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(De)construir Andalucía, descolonizarla, empoderarla

Andalucía ha sido y es un espacio político tanto real como imaginario donde han confluido intereses contrapuestos. Desde aquel 4 de diciembre en el que el pueblo andaluz reivindicó la nacionalidad histórica para Andalucía, han pasado ya casi cuarenta años. En esos cuarenta años hemos asistido a una apropiación indebida por parte, principalmente, del PSOE, de los elementos constitutivos del nacionalismo histórico andaluz. El PSOE hizo suyos el Estatuto de Autonomía, el nombramiento de Blas Infante como padre de la patria andaluza… Eligieron el día 28 de febrero como día de Andalucía robando la memoria de la lucha autonomista y sustituyéndola por un débil regionalismo institucionalizado.

Nosotras no podemos confiar en quienes no creen en la liberación de Andalucía. No podemos confiar en quienes traicionan nuestra memoria, en quienes roban nuestros nombres, en quienes nos tachan de utópicos, de radicales, de absurdos. No podemos contar con ellos. Estamos, sin embargo, obligados a establecer alianzas con todas aquellas fuerzas políticas y sociales que contemplen la liberación y la descolonización de Andalucía. Debemos trabajar por situar la liberación y la descolonización en el centro del debate, de construirla como una posibilidad. El sujeto político andaluz que buscamos está ahí, pero está lejos de ser uniforme. Nuestro discurso no puede ser excluyente: la identidad andaluza es irreductible. Tenemos una población heterogénea que está en continuo cambio, pero poseemos algo muy valioso, algo que me parece extremadamente complejo y es el sentimiento de pertenencia que tenemos las andaluzas a una tierra que consideramos única y diferente. Hay algo de romanticismo en eso, seguro, pero me parece que denostar el componente afectivo sería un error. Tenemos que trabajar con eso: politizar la sentimentalidad andaluza. Las diferentes formas de sentirse parte de un país.

Hablo de descolonización, sí. No soy la primera, pero parece importante insistir en esto. Como muchos otros pueblos a lo largo de la historia reciente, Andalucía ha iniciado un proceso de descolonización interna en el que trabajamos con pasión y cautela en aras de crear una alternativa soberana. Nuestra colonización es cultural, política, social, económica. Es en la cultura donde se aprecia con más intensidad la construcción imaginaria de una Andalucía intrínsecamente pobre, vaga, inculta, rural… Todos conocemos el delirio. Y resulta llamativo cómo, a pesar del maltrato continuo a nuestro país, Andalucía es indispensable en el relato oficial de la construcción del Estado Español. Nuestra obligación es señalar esta y otras contradicciones de ese discurso. Deconstruir el relato oficial que nos muestra como ciudadanos de segunda y reivindicarnos como pueblo empoderado capaz de relatar su propia historia.

Efectivamente, tenemos un problema cuando vemos películas como Ocho apellidos vascos o series como Allí abajo y nos vemos reconocidos en los tópicos. Nos vemos reconocidos y además nos hacen gracia, porque hemos asumido esos valores que los colonizadores han elegido para nosotros. ¿Por qué no más Carminas? Mujeres empoderadas, mujeres que se buscan la vida y que tratan de sobrevivir en un contexto podrido a muchos niveles. Andaluces, andaluzas: politicemos a Carmina. Denunciemos, como ha hecho magistralmente Carlos Ríos, esas manifestaciones culturales, películas como Cuerpo de élite, en la que se oyen frases del tipo “la única salida laboral que tienen las mujeres en Coria del Río (Sevilla) es la de meterse a Guardia Civil o a puta”. Un poquito de patriarcado, otro poco de colonialismo… No podemos seguir tolerando esto. Nos queda un trabajo enorme por hacer.

No dejo de pensarlo. De leer, de releer, de reflexionar acerca de las intersecciones. Es mucho lo que está en juego. Este momento me parece decisivo. No por ello creo que tengamos que acelerar, más al contrario: tenemos que mirar afuera y entender qué es lo que pasa y de qué manera podemos aprovechar la situación para extender una conciencia política independentista andaluza. El régimen está fracasando en su pretendida regeneración, ni siquiera tenemos gobierno. Tenemos que seguir atacando sus discursos: el de la recuperación, e incidir en nuestras vidas de mierda, en los 400 euros al mes sin contrato y a jornada completa, en los campos vacíos y desiguales, en las jóvenes exiliadas, en las migrantes, en las que lucharon antes, en las que luchan ahora, en los pueblos hermanos, en nuestra solidaridad, en nuestras redes de apoyo, en nuestras manos. Hay que ocupar un espacio que no tiene representación política en nuestro parlamento, pero tampoco representación en el imaginario colectivo de nuestra Andalucía. Corramos a defender voces como las de Óscar Reina; tenemos que visibilizar que nuestros males se combaten con soberanía y con libertad. No podemos conformarnos con ser esta colonia al mismo tiempo española y europea, su basurero, un país al servicio de turistas blancos que disfrutan de una jubilación obscena mientras tenemos a la gente trabajando sin ninguna seguridad. Esto hay que denunciarlo y ponerlo en relación con los poderes coloniales y patriarcales. Hay que escribir la historia andaluza de la liberación, escribir una historia que nos pertenezca, que nos empodere y que mire hacia el futuro con rabia y esperanza. Las condiciones de las que partimos están de nuestra parte. Hagamos fuerza para que la balanza se incline a nuestro favor.

Viva Andalucía Libre

Carmen Virusa

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Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en el sector de la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (Atrapasueños, 2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (El Bandolero, 2011) a dos manos. He hecho aportaciones a las obras colectivas "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (Hojas Monfíes, 2017) y "Blas Infante: revolucionario andaluz" (Hojas Monfíes, 2019).

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