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Carta abierta de un comunista colombiano al Secretariado de las FARC-EP

Tabla de contenidos:

  1. Quién y por qué
  2. Sobre las armas: mi hipótesis
  3. Preguntas

Comandantes Timoleón Jiménez, Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Joaquín Gómez, Mauricio Jaramillo, Bertulfo Álvarez, Carlos Antonio Lozada y Ricardo Téllez. Y a Jesús Santrich y Gabriel Ángel.

Quién y por qué

Quien les escribe fue militante urbano del PCCC (Partido Comunista Clandestino de Colombia) de las FARC durante 13 años. Casi todo ese período desarrollé mi trabajo clandestino en un centro urbano del suroccidente del país. Me retiré individualmente justo al momento de enterarme —tras un período de negacionismo e incredulidad— que sí iba en serio la entrega de las armas del pueblo a la burguesía (por intermedio de la ONU) para su destrucción. No soy disidente, soy un comunista convencido, que espera que otros comunistas inconformes rompan con el silencio como hoy lo estoy haciendo yo, ese silencio que es demasiado parecido a la estupidez, porque como decía Jaime Pardo Leal hay momentos en que callar es mentir. Yo al menos no quiero mentir, mentirme a mí mismo ni mentirle al país.

Yo ya no podré romper con el silencio «dando la cara» en el próximo Congreso, pues supongo que por mi decisión de apartarme de lo que considero una aventura electoral a mí se me considera paradójicamente poco menos que traidor, o un «cobarde desertor», y por lo tanto no podré asistir. Es por eso que les escribo esta carta, de cara a toda la izquierda y de paso a todo el mundo porque ese es el precio de la legalidad a la que hoy ustedes se avocan. Les escribo más en concreto por dos razones.

La primera es que quisiera que por fin reconozcan (para ustedes mismos y la militancia, no pretendo que lo hagan públicamente porque ese no es su estilo) que en las FARC hay desacuerdos importantes, pero también que comprendan que no todos los desacuerdos son disensos políticos o ideológicos, que no todos los disensos son disidencias, que no todos los disidentes son adversarios (o simples narcos como se insinúa con cinismo del frente 1º, que como se sabe fue la primera pero no la única disidencia colectiva) y por último que no todos los adversarios tienen que ser enemigos.

Sería muy importante dicho reconocimiento para permitir las francas y abiertas discusiones que se deben dar en el Congreso. También es importante porque el ambiente organizativo interno en la actualidad por lo que aún percibo es de temor a expresar una crítica, de temor a ser señalado de disidente, entendido esto automáticamente como sinónimo de enemigo. Y aunque lo que más existe entre la militancia urbana, y creo que no solo la urbana, son dudas (que es importante aclararles) también existen algunas certezas contrapuestas, algunas inconformidades y por supuesto algunas críticas. De la capacidad para expresarlas, recibirlas, asumirlas, tomarlas en serio y gestionarlas dependerá en buena medida el éxito del nuevo proyecto político que surja del Congreso.

La segunda es para expresar algunas de esas dudas y también algunas de esas inconformidades y críticas. Advierto que la tradición política en la que me formé me empuja a ejercer en estas líneas, y sin pedir permiso, la libertad de expresión como la entendemos los comunistas, como libertad de discusión y crítica, bajo la idea de que hay que decir y decirnos las verdades aunque duelan. Lo hago para dejarlas en el ambiente previo al Congreso, para que desencadenen cosas que estoy seguro de que no pueden ser más que positivas para el proceso revolucionario y para la nueva organización que deberá surgir de entre las cenizas de las FARC.

Aunque en esta carta me exprese con dureza y a veces con rabia (pero nunca con rencor) mis deseos y mi esperanza siguen puestos en que a quienes hoy conforman esta organización les depare un porvenir bienaventurado en política. Después de todo, en un sentido revolucionario siento que somos «de los mismos» aunque no seamos iguales, y por ende mis simpatías siguen con muchos de ustedes.

Sobre las armas: mi hipótesis

¿Por qué las FARC entregaron las armas? Es la primera pregunta que cualquier colombiano o colombiana debió haberse hecho y les aseguro que la militancia no fue la excepción. Podría suponerse obvia la respuesta sobre todo para la militancia, algo así como «ya sabíamos que esto iba a pasar en algún momento», pero al menos para una parte —considerable— de nosotros no fue así. En la concepción y plan estratégico de las FARC tal y como nos lo enseñaron y como lo pudimos leer en algunos documentos, nunca estuvo entregar las armas a cambio de participación política, como si estas fueran moneda de cambio.

Por eso las negociaciones siempre se llevaron a cabo bajo una concepción de «diplomacia de guerreros», o sea sacar ventajas militares en el escenario político, hablar de paz mientras se preparaba la guerra, igual a como lo hacía y lo sigue haciendo aún hoy la burguesía.

Esa actitud no era para nada cínica, era la más recomendable para revolucionarios que «dialogan» con lo más tramposo, despreciable y mezquino que ha engendrado la humanidad, que es la burguesía. Era la mejor actitud de revolucionarios que saben que «en una revolución se triunfa o se muere si es verdadera» como dijo el Ché, que saben que en ella no se transa como si fuera un negocio, sobre todo porque se tiene claro que el enemigo también quiere solamente la victoria y se la juega toda a ella.

En una guerra no hay fórmula «gana-gana», siempre hay derrotados aunque esto no quiere decir que siempre hay exterminio o humillación. Cuando algunos «conflictólogos» recientemente hablan de «empates» o «equilibrios» en los conflictos armados esto se trata simplemente de lo que en ajedrez se llama tablas, que un bando acorrala al otro sin salida y sin posibilidad de moverse pero es incapaz de exterminarlo. Le toca entonces en la vida real negociar la rendición del enemigo con más o menos condiciones según lo permita el nivel de acorralamiento. A esto se le llama victoria estratégica y suele verse expresada en «mesas de diálogos» que llegan a «feliz término» porque una de las partes no se siente capaz de pararse de la mesa a seguir combatiendo.

Estas rendiciones con condiciones se dan siempre en un momento en el que los ganadores tienen afán de victoria por múltiples razones y ante todo presiones y quienes se rinden, habiendo perdido en el plano estratégico saben que lo que sigue no puede ser más que inútil desangramiento con una baja probabilidad de recuperación en el largo plazo y que a lo que más probablemente los puede conducir es a perder la mucha o poca capacidad que aún conservan de poner condiciones para la rendición. Esto las FARC lo ha sabido siempre y por ello diseñó planes tremendamente realistas. En este sentido la llamada «solución política al conflicto» que estuvo siempre presente en el discurso de Manuel, Jacobo y Alfonso no significaba más que la pretensión de hacer rendir al Estado con condiciones en una mesa de diálogos (porque no era posible ni deseable exterminar las FFAA regulares) para terminar de ese la confrontación militar directa.

El plan estratégico de las FARC consistía en lograr dicha rendición del Estado colombiano en un momento en el que se conjugara una neutralización militar de fuerzas (esto implicaba la dispersión de la fuerza enemiga por todo el territorio y despliegue del 50% de las propias en la cordillera oriental, este fue el esquema original posiblemente modificado en la 9a conferencia tras los golpes inocultables del plan patriota y sucesores) con una insurrección popular urbana concretamente en Bogotá pero con «réplicas» en otras ciudades, dirigida por el PCCC, apoyada por las milicias y las redes urbanas y cohesionada políticamente por un masivo movimiento bolivariano o MBNC quien idealmente sería el llamado a desempeñar el papel de portavoz de los insurrectos con los 10 puntos para un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional» en la mano (puntos que en la 9a se ampliaron. Y ni aún entonces se consideraba la posibilidad de entregar las armas, como máximo de suspender su uso.

También nos enseñaron (aunque esto no pudimos conocer documentos específicos por motivos de seguridad, según nos dijeron) que en la 9a conferencia se había replanteado, o mejor que se le había dado desarrollo al plan estratégico en su aspecto político, definiendo unos momentos en un proceso ascendente de medición de fuerzas urbanas con 2019 como el momento culminante idealmente insurreccional.

Cuando nos enteramos de esto pensamos en primer lugar que era pretencioso pretender dictarle una ruta cronológica a un levantamiento insurreccional. Pero como pasos en un proceso de preparación organizativa para un levantamiento podía funcionar. Lo segundo que percibimos fue un evidente paralelo que nos agradó y pareció acertado con la planificación estratégica de Hugo Chávez en Venezuela, el llamado Plan Nacional de la Patria que en su primera versión conducida por el propio Chávez llegaba hasta 2013 y cuya segunda versión que fue su invaluable legado político confiado a Nicolás Maduro iba también hasta 2019. ¡Qué bella iba a ser América Latina para 2020, según esos planes!5

Así entendida la estrategia en lo militar y en lo político6 debe ser claro el hecho de que esta no se logró concretar con éxito ni en lo militar ni en lo político. En lo militar, porque lo militar ya no existe y eso habla por sí solo. Y en lo político porque hasta ahora no ha habido tal medición de fuerzas como la imaginábamos, ha parecido más bien que la bandera de la solución política negociada, que burdamente ha sido llamada «paz», se ha tragado el trabajo organizativo y de movilización popular y que, a dos años del «plazo final» de 2019, todo parece indicar que lo electoral con sus campañas sucesivas y sin fin se va a tragar, nuevamente, el trabajo político que debía tener vocación insurreccional. Si alguien piensa que el capital político y la militancia de una sola organización alcanzan para perseguir de manera realista ambas ambiciones, está popularmente hablando «meando fuera del tiesto».

Creo que hasta aquí he nombrado algunos elementos importantes para intentar responder a la pregunta de por qué las FARC entregaron las armas. La respuesta más verosímil y plausible sería pues que las entregaron porque no tuvieron otra opción viable o al menos porque fue la mejor opción que tenían en un contexto de reveses irreparables en lo militar que comprometieron de fondo la estrategia. Esto se llama derrota estratégica aunque duela decirlo y escucharlo. Los diálogos de la Habana fueron una rendición con condiciones.

Evidencia de eso es el hecho de que se negociara tras el asesinato de Alfonso Cano. Si mal no recuerdo Timoleón dijo en una entrevista que estas habían sido las palabras de Alfonso: «Santos quiere poner mi cadáver aún tibio sobre la mesa». Otra evidencia fue que en el acuerdo no se tocara ni un pelo del modelo económico, ni tan siquiera de los tratados ni de la política económica, ni de la doctrina militar contrainsurgente del Estado, y que la promesa de reforma rural fuera tan pobre7.

Otra evidencia fue que se continuara el proceso después de que tras el NO que le dieron a Santos en el plebiscito la burguesía a una sola voz exigiera la renegociación. Otra prueba fue que efectivamente se renegociaran cosas muy sensibles para beneplácito del uribismo y el cristianismo recalcitrante, esto sí fue una verdadera humillación que un ejército que no estuviera derrotado jamás la habría aceptado.

Una evidencia más es que haya habido concentración y desarme total cuando aún no se hace nada por desmontar el paramilitarismo, cuando aún todo el acuerdo renegociado sigue en manos de un congreso (un congreso con voceros sin voto o convidados de piedra por parte de las FARC) que va a manosear punto por punto antes de aprobarlo. Y eso sin hablar de las bajas probabilidades de implementación plena de esos puntos, primero renegociados y después manoseados, bajas probabilidades ante la eventualidad de que el próximo presidente de Colombia sea Vargas Lleras u Ordóñez.

No se me tome por pesimista, reitero que mis deseos son de bienaventuranza política para las FARC, y hasta electoral aunque soy abstencionista. Pero para ganar en política primero hay que conocer el terreno que se pisa y sobre todo saberse ver al espejo tal cual se es y saber ver al enemigo tal cual es.

Preguntas

Pero como dije, en el centro deben estar las preguntas más que las hipótesis. La primera de esas preguntas sigue siendo ¿por qué entregaron las armas? Pero hay otras preguntas, quizá más pertinentes, más vigentes, más acuciantes y de las cuales urge una respuesta.

Al haber entregado las armas, ustedes ¿consideran caduca la táctica de guerra de guerrillas frente a la actual tecnología militar burguesa?, ¿o lo caduco es la estrategia insurreccional apoyada por un ejército irregular de base campesina?, ¿ha perdido vigencia el planteamiento de la toma del poder por la vía de las armas en manos del pueblo levantado? Estas preguntas son importantes porque permitirían un juicio más sensato por parte de otras organizaciones insurgentes que aún no han entregado y que probablemente no lo van a hacer en el corto plazo.

Si las respuestas fueran afirmativas (en cuyo caso serían necesarios argumentos sólidos que lo evidenciaran), sería un grave error no advertirles a los demás compañeros que siguen alzados en armas. Si se tienen estos elementos de juicio deberían ser compartidos con ellos, y de paso con muchos militantes de las FARC, como el propio Jesús Santrich que hace poco en una entrevista dijo valientemente que sigue pensando, como muchos lo pensamos, que está vigente y abierta la puerta de la lucha armada en Colombia, que si no les cumplen a ustedes habrá que volver a levantar los fusiles.

Y si son afirmativas las respuestas a esas preguntas, ¿cuál es la estrategia revolucionaria que proponen y que no requeriría el uso de las armas? Esta tiene la misma importancia que las anteriores. Para muchos de nosotros viene siendo más que claro a la luz de las experiencias históricas, que si en una revolución no hay músculo militar que la respalde, proveniente ya sea de la fragmentación del ejército regular, de la conformación de un ejército insurgente o de una milicia popular, no hay continuidad posible de cualquier victoria político electoral pasajera. No hay construcción posible de Socialismo10. Por eso las FARC en su origen eran el brazo armado de los comunistas colombianos para la revolución. Pero es posible que estemos equivocados quienes así pensamos, es posible que ustedes hayan hecho otros análisis u otros descubrimientos basados en otras experiencias. Es lo que deberían aclarar, por lo menos a su militancia y a otras fuerzas de la izquierda revolucionaria.

Finalmente, ¿consideran viable el triunfo de una estrategia política revolucionaria que no cuente con la participación concertada de las fuerzas bolivarianas de las cuales ustedes pretenden la hegemonía, con las fuerzas camilistas, las fuerzas guevaristas y las fuerzas M-L, entre otras? Esta pregunta no es retórica. Hasta ahora parece que ustedes estuvieran asumiendo una de dos cosas, o bien que el ELN también va a entregar armas y que una parte mayoritaria del camilismo se va a sumar al Bloque que ustedes proponen, y que por lo tanto la parte minoritaria del ELN y los M-L no importan. O bien que no importa ni siquiera lo que suceda con el ELN y en ese sentido que la «unidad de los comunistas» –PCCC y FARC— por sí sola puede con todo.

En ese sentido, más valdría aprender de la experiencia histórica. La burguesía colombiana siempre ha procurado dividir para vencer y derrotar a las fuerzas insurgentes y por lo tanto nunca ha aceptado la integración de todas ellas a la política legal. Esto fue muy claro para las FARC en 1990, cuando en medio del proceso de desmovilización del M19, el Quintín Lame y disidencias del ELN y el EPL, y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que las FARC habían venido pidiendo desde finales de los 80, se produce el ataque a «Casa Verde», al campamento del secretariado de las FARC, fuerza mayoritaria de la CGSB.

El 12 de agosto del año siguiente (1991) Manuel Marulanda decía: «Hubiéramos podido estar en la ANC si [el señor presidente] no nos hubiera cerrado el paso con el ataque del 9 de diciembre». Y el propio Alfonso Cano, quien se encontraba liderando los diálogos con la Coordinadora, decía el 4 de septiembre «Hubiésemos querido argumentar y luchar en el seno de la ANC pero las circunstancias que el país conoce, frustraron la posibilidad histórica de convertir sus conclusiones en un tratado de paz». Para muchos en el país ha sido claro que el M19 y el EPL haciendo política legal cumplían el papel de deslegitimar con su discurso pacifista a los que se mantuvieron armados, a la vez que estos grupos sin el apoyo de las otras fuerzas de la Coordinadora Guerrillera no podían lograr gran cosa en política electoral. Efectivamente en 1992 pierden la personería jurídica 12 movimientos políticos, incluido Esperanza Paz y Libertad, el PCC y el MOIR. Y los logros revolucionarios del M19 han sido muy pocos, algunos piensan que nulos.

Estas experiencias deben revisarse, repasarse y analizarse para evitar que en esta coyuntura se vaya a jugar algo parecido, tener a las FARC desarmadas para deslegitimar al ELN y al EPL, y a estos aún armados para aislar fácilmente a las FARC en la política electoral parlamentaria.

Para clarificar todas estas posturas y cuestiones, no bastaría con declaraciones públicas coyunturalistas, por eso se hace urgente la tarea, que el Congreso debe exigir y delegar, de construir una historia interna de las FARC, donde puedan revelarse las diferentes posiciones sobre todos estos asuntos que se han disputado en los distintos momentos históricos de la organización y cuáles han sido sus portavoces, donde se puedan identificar los diferentes planteamientos y líneas, donde la militancia pueda encontrar referentes reales detrás de la apariencia de consenso y unidad.

Es la hora de superar el secretismo y la imagen artificial de consenso que solamente sirven en tiempos de guerra para mantener disciplina y cohesión. En tiempos de lucha democrática, que no se debe confundir con paz, solamente podrán servir para cimentar una bancarrota política sin precedentes en la historia reciente del país. Asumir el reto de construir esa Historia interna sería lo más honesto de cara a la militancia en vísperas del Congreso constitutivo del partido. Son ustedes como Secretariado, que han participado de las Conferencias y Plenos, los primeros llamados a asumirlo.

Si eso no sucede, y mientras eso no suceda, solamente puedo convocar a los comunistas que hay dentro de las FARC a que participen del partido de masas o electoral que surja de las FARC asumiéndolo como frente de masas organizado; pero que por aparte que entablemos un diálogo amplio, gestionado en la clandestinidad pero público en sus argumentos y conclusiones, con todos los cuadros revolucionarios del país (del PCC, PCC-ML y EPL, PCC-M, GCR, ELN, CMR, MRP, entre otros) que ayude a clarificar e interpretar de forma acertada y crítica la derrota estratégica de las FARC y de otras insurgencias históricas como el M19 y el Quintín Lame, y que permita cimentar las bases de una nueva organización revolucionaria de cuadros basada en una nueva estrategia con posibilidades reales de éxito a la luz de las experiencias históricas. En ese diálogo se podría encontrar la ruta hacia la victoria revolucionaria.

Quisiera terminar con una frase de Vladimir Lenin, que sirve para la reflexión:

La actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio. (V. I. Lenin. Izquierdismo.)

Esperando lean estas líneas con atención y consideren algunos de sus argumentos para el Congreso, se despide con los mejores deseos:

Parvus Bronstein

19 de agosto de 2017

PD: Tengo mucho qué decir sobre las propuestas consignadas en las Tesis de abril. Particularmente sobre el carácter del partido que se pretende construir (de masas, de cuadros o electoral), ya que hay muchas imprecisiones y contradicciones, pero también sobre la historia de las FARC y el papel tan importante que ha jugado en ella la división campo-ciudad, la preeminencia del campo sobre la ciudad y la inminente inversión de la fórmula en el futuro inmediato y sus consecuencias. Y sobre otros puntos cardinales que allí se proponen. Sin embargo tendrá que ser en un próximo escrito, porque este ya fue demasiado largo, el cual tendré la decencia de no dirigírselos a ustedes personalmente, porque que en él no plantearé preguntas sino solamente opiniones argumentadas.

(Fuente: Boltxe)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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