atraía la represión sobre todos los frentes de ETA, invalidando su labor que era paciente y lenta; tiene la osadía de trasladarla a la misma fuente perturbadora que era el FM. No eran los otros frentes quienes se tenían que supeditar, sino el FM el que tenia que autonomizarse de esos otros. Para el cuarto BT, noviembre de 1974, se produce la separación, y queda explicado en lo que se denominó el Agiri (de 1974), de puño y letra del Moro. Todo esto era una herejía, sencillamente la concepción frentista predominante había sido finiquitada, y se producía una percepción orgánica pero también política distinta; no solo en cuanto que lo militar quedaba organizativamente autonomizado, sino que al mismo tiempo se alentaba a la organización política, sindical y cultural autonomizadas a desarrollarse. A partir de entonces las tesis de un ‘frente nacional ‘ o en su versión ‘frente anti-oligarquico’ interclasista etc., quedarán en el pasado y en el olvido, salvo para la socialdemocracia abertzale.

A Argala lo mataron no por casualidad ni por venganza por lo de Carrero. Después llovió mucho. Y tanto olvidos como miserias y virtudes se fueron acumulando.

Todo este proceso constituyente de la lucha de clases nacional vasca no fue sin problemas como se ha visto. Mucho de lo que había venido del entorno del PNV pese a tener notables diferencias con el partido jeltzale haría junto a otros factores que con el nacimiento de la izquierda abertzale socialista y revolucionaria, también vendría el nacimiento de la izquierda abertzale socialdemócrata. Y estas dos concepciones diferentes y sus variantes llegarían a acuerdos de mínimos de unidad popular entorno a la alternativa KAS. De ahí la “pluralidad” histórica de la izquierda abertzale.

El presente no surge nunca espontáneamente sino que en gran parte es fruto de la acumulación del pasado que da forma al ahora. E indudablemente dentro de lo que ha sido la izquierda abertzale y concretamente el hoy difunto MLNV , la izquierda abertzale socialdemócrata no está, ni puede estar en condiciones de representar a lo que fue todo un movimiento desde el mismo instante que ha tratado y trata de equipararse con un todo que nunca fue. De ahí que no existe ningún tipo de legitimidad para que la tradición comunista, marxista y en su generalidad socialista revolucionaria abertzale, en la actualidad y en su evolución futura, y menos desde los rescoldos aún no superados de la herencia anti-comunista consciente o inconsciente, pueda ser considerada algo ajeno a la izquierda abertzale o sus postulados, por mucha intención de ello que exista en la socialdemocracia abertzale en un intento hegemonizador que ya hoy es un fracaso, siendo solo una parte de algo ya pasado, y que es heredera ideológica de los que se opusieron ideológicamente a la V asamblea, a ETAm, a KAS, a organizaciones juveniles y luego a Ekin, hasta la liquidación de ETA, y aceptan hoy el programa político y estrategia que adelantara oficialmente otra facción de la izquierda abertzale socialdemocrata conocida en su día como Aralar.

Lo más inteligente hubiera sido un nuevo acuerdo reformulado pero la socialdemocracia abertzale de hoy ha preferido la liquidación gregaria de organizaciones y una hegemonía que solo ha llevado a la descomposición y división de un movimiento y que para mantenerla necesita de operaciones de marginación social o de mentiras que nunca acaban dando resultado con el tiempo sino que son disparos por la culata, algunas diseñadas en whasap por ocurrencias de los que tendrían que estar haciendo todo lo contrario y no mimetizando la peor cara de lo que haya podido ser la izquierda abertzale con sus miserias y sus virtudes. Eso es lo realmente triste.

(Fuente: La Haine / Autor: Borroka garaia da!)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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